jueves 25 de abril de 2024
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PJ salteño | Del peronismo al pejotismo: introducción para principiantes (y no tanto) quejumbrosos

A días del congreso partidario del justicialismo salteño, el autor de la columna analiza el cónclave. Para el historiador resulta curioso escuchar decir a militantes y dirigentes que el partido cayó en manos de la oligarquía. (Daniel Escotorin)

El Partido Justicialista de Salta (PJ) renovó sus autoridades este mes luego de una pronunciada crisis de autoridad y de muy malos resultados electorales. Del cónclave virtual tal como impone el contexto actual de pandemia, cuarentena y distanciamiento social resultó un recambio en la primera línea partidaria, que siempre pragmática, se pone a tono con la situación política de la provincia. Efectivamente, entre una renovación que más tiene de restauración que superación, el PJ local mantiene su impronta conservadora que le comenzó a imprimir con el fuerte sesgo neoliberal el actual senador nacional Juan Carlos Romero allá por mediados de los noventa.

Entonces resulta tan curioso como irritante escuchar y leer a militantes, dirigentes o simples adherentes identificados como peronistas rasgarse las vestiduras e indignarse porque dicen y piensan que el partido cayó en manos de la oligarquía salteña. Craso error: salvo escasas excepciones (dos: Xamena y Ragone) el PJ siempre estuvo en sus manos. Ocurre que al calor del contexto político nacional y una precaria renovación política impulsada desde el kirchnerismo algunos creyeron ver en el PJ ese remozado espacio para un proyecto popular, a pesar de que en ese mismo momento en Salta estaba en manos del entonces gobernador Juan Manuel Urtubey, aquel que tras doce años de gestión hacia el final de su mandato quizás los mismos que hoy se indignan del pejota burgués descubrieron que no era peronista sino otro conspicuo oligarca, vaya novedad.

“La historia ocurre dos veces: la primera vez como tragedia y la segunda como una farsa» decía Marx. Imaginemos entonces que sucede cuando se repite incesantemente en un círculo que pareciese eterno. Pero la historia es un asunto humano, tiene que ver tanto con factores estructurales, pero también con la voluntad de grupos, clases, individuos y la permanente pugna de intereses y antagonismos. El problema radica en que buena parte de esa dirigencia “ilustrada” está educada en la convicción de que la política es primordialmente acción individual despegada de los actores sociales mientras ejercitan su peronismo de catecismo: recitar hasta el hartazgo frases de Perón, Evita, Jauretche, etc., y así conformar sus conciencias con la idea de que lo saben todo y nada hay por fuera de su identidad. Ignoran la complejidad de la historia porque han preferido la simpleza de los mitos y los ritos, pero lo peor es que esa simpleza que los tranquiliza es la que persistirá en sus prácticas políticas. Sus historias tendrán el reflejo de la farsa autocumplida.

HABLANDO DE HISTORIA

El peronismo tuvo siempre una composición policlasista que a pesar de su mentado lema de la alianza de clases no pudo evitar los antagonismos y conflictos tanto al interior del movimiento como de la sociedad misma, no obstante la marcada mayoría de presencia popular, obrera y plebeya. Pero en Salta, desde su origen, la organización partidaria electoral en 1946 fue copada por lo más rancio de la oligarquía provincial: los Cornejo Linares, los San Millán, Ovejero y otros apellidos de igual alcurnia o imitación. En oposición estaba el sector obrero que se organizaba en el Partido Laborista.

Lucio Cornejo Linares fue el primer gobernador peronista de Salta pero su gestión terminó de manera abrupta tras un conflicto político y social cuando en 1949 en una huelga general de la CGT Salta fueron asesinados por la policía 4 obreros. Recién en 1951 Salta tendrá una breve experiencia de gobierno popular, la primera de dos, con el dirigente gremial Carlos Xamena que ocupará la gobernación entre 1951 y 1952 y como no podía ser de otra manera sufrió el embate de las clases altas con sus clásicos ataques moralistas por supuesto enriquecimiento a costa de la gestión pública. Xamena morirá enfermo en su casa en 1957 luego de haber pasado por la prisión.

