Profesionales sanitarios se expiden (tarde) sobre la incidencia de las prolongadas medidas de prevención COVID que podrían haber sido negativas dada la explosión de males respiratorios de otro tipo en la población pediátrica. (Sandra Carral Garcín)
Todavía no se habla de las intervenciones farmacológicas tempranas que se han utilizado con éxito en países que no se han plegado a la uniformización deseada por quienes quieren definir un sistema mundial de manejo pandemial, que por suerte no ha logrado sus fines por el momento, gracias a la resistencia de países que no admiten perder su soberanía sanitaria para plegarse a la dominación de las terapias génicas que se quiere imponer obligatoriamente (a pesar de encontrarse éstas aún en el estadio experimental), además del control poblacional que ello significaría, extrayéndose del marco constitucional y de derechos humanos que hay en cada uno de ellos, e incluso asegurados con tratados supranacionales.
La pandemia de los no vacunados parece no haber sido sino la pandemia de los más vacunados, como se observa en los informes estadísticos de países donde al menos se registran los infectados, hospitalizados, fallecidos, ventilando los datos con una discriminación detallada de cantidad de dosis vacunales desde 0 hasta lo que se podría considerar esquema incompleto, completo y refuerzos (es decir, según número de dosis). A esto hay que agregar los análisis de sobremortalidad necesarios para comparar los años pandémicos con los anteriores, y por ejemplo, la incidencia de la vacunación COVID en la mortalidad.
Esto por supuesto acompañado de un análisis de los efectos indeseables de las intervenciones farmacológicas, puesto que, así como en la cuestión ambiental no todo debería estar centrado en el dióxido de carbono -CO2-, en esta cuestión sanitaria no todo debería estar centrado en la COVID. Al análisis de la intervención vacunal deben agregarse los efectos en otras patologías en relación con casos, hospitalizaciones y decesos que puedan ser atribuidos a las consecuencias del manejo vacunal.
Por ello, más que modelos matemáticos, se espera un análisis real con datos estadísticos que a esta altura ya deberían estar siendo puestos sobre la mesa si realmente se ha trabajado bien el asunto. Los datos estadísticos no son una novedad, muy por el contrario, es ya una costumbre anual asumida en diferentes instancias, más allá de la seriedad con que esos datos se releven y se utilicen.
Uno de los ítems criticables en este asunto reviene a las categorizaciones utilizadas por ejemplo para definir los inmunizados y los no inmunizados. Al respecto, la realidad ha destruido la construcción mental de algún iluminado a quien se le ocurrió decidir que inmunizado vacunal era aquél con más de 14 o 21 días de vacunado, y no inmunizado era el que no estaba vacunado o tenía menos de 2 o 3 semanas de vacunado. Así, en el caso de contabilizar decesos o efectos adversos (suponiendo que se tendrían en cuenta lo cual no siempre es el caso), o simplemente la incidencia de la efectividad (a estas alturas ya hablamos de eficacia) vacunal, la balanza de la culpabilidad se acercaba al no vacunado, para crear la pandemia del no vacunado, siendo este pobre sujeto el culpable de todo, contagios, variantes, casos, hospitalizaciones, decesos, etc., así como lo fue el quebrantador de confinamientos -por ejemplo, podríamos imputar así al presidente de la Nación, quien alegremente ha incumplido con su propio decreto, dando lugar a una compensación monetaria para eximirse de la imputación, como si con dinero todo se arreglaría, y como si las múltiples tragedias debidas a sus propias medidas, se deshacieran milagrosamente y pudiéramos decir todos borrón y cuenta nueva-. En efecto, el desconfinado era el peor reo, asesino, mala gente, como bien escuchamos al gobernador de la provincia de Salta tratar despectivamente refieriéndose a unos trabajadores golondrinas que lo único que querían era volver a su lugar de vida. No hemos escuchado de su boca ningún sermón dirigido al presidente, por supuesto por inconveniencia dado su mismo origen político…
Las lecciones pandémicas entonces son muchas y de distinto orden. Pero, mientras se hacen los estudios -algunos aquí ni se han percatado de los múltiples estudios pre, durante y postpandémicos que hay por doquier a nivel mundial, de los cuales los más interesantes y serios son justamente los de cerebros independientes de ciertos manejos y financiamientos-, la historia ya cuenta la realidad, y el ciudadano común va dándose cuenta de que no era verdad que la vacuna COVID iba a ser la gran solución.
De entrada cualquier lego podría haberse preguntado cuál era la necesidad de varias dosis vacunales. Es decir, ¿acaso las dos dosis en una dosis eran un peligro? ¿Eran dos dosis porque la duración de la supuesta protección era momentánea y había que reproducirla después, como se dice ahora con los refuerzos?
Por otra parte, siendo que los ensayos continúan y algunos incluso han prolongado su período de presentación de estudios complementarios, dado que se ha habilitado la autorización de uso de emergencia sin la rendición de estudios clásicamente presolicitados -como son los de inmunotoxicidad, genotoxicidad, biodistribución, fármacocinética, etc.- y otros requeridos a nivel del aseguramiento de la calidad por ejemplo, ¿cómo es que se hará el seguimiento de los efectos positivos y negativos de las diferentes plataformas vacunales cuando las dosis propuestas, porque disponibles, han sido mezcladas? Es decir, ¿cómo diferenciar el origen de los efectos adversos de un sujeto que ha sido sometido a la inoculación de diferentes plataformas vacunales? También hay que tener en cuenta lo que se referencia en diferentes publicaciones en cuanto a la desaparición de los casos de control, es decir, los placebos, recordando que se ha insistido en que la única seriedad dependía de ser estudios randomizados de doble ciego, etc., lo cual hacía a estos estudios supuestamente superiores científicamente a los estudios observacionales desarrollados para distintas formulaciones de tratamientos tempranos con medicamentos ya conocidos.
Ciertamente, esto no es un asunto de legos sino de expertos. Pero la población, según parece, va dejando de creer ciegamente en los títulos de cierta prensa entregada a la propaganda, dado que el análisis fino de los datos es lo que realmente interesa ahora, en lugar de modelizaciones realizadas por los mismos modeladores que anunciaban que el SARS-CoV-2 era un virus letalísimo, que ya en 2020 y en 2021 un gran experto como es el profesor John Ioannidis* -Departments of Medicine, of Epidemiology and Population Health, of Biomedical Data Science, and of Statistics and Meta-Research Innovation Center at Stanford University (METRICS)- había desenmascarado a su real dimensión.
Afortunadamente, las curvas (a pesar de ciertos defectos en su construcción) expresan la realidad, y la realidad es que, en los países con mayor aplicación de las NPI y PI -Pharmaceutical Interventions-, preconizadas por las instituciones sanitarias y ONGs dominantes que buscan que sean éstas implementadas mundialmente frente a nuevas pandemias, la situación se presenta peor que en aquéllos que han seguido el buen aviso de sus propios expertos independientes, aplicando las medidas lógicas de acuerdo con una práctica tradicional de manejo de epidemias.
Para más información:
* Reconciling estimates of global spread and infection fatality rates of COVID-19: An overview of systematic evaluations (March 2021)
https://onlinelibrary.wiley.com/doi/pdfdirect/10.1111/eci.13554
COVID UPDATE: What is the truth? (April 2022)