La ingeniera industrial salteña enfatiza aquí cómo toda medida preventiva y predictiva tomada antes que una medida correctiva, representa una cuestión de vida o muerte a la hora de abordar crisis como la que vivimos en estos tiempos.
Actualmente todo el país se encuentra inmerso en el marco de una cuarentena obligatoria para contrarrestar el riesgo de propagación del COVID-19. Entonces, interesa recordar algunos aspectos en relación con el importante tema de la Higiene y Seguridad como base subyacente de la Bioseguridad (un concepto que ahora se viene inculcando también a la población, como medida preventiva de contagio del virus en cuestión).
Rescato en relación con este asunto, la importancia del cumplimiento de la Ley Nacional de Higiene y Seguridad N° 19587/73 y su decreto reglamentario 351/79, ley a la cual adhiere la provincia de Salta desde el año 2007, por Ley Provincial N° 7467/07 y su Decreto Reglamentario 3478/07.
El cumplimiento de esta normativa tiene por objeto la protección de la salud y la vida de los empleados en cualquier actividad laboral abarcada, regulando el ambiente de trabajo para tal fin.
En situaciones críticas, como pasa actualmente con esta emergencia sanitaria global, partir de una base instalada de higiene y seguridad en particular en las actividades más expuestas y comprometidas, los servicios de salud pública y privada, resulta primeramente en la protección de las personas que van a estar cuidando, curando, asistiendo al resto de la población.
Es en períodos normales, por así decirlo, donde los funcionarios responsables, de las áreas que correspondan, deben velar para el cumplimiento de las normas que fijan una estructura sistemática de comportamiento, controles, análisis, inventarios de materiales, profesionales específicos, estudio de seguridad, etc. que servirán de sustento a los protocolos más especializados en bioseguridad (definidos por especialistas en la gestión del riesgo biológico, en infectología, epidemiología, medicina sanitarista y otros), en momentos en los cuales habrá urgencias más intensas que las habituales.
Son de público conocimiento los reclamos de los trabajadores de la salud en cuanto al déficit de equipamiento de bioseguridad básico (como el recomendado por la OMS -Organización Mundial de la Salud- habiendo adherido nuestro país en 2005 al RSI -Reglamento Sanitario Internacional-), lo cual es una realidad ya en países mejor preparados que el nuestro, ante esta situación.
Por ello, toda medida preventiva y predictiva tomada mucho antes que una medida correctiva, es fundamental para abordar eventos de tamaña urgencia.
Volvemos aquí a principios básicos como la prioridad de lo “importante y urgente” y lo “importante y no urgente” (antes que lo “no importante y urgente” y lo “no importante y no urgente”, según lo que define la famosa matriz de Eisenhower).
Nos encontramos hoy todos en medio de un riesgo biológico inusitado, por la capacidad de contagio del COVID-19, y sólo existe en el país, por el momento, una sola forma de protegerse: el aislamiento (ante la ausencia de trazabilidad de los infectados o potencialmente infectados). También el personal afectado a la seguridad pública y otras actividades exceptuadas de la cuarentena obligatoria, debiera contar con un equipamiento de protección mínimo para el ejercicio de sus funciones en las actuales circunstancias (en el caso del personal de establecimientos sanitarios esto es objeto de protocolos locales e internacionales específicos mencionados anteriormente).
En el norte de nuestra provincia, ha sido noticia el estado de abandono de hospitales y centros de atención primaria de la salud, sin las instalaciones auxiliares mínimas y los elementos necesarios para funcionar (con víctimas fatales por desnutrición y deshidratación en las comunidades originarias).
Por ello, reflexionar sobre este tema que hace a la salud y seguridad pública como base sobre la cual la bioseguridad puede asentarse (con todos los recaudos específicos que puedan estar relacionados), no está demás.
Vivimos una situación crítica sin precedentes, es una cuestión de vida o muerte en muchos casos, donde la falta de los controles de rutina, en las áreas mencionadas, es un precio a pagar mucho más caro.
Esperemos que una vez pasada esta circunstancia, nuestra clase dirigente entienda que la política no consiste sólo en ganar elecciones, estar presente en las redes sociales, posar para la foto… La política debe tener una función social donde la motivación para estar en el poder sea la ambición de aplicar políticas de Estado que redunden en el bienestar general, creando también el marco de contención adecuado, en lo posible, para eventos inesperados como el que hoy nos toca vivir.
Nuestro marco legal en cuanto a estos aspectos es excelente, el capital humano capacitado específicamente en las herramientas de gestión de los riesgos implicados, existe también. Sólo se necesita la voluntad política para gerenciar, administrar los bienes del Estado con una visión social, donde el ciudadano sea prioritario, y no se convierta en víctima de la impericia, irresponsabilidad y dilaciones de personajes que no han comprendido todavía cuál es el sentido de la función pública.