En la década del sesenta con el peronismo proscripto surgieron diversas tendencias al interior del movimiento, una conocida como el neoperonismo o peronismo sin Perón, como forma de adaptarse a las reglas de un régimen político controlado por el poder militar. En este sector militaba Ricardo Durand, por allí también comenzaba a meterse el nuevo propietario del ex diario del Partido Peronista y expropiado por la dictadura militar de Lonardi – Aramburu, El Tribuno, Roberto Romero. Por otro lado y por fuera del esquema partidario electoral surgían nuevas expresiones al calor de la resistencia peronista. Sectores combativos, embriones de la juventud peronista, el sindicalismo, dirigentes como J.W. Cooke, Alberte, Ongaro, Jaime, etc.. Con Perón en el exilio, éste trataba de mantener un equilibrio entre los distintos sectores del Movimiento. De hecho, Perón no tenía mucha afinidad ni confianza con el sector partidario, para él era el movimiento obrero la columna principal. Lo mismo Cooke y anteriormente la propia Eva Perón expresaba sus recelos sobre los dirigentes partidarios. Ese proceso decantaría de forma dramática en la década siguiente.

En 1973 Miguel Ragone llega a la gobernación de Salta para llevar a cabo la segunda, breve y última experiencia de gobierno popular. En su intención de llevar a cabo cambios de fondo tal como se había comprometido con su programa de gobierno durante la dura campaña electoral. Ragone llega al gobierno con un amplio apoyo popular, de la Juventud Peronista, de la tendencia revolucionaria, de diversos gremios y sus bases pero con mucha reticencia y oposición del propio PJ y de las 62 Organizaciones que serán los pilares de la conspiración para derribarlo. El otro pilar era Roberto Romero desde El Tribuno. Ragone renuncia asediado por la derecha peronista, la provincia intervenida y cae en manos de la ultraderecha cordobesa. Los seguidores del ex gobernador fueron perseguidos, encarcelados, exiliados y hasta torturados y asesinados en un funesto preanuncio de lo que vendría en marzo de 1976, mes en el que además trece días antes del 24, se llevaría la vida del propio Ragone.

RUPTURA Y NUEVA ETAPA

El golpe militar de 1976 representó la más brutal ruptura política de la historia argentina y el intento de disciplinamiento social más profundo para lo que atacó el centro de gravedad de la representación y organización popular. A partir de 1983 el Movimiento peronista decanta en un aparato electoral, sus principios y doctrinas pasan a ser parte más bien del folklore político y del rosario de frases de ocasión de Perón o de Evita. En 1989 se recompone de la derrota electoral de 1983 a manos de Alfonsín y llega al gobierno con Carlos Menem quien a tono con esos tiempos: crisis del socialismo, triunfo del neoliberalismo, etc., lleva a cabo un ajuste estructural que desarmó el Estado de Bienestar construido por el propio peronismo.

En 1995 en Salta en el mismo sentido Juan Carlos Romero, hijo de Roberto Romero, pone en práctica su propia versión de combinación de neoliberalismo económico y conservadurismo social. El PJ prestó amplio apoyo a ese modelo durante ¡12 años! ¿Dónde estaban los indignados de entonces? Pero luego llegaría otro adalid miembro de la elite salteña: Juan Manuel Urtubey que PJ mediante dio brillante continuidad al modelo. Total 24 años donde los restos de algo que en la arqueología política provincial intentó ser el peronismo, había devenido en pejotismo.

¿Qué es el pejotismo? Lo que usted quiera y necesite, o sea lo que necesite el poder de turno que por tal no es más que el mismo de siempre reciclado en nuevas figuras y nuevas formas. Dicho de manera clarita: el PJ está desde la muerte de Ragone en manos de las clases dominantes locales, de la oligarquía. El peronismo, esa identidad plebeya, popular está en cualquier lado menos ahí, porque ni siquiera la historia le es propia, no por lo menos la parte de las luchas populares, de la resistencia, de la memoria de los desaparecidos: esa es una parte que no se les puede regalar, no les pertenece. Lo que viene es un debate y una disputa política en torno de hasta donde se le va a permitir avanzar y mimetizarse al interior de un proyecto en ciernes como el Frente de Todos, opción de alternativa real pero por ahora solo como proyecto y no como realidad posible.

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