La dramática situación en el norte de la provincia de Salta atrajo las miradas de la prensa nacional. Un informe asegura que narcos y contrabandistas instalan hasta cámaras para anticipar los movimientos de patrullas argentinas.
El diario LA NACIÓN publicó hace unos días un informe sobre lo que ocurre en las principales ciudades de la frontera norte, sobre el límite internacional donde la provincia de Salta se une con Bolivia. Como se sabe, las autoridades provinciales atribuyeron en parte importante la ola de contagios en Tartagal y Salvador Mazza a la cantidad de personas que ingresaron con contrabando – mediante pasos clandestinos – desde las provincias bolivianas de Tarija y Potosí, donde los casos positivos de Covid-19 se cuentan por miles. Hasta el miércoles pasado, los casos acumulados arañan los 7000 y 5000 respectivamente.
“Durante una recorrida por el corazón de los pasos ilegales, LA NACIÓN confirmó que pese al fuerte despliegue de fuerzas federales y grupos especializados de la policía de Salta, el comercio de mercadería a través de sendas que atraviesan la espesura de las quebradas no se detuvo. Por el contrario, los narcotraficantes y contrabandistas han perfeccionado sus técnicas, incluso instalando circuitos cerrados de cámaras de seguridad para anticipar los movimientos de las patrullas argentinas”, resalta el medio citado.
Agentes especializados en los despliegues de monte de Gendarmería han instalado campamentos en puntos estratégicos. Al igual que todos, las tropas apostadas también temen al coronavirus. «Pero estar en la primera línea es nuestro trabajo», dice un joven oficial. Junto a él, un cabo sostiene una escopeta. De sus hombros cuelga un morral repleto de municiones.
“Mientras camina en silencio por los senderos estrechos, señala portones y paredones gigantes construidos a la vera de un río seco, en un cañadón, que son el inicio y el final de pasos estrechos para motocicletas y utilitarios. Por allí cruzan la frontera a toda velocidad los vehículos, e ingresan rápidamente en estos cuarteles de contrabandistas cercados por muros y alambres de púas, que se suceden unos a otros sobre el límite que divide ambos países”, resalta el cronista.
“Cuando llegan las patrullas, todo parece detenerse por unos instantes. En estos barrios se realizan detenciones, los agentes incautan armas de fuego y también confiscan cargas de droga que llegan al país mediante la metodología de tráfico hormiga. ´Cuando se hace de noche, comienzan los problemas, porque los contrabandistas piden apoyo´, cuenta un miembro de la fuerza”.
El cronista asegura que las calles de Salvador Mazza quedan desiertas en la tarde-noche y que en las esquinas solo permanecen algunos remises que conectan los poblados cercanos. “En tanto, poblados cercanos a los principales focos semiurbanos permanecen totalmente cerrados por disposición municipal. Tal es el caso del pequeño pueblo de Aguaray, ubicado entre Tartagal y Salvador Mazza, donde nadie puede ni entrar ni salir. Un retén precario de empleados municipales intenta contener el arribo de personas al pueblo. A pesar de eso, a esta altura de la pandemia, los vecinos consultados por LA NACIÓN han perdido casi toda esperanza de poder evitar contagiarse”, destacan.