Es un conflicto estructural que lejos está de poder resolverse en el marco de normas municipales y menos aún represivas. Lo que ocurre en Salta es el resultado de miles de personas desplazadas del mercado laboral. (Daniel Escotorin)
Tiene que ver con la disposición social que el capitalismo global dispuso para amplias cantidades de personas, diríamos millones en todo el mundo que fueron desplazadas del mercado laboral formal a la vez que éste se comprime cada vez más. Esta nota no aportará solución alguna a la realidad de este problema, más bien contra la desesperación y el enojo de los comerciantes dejará en claro no hay solución inmediata y el problema se ahondará irreversiblemente.
El espectáculo de las calles de la ciudad de Salta ocupada por cientos de vendedores que hoy reciben el nombre (estigmatizante) de “manteros” provoca en el transeúnte una sensación de haber sido invadido por una especie de horda trashumante proveniente de una Babel tan exótica como telúrica: desde los márgenes cada vez más indefinidos de la ciudad “blanca”, el centro, los barrios tradicionales y también desde sus propias entrañas cada día al mediodía, al crepúsculo y hasta después de la medianoche llegan de todas las formas posibles y por distintos medios; en breves minutos las peatonales están invadidas y en prolijos corredores paralelos mujeres, varones, adolescentes, niños y niñas, bebes dan forma a un cuadro que sin importar su estilo imprime un realismo social cuya principal conclusión solo puede ser la aceptación de una sociedad con una fisonomía plurisocial y cultural novedosa (e insoportable para algunos). Los cánones del tradicionalismo y también los marcos de análisis clásicos no alcanzan ya para explicar menos aún para contener en el sentido normativista la configuración compleja de un fenómeno de tipo post capitalista en el seno de una sociedad semicapitalista (para no caer en una definición quizás más polémica como irreal si usase el prefijo “pre”).
Los vendedores ambulantes no son un fenómeno nuevo ni desconocido, responden a la lógica de un sistema que no da cabida a las mayorías y los sitúa en el marco de la informalidad económica como medio de subsistencia y esta informalidad en tanto no establecida en regulaciones fiscales deja el campo abierto para diversas formas no siempre claras de asociaciones y organización de los manteros, esto no es novedad pero tampoco es exclusividad de ellos: los cárteles empresariales son un ejemplo claro que la economía se rige por acciones muy en el límite de lo legal. El problema actual entonces no es su irrupción, sino su creciente masificación y agregaríamos, permanente e incontenible, sumado al factor étnico ya que si la sociedad salteña está teñida de rechazo a la comunidad boliviana para horror de su percepción socio estética ahora se suma la comunidad afro, brasileños, etc.
Neoliberalismo
El neoliberalismo desestructuró el viejo modelo industrial que caracterizó al siglo XX, el modelo fabril y el capital productivo fue reemplazado por el financiero, de tipo especulativo, desregulado sin control de los Estados nacionales, parasitario e improductivo; el liberalismo extremo rompió diversas formas de cohesión social en el momento que esta nueva fase del capitalismo fue tomado por la fracción que más había acumulado ganancias sobre la base de la renta bancaria imponiéndose sobre el resto. En los países periféricos sus efectos no podían ser otros que los estragos que se vivieron en los noventa y el dos mil. Basta ver el panorama urbano de las sociedades europeas y la norteamericana para entender que si ellos sufren estas consecuencias ¿que podría caberles a las nuestras sino lo que se vive?: sociedades desindustrializadas, pauperización sostenida, marginalidad social, desocupación y subocupación, aumento de la economía informal. En el caso de Salta donde el sector terciario (comercio, servicios) es el principal rubro productivo y el primario a su vez está en proceso de concentración oligopólica extractivista, lo que implica la expulsión de diversas capas de la población y su migración a la ciudad, las opciones de supervivencia se reducen drásticamente aumentando en el ejército de desocupados que ya ni siquiera puede considerarse como “ejército de reserva” de nada. Los fenómenos migratorios en nuestra región tomaron un cariz distinto y a la ya conocida corriente interna y a fronteriza se suma la extra continental con migrantes de algunos países de África, víctimas a su vez de factores propios que expulsaron y generaron una corriente de gran magnitud en estas tierras y en otros lugares del mundo como los países centrales.
En países periféricos los efectos del neoliberalismo no podían ser otros que los estragos que se vivieron en los noventa y el dos mil
Las razones de Rifkin
Decíamos que el neoliberalismo y sus consecuencias no fueron una particularidad sólo de estas pampas, es un proyecto global y que se complementa con lo que algunos autores denominaron la “tercera revolución industrial”; las características básicas son el salto tecnológico a partir de la informatización de los modos de producción, las nuevas relaciones socio laborales efecto de aquella y el nuevo paradigma comunicacional en el contexto de la “globalización”. Uno de los impulsores de esta teoría es Jeremy Rifkin, sociólogo norteamericano, cuyo trabajo más emblemático es el ensayo “El fin del Trabajo” (1995) donde postula que las innovaciones tecnológicas conducen a sociedades con alto desempleo o desempleo estructural, es decir sin capacidad orgánica por parte del sistema de absorberlos en empleos fijos; en este esquema Rifkin asume que el sistema en sus diversas variantes, Estado, mercado, sindicatos, etc., no están en condiciones ya de revertir esta nueva realidad y en estos casos apenas de contenerlos. Los expulsados del sistema, no bregan ya por romperlo sino por reincorporarse a cualquier precio o más bien en el marco de las formas que plantea el modelo y en sus márgenes.
El concepto de desempleo estructural se complejiza cuando Rikfin enuncia que estas condiciones tienden a agravarse y por lo tanto ante la falta de respuesta del sistema, las desigualdades sociales también se profundizarán, aquí se entronca con la teoría de Daniel Bell, quien en su trabajo “El advenimiento de la sociedad post-industrial” coincide con Rifkin sobre las nuevas formas de relación laboral y social a partir de la revolución de la informática y la robótica, agregando que el desfasaje social se da fundamentalmente en el plano del conocimiento y del manejo de la información; los nuevos requerimientos educativos (el “know-how”) son las bases de una nueva forma de estratificación social que afectará no solo a los sectores bajos y más vulnerables sino también a buena parte de los sectores asalariados sean estos trabajadores de “cuello blanco” como obreros cualificados. Es decir que tarde o temprano la auto prestigiada clase media se enfrentará (si no se enfrenta ya) con el peor de sus demonios: su caída social y pauperización que ya no se daría en las antiguas formas de proletarización obrera sino sumándose a ese ejército de excluidos y sobrevivientes en los márgenes.
Manteros del mundo, ¡uníos!
Desde Once a la Peatonal Alberdi, de las calles de París a Nueva Delhi, de Lima a Barcelona los trabajadores informales cambiaron la fisonomía urbana de las urbes sean estas medianas o grandes, hayan sido cosmopolitas o tradicionales. La economía informal avanza sobre una realidad rebelde, al decir de Gramsci cuando expresaba que habían elementos objetivos en una sociedad que no podían ser sometidos a discusión, existían y punto, son innegables; así la nueva configuración social merece un tratamiento que aunque enoje a comerciantes, se desplieguen normas y medios represivos, se propongan los consabidos parches de ocasión (ubicarlos en algún lugar que pronto será insuficiente por ejemplo) debe ser a mediano plazo y con reformas de fondo donde el Estado asuma esa realidad como parte sustancial de la sociedad y de la economía. El tercer sector, como se lo conoce también no es más que la consecuencia del proceso dinámico y contradictorio del capitalismo y no, como se lo plantea desde el banalidad mediática y política, de sectores avivados y organizados para delinquir. Curiosa paradoja sería, si para sobrevivir y evitar justamente la tentación del delito se recurre a la informalidad laboral y esta termina estigmatizada como actividad delictiva.
Las propuestas de Rifkin van en un sentido amplio y que algunos sin ningún pudor ni sonrojarse tildaría de populista: reducción de horas de la jornada laboral, reconocimiento de la economía social o tercer sector, implementación de una renta universal. Algo de esto ya lo vimos en nuestro y sus resultados aunque parciales fueron efectivos y una nueva pauta fiscal que al contrario de lo que ocurre en Salta, en vez de atender estas necesidades y realidades optó por otra vez por el recurso de la vía represiva, signo de los tiempos que más espectacular que efectiva al menos pone sobre la agenda social una situación que requiere de una atención inmediata por el bien de todos los actores sociales de la provincia.
Los sectores de la “economía social” han comenzado a caminar en el sentido de la visibilización tanto laboral, social como gremial; es un paso importante como síntoma de una realidad que llegó para quedarse.