lunes 29 de abril de 2024
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Sandra Carral-Garcín | ¿A qué normalidad turística salteña se quiere volver?: el caso de la Virgen del Cerro

En estos meses en donde la pandemia nos obligó a revisarlo todo, conviene que los funcionarios salteños estén bien parados en el mundo real, en lugar de elucubrar y fomentar “apariciones” del más allá.

En estos días en que el mundo ha cambiado tan repentinamente, nos toca escuchar, a la par de funcionarios negando la existencia de todo tipo de tratamiento para la enfermedad provocada por el virus SARS-CoV-2 (lo cual suena extraño si miramos estrategias aplicadas en otros países), a otros funcionarios locales expresando que para que la actividad turística alcance el nivel pre-pandemia se necesitarían 36 meses.

Esta dualidad resulta tan patética como antitética. El fenómeno de la pandemia COVID-19 (según algunos exagerados) ha sido y es la razón por la cual aún estamos esperando el pico de la famosa curva de casos tras más de 4 meses de cuarentena -total, parcial, administrada, según la fase implementada en cada provincia de acuerdo con su realidad-. Por la forma como se está gestionando esta crisis en el país, tales afirmaciones de una supuesta recuperación del sector turismo resultan, tal vez, arriesgadas. Porque significaría volver a lo mismo, es decir, a la burbuja creada durante décadas, a costa del desarrollo de otras actividades menos dependientes de la recepción de personas, burbuja también alimentada con todo a favor, incluso cierta desorganización e incumplimiento de normas de seguridad y otras.

Como caso emblemático de esta crisis, voy a citar el conocido mito de la Virgen del Cerro de Salta. En marzo de este año, poco antes de que fuera establecida la cuarentena, la organización que gerencia esta actividad de turismo receptivo (sin las habilitaciones del caso, ni como actividad turística ni como actividad religiosa, sin habilitación ni control municipal, sin Estudio de Seguridad según la Ordenanza Municipal N° 15.292 como actividad colectiva sin fines de lucro, etc.) decidió publicar la auto-exención de su responsabilidad en relación con todo ingreso al predio, como medida preventiva por la pandemia. El engranaje receptivo dependiente de esta actividad masiva así como su agenda anual suspendidos, resultaron un duro golpe para la economía salteña, no sólo para el sector turístico.

Es conocido que toda actividad que reúna una gran cantidad de personas en un lugar, sobre todo personas provenientes de distintos puntos del país o del mundo (y no sólo en el caso de actividades turísticas) presenta cierto riesgo biológico, y más aún en las actuales circunstancias.

La “normalidad” antes de la COVID-19 fue concentrar masas de personas, buscando que esas masas fueran cada vez más grandes, cuestión de aumentar la rentabilidad, que en general redunda en un mismo sector social. El mismo sector social que después de las grandes ganancias de décadas debe estar ahora siendo apoyado con las medidas públicas para paliar la crisis.

No vamos a negar que se hayan producido derrames a nivel de la economía general en la provincia, pero justamente esta crisis por la pandemia hace notar que las burbujas no duran para siempre. Y cuánto peor, si muchas fichas fueron puestas en el mismo juego. Convengamos, de todas formas, que la pobreza es una tradición en Salta…

Por esto mismo, una pregunta oportuna en las actuales circunstancias es, ¿cuál va a ser el modelo de desarrollo -en eso estamos desde que tenemos conocimiento los salteños- para salir de esta crisis tan imponente, que ha parado de un solo cachetazo a una de las pocas actividades “exitosas” de la provincia?

El año pasado la opinión pública se exacerbaba con el proyecto del Complejo Turístico Hotelero Tres Cerritos, pretensión que iba en contra de los vecinos de la zona por los riesgos de aludes mencionados incluso en el Documento Técnico N°12 del PIDUA II -Plan Integral de Desarrollo Urbano Ambiental II- con el cual se modificará el actual CPUA -Código de Planeamiento Urbano Ambiental-. Este proyecto es complementario al de la ampliación del Santuario de la Virgen del Cerro, a ubicarse a 800 metros del mismo en el ahora llamado “Cerro de la Virgen”. Otro proyecto, también cuestionado por cuestiones ambientales y de seguridad, es el de la ampliación del Complejo Teleférico San Bernardo en el cerro Ala Delta.

Estos 3 proyectos especiales constituyen un supuesto desarrollo sustentable en zonas protegidas inicialmente, ahora como Parques Naturales (PN4 y PN5). Desarrollo sustentable que no limita la masividad (razón por la cual, por ejemplo, los controles municipales solicitados para corroborar la cantidad de personas presentes en los días de mayor concentración en el Predio de la Virgen del Cerro no fueron realizados al momento de tales solicitudes en el año 2017 ni con posterioridad).

Se menciona en los respectivos estudios de impacto ambiental y social la presencia en el predio de 2.000 personas por día como máximo en el caso de la ampliación del Santuario de la Virgen del Cerro (la realidad desmiente estas cifras, lo cual es ostensible si se contabilizan los buses presentes en los días de las peregrinaciones), y el flujo de 300 personas por hora (9 horas de funcionamiento) en el proyecto de extensión del Teleférico San Bernardo sobre el Cerro Ala Delta. Cabe preguntarse si eso no es concentración masiva en lugares supuestamente protegidos. En estos proyectos el riesgo biológico no ha sido considerado, y entonces habría que evaluar si estas cantidades serían también compatibles con el manejo de los protocolos de bioseguridad adecuados a las circunstancias, en el caso de ser necesario.

En el predio de la Virgen del Cerro, más allá de este tipo de riesgo, por ejemplo, no hay estudios de métodos y tiempos para los colectivos urbanos que suben y bajan a los vulnerables (cuyos choferes son llevados a trabajar en un lugar que no cumple la normativa de seguridad en el trabajo), no está especificada la cantidad de personal de apoyo (voluntarios y otros) en relación con la gente así llevada y convocada (para cotejar con lo habitual en lugares de grandes concentraciones), y a pesar del mantra que todos repiten en cuanto a la excelente organización que hay en el lugar, la inexistencia de un marco legal que defina las responsabilidades de los organismos provinciales y municipales presentes durante las grandes aglomeraciones de personas (peregrinaciones) revela que este tipo de actividad no puede reanudarse sin una profunda revisión de estos detalles, además de los aspectