martes 14 de mayo de 2024
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La columna de Sandra Carral Garcín | ¿Es lógica la lucha contra la contaminación biológica por el SARS-CoV-2?

A casi 2 años de iniciada la pandemia el balance es negativo. Es el problema ambiental más importante que le ha tocado a la humanidad aunque sus repercusiones no sean tenidas en cuenta por quienes habitualmente defienden el respeto del ambiente y de los derechos humanos.

Por otra parte, cabe preguntarse en cuanto al test PCR, a cuántos ciclos de amplificación se trabaja, sabiendo que en un valor alto puede arrojar falsos negativos, y sobre todo teniendo en cuenta que si no hay confirmación con cultivo celular y eventualmente determinación de carga viral, este resultado puede no ser tan cierto como se pretende.

Como un problema de contaminación biológica, hemos mencionado que aún en Europa, uno de los continentes de los más exigentes en estas cuestiones, se habían salteado en 2020 estudios previos a ensayos clínicos en relación con el riesgo ambiental y sanitario que representaba la inoculación de sujetos con productos biológicos que contienen OGM/MGM -Organismos Genéticamente Modificados,  Microorganismos Genéticamente Modificados-. Razón por la cual, al no haber una previsión en el tema, era evidente que sólo con el transcurso del tiempo podrían seguirse estos aspectos (lo cual está sucediendo). Ahí las preguntas: ¿era necesario el apuramiento?¿Iba a ser efectivo? Aún queda por analizar la documentación que debe ser presentada en el marco de lo exigido para los próximos años, puesto que se trata de productos en experimentación.

Hoy nos encontramos en medio de “olas” de variantes, con lo cual las medidas restrictivas siguen prosperando, aún con el conocimiento de que tales medidas -por ejemplo los confinamientos- no fueron efectivas, puesto que se tomaron sin realizar el balance que debiera guiar siempre las decisiones inteligentes: beneficio sobre riesgo. La única “efectividad” ha sido la instalación de un terrorismo psicológico que ha herido a la gente, al punto de incitarla a la vacunación para evitar el confinamiento, ahora adaptado a una pauta de vacunación que no asegura nada: ni ser refractario a la infección, replicación, transmisión viral, con lo cual, sigue existiendo el riesgo de hospitalización y muerte, como lo demuestran las estadísticas en países donde la vacunación COVID-19 ha sido masiva, donde los contagios crecen durante vacunación en epidemia (una novedad fomentada en este siglo), con la aparición de nuevas variantes que escapan a la cobertura vacunal, razón por la cual se siguen incorporando dosis de lo mismo a los ya supuestamente inmunizados, teniendo en cuenta sólo la cuestión temporal que va asociada al decrecimiento de la efectividad vacunal y sin mencionar jamás, los efectos de escape inmunitario y ADE (Antibody Dependent Enhancement), conocidos ya en ensayos vacunales contra coronavirus.

Se dijo que el virus no era conocido, que era el enemigo invisible, y eso, ignorando estudios serios y el aviso de expertos en el tema. Cuando se está del lado de la ciencia, hay que preguntarse cuáles son los móviles para tanta anticiencia. Y no hace falta ser muy científico para darse cuenta de que la cuestión vacunal, tal como va, es un fiasco total: no sólo tales inoculaciones no paran contagios, pueden ser obsoletas para nuevas variantes circulantes (o sea, no conforman barrera, razón por la cual, los vacunados deben tener los mismos cuidados de bioseguridad que los no vacunados) sino que también emergen, los efectos tóxicos de tales inoculaciones, además aplicadas sin receta médica y sin ninguna discriminación de los individuos en base a su historia clínica, terreno y perfil inmunitario (la serología, una ausente mayor en esta cuestión).

El mensaje simplista de “el Estado te cuida”, ha quedado grabado como leivmotiv y la cuestión vacunal ha devenido en mantra. Una religión de dogmas, por tanto, a la vista de publicaciones científicas y estadísticas serias, tanto como el diferencial enorme entre los errores en países desarrollados con vacunación masiva y pases dichos “sanitarios” y países subdesarrollados con excelentes manejos epidémicos propios del siglo XX pero actualizados con la última tecnología y conocimiento científico del siglo XXI.

No es raro que todo esto también pase en Salta, donde funcionarios públicos se han expresado con palabras humillantes acerca de quienes no querían vacunarse (recordemos el caso de los trabajadores golondrinas salteños que regresaban a sus casas en la provincia y fueron tildados de delincuentes por el gobernador el año pasado): vagos que quieren que le lleven todo a sus casas, merecedores de pagarse los gastos de internación hospitalaria en caso de necesitarla (por más impuestos que paguen), etc.

Esa necesidad de forzamiento y desprecio del paciente parece una nueva contaminación y es más tóxica en la sociedad que lo que pueden ser ciertas vacunas: hay un aire rancio en Salta, peor que el contaminado habitual. Y contra esto, no hay barbijo que alcance.

Para información:

COVID-19 Dashboard by the Center for Systems Science and Engineering (CSSE) at Johns Hopkins University (JHU)

https://www.arcgis.com/apps/dashboards/bda7594740fd40299423467b48e9ecf6

The epidemiological relevance of the COVID-19-vaccinated population is increasing

https://www.thelancet.com/journals/lanepe/article/PIIS2666-7762(21)00258-1/fulltext?s=03

Que sont les prions? Partie II: coronavirus, ARN messager et prions

https://www.francesoir.fr/opinions-tribunes/que-sont-les-prions-partie-ii-covid?s=03

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