jueves 3 de octubre de 2024
18.1 C
Salta

“Más gente arriba del escenario que abajo” | El recuerdo del Indio Solari sobre el debut de Los Redondos en Salta

En su libro de memorias, el Indio Solari recordó el viaje inicial que Patricio Rey realizó a nuestra provincia en enero de 1978. Encuentro con el Cuchi Leguizamón y acullicos de ácido.

En el libro de memorias Recuerdos que mienten un poco, el Indio Solari recordó el viaje que Los Redondos realizaron a nuestra ciudad en enero de 1978 y que marcó el comienzo oficial de la que sería una de las bandas más importantes del rock argentino.

«Ese fue el verdadero debut de la banda, porque hasta ese momento no habíamos hecho más que boludear. Y suponía un bautismo de fuego: era la primera vez que íbamos a tocar delante de un público que no estaba compuesto por amigotes», relató Solari, quien ya comandaba el grupo junto al guitarrista Skay Beillinson y la manager Carmen «Poli» Castro.

«Skay y Poli habían pasado un tiempo en Salta, administrando un campo de los Beilinson; esas cosas que hacían por entoces los padres con dinero para alejar a sus hijos del quilombo. Ahí conocieron a unos escritores que formaban parte de una troupe a la que habían bautizado Grupo Instancia Poética. Esa gente terminó visitándonos en La Plata. Vieron lo que hacíamos, elogiarion mis letras… Y nos invitaron a ir a Salta, con la promesa de conseguirnos un show», agregó el cantante. «Paralelamente, yo seguía trabajando en la estampería de City Bell. Uno de nuestros clientes, a quien le vendíamos mucho, era el Mono Cohen, Rocambole. El Mono tenía en La Plata un negocio que se llamaba Indra. Me acuerdo de que fabricaba unos buzos con aerosoles y yo le pedí que dijese ‘Indian Reservation’. En fin: como nos compraba mucho, le dábamos crédito -seguía-. Pero un día se fundió. Y nos debía guita. Entonces dijo: Lo que puedo hacer es pagarles el micro para ir a Salta».

El viaje

«El ómnibus lo manejaba un tal Rubén. No nos matamos de pedo… Viajamos con unos franceses con los que habíamos trabado relación. Me acuerdo del francés -porque las otras eran minitas-, que gritaba todo el tiempo: ¡Zogo -por zorro- plateadó, viejo coyoté! Cuando llegamos a la ruta, ya nos habíamos chupado todo el whisky. Tené en cuenta que lo hicimos en plena dictadura. ¡Nos paraban en todas partes! Al bondi le decíamos ‘El ex preso imaginario’, porque efectivamente transportaba a varios ex convictos… La idea era emular a Ken Kesey y los Merry Pranksters, que habían cruzado los Estados Unidos en un colectivo escolar mientras consumían LSD… Pero planificamos para la mierda», seguía el relato el Indio, que en el libro mantiene un extenso diálogo con el periodista y escritor Marcelo Figueras.

«Me vienen a la mente postales del viaje. Estábamos todos de ácido. En un momento me senté en una ventanilla con la mitad del cuerpo afuera. Yo tenía un acullico en la boca y una botella de Criadores en la mano. Y abajo estaba el abismo, el puto precipicio. Llegamos a Santiago del Estero al mediodía, bajo el sol ardiente. Antes habíamos hecho una parada, nos empezaron a rodear pibes que nos ofrecían sandías frescas. ¡Parecían haber salido de abajo de las piedras! Cuando caímos en Río Hondo, preguntamos dónde había una pileta pública. Necesitábamos refrescarnos desesperadamente. Nos recomendaron un lugar y fuimos. Nos tiramos al agua, abrasados por el calor… y descubrimos que el agua estaba hirviendo. ¡Hacía más calor adentro de la pileta que afuera! Después comimos un chivito de mierda… muy mal hecho, y seguimos viaje».

El show en Salta

«El bar donde tocamos se llamaba El Polaco. Se ve que era el único lugar donde pasaba algo, porque ahí recalaba todo el mundo: desde Piazzolla hasta la troupe del Club del Clan. Recuerdo que conversamos con el Cuchi Leguizamón, con quien nos cruzamos y quiso comprar el Hammond que habíamos llevado. El concierto en sí mismo fue un desastre. Había más gente arriba del escenario que abajo. Pero de todos modos armamos la clase de quilombo que era nuestra especialidad. Me acuerdo de que el bar empleaba a un negro al que hacía vestir de librea, para que recibiese a la gente en la puerta. Y el negro se entusiasmó, se quería venir con nosotros a tocar las tumbadoras. Pero lo disuadimos, claro. ¡El tipo hacía planes a futuro y nosotros no teníamos planes ni para el día siguiente! Después se puso peliaguda la cosa. No nos querían pagar porque no había ido gente. Entonces apretamos un poco y los del bar tuvieron que ponerse», dijo Solari en su libro, publicado por Editorial Sudamericana y que actualmente encabeza todos los rankigs de ventas.

El mítico concierto de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en Salta quedó registrado en audio y circula desde entonces. Se puede percibir el clima festivo y caotico de una banda que proponía algo diferente a lo establecido en aquellos años de dictadura y rock sinfónico. Un adelanto de lo que vendría después.

Archivos

Otras noticias