El golpe de 1955 encontró al novelista en nuestra provincia. En un ensayo titulado “El otro rostro del peronismo” relató la algarabía de los pudientes y la tristeza de sus empleados. (D.A.)
Se cumplen 65 años del final del gobierno constitucional de Juan Domingo Perón. Un final que llegó tras meses tensos y violentos que incluyó el bombardeo de Plaza de Mayo en junio de ese año. El objetivo del ataque era matar al “tirano”, aunque la operación se cobró la vida de más de 300 argentinos a los que – literalmente – le cayeron las bombas de arriba. El 16 de septiembre el proceso culminaba con el Golpe. Una Junta de golpistas negociaba con militares leales, pero tres días después Perón renunciaría. El día 23 asumiría el general Eduardo Lonardi y el viejo líder partía al exilio.
Los “bien pensantes” celebraron. Entre ellos estaban los intelectuales. Jorge Luis Borges era uno de ellos. Para él, el peronismo era directamente el “Mal” y su festejo no tendría fisuras. Ernesto Sabato celebró la caída del tirano, aunque empezó a alarmarse por la metodología de los “libertadores”. Estos le darían la dirección del semanario “Mundo Argentino” que, hasta el 16 de septiembre de 1955, era una férrea defensora del gobierno peronista. Cuando el autor de El Túnel se enteró de cómo los presos políticos peronistas eran torturados, tuvo la valentía de permitir que la información se publicara en la publicación que dirigía por designio de los golpistas.
Pero volvamos al día del Golpe que encontró a Sábato en la casa de una tradicional familia salteña. El novelista relató lo que vivió ese día en un ensayo titulado “El otro rostro del peronismo” y que fuera publicado en 1956. Sábato sintetizó en ese ensayo la forma en que dos mundos vivenciaron el Golpe: lágrimas entre los más humildes y gozo entre los más ricos.
“Aquella noche de setiembre de 1955, mientras los doctores, hacendados y escritores festejábamos ruidosamente en la sala la caída del tirano, en un rincón de la antecocina vi cómo las dos indias que allí trabajaban tenían los ojos empapados de lágrimas. Y aunque en todos aquellos años yo había meditado en la trágica dualidad que escindía al pueblo argentino, en ese momento se me apareció en su forma más conmovedora. Pues ¿qué más nítida caracterización del drama de nuestra patria que aquella doble escena casi ejemplar? Muchos millones de desposeídos y de trabajadores derramaban lágrimas en aquellos instantes, para ellos duros y sombríos. Grandes multitudes de compatriotas humildes estaban simbolizadas en aquellas dos muchachas indígenas que lloraban en una cocina de Salta”, escribió.
Sábato no se volvió peronista. Pero aquel escrito analizado hasta el hartazgo por todos los trabajos que analizan al peronismo, suponía una advertencia abierta de Sábato al antiperonismo furioso: ese peronismo había hecho emerger una verdad histórica reprimida por la insensibilidad de las clases dominantes y la clase media: la de las masas desamparadas sometidas a la explotación y a la persecución política. El poder de Perón y el peronismo no era otro que el de haber puesto al alcance de esas masas la posibilidad de justicia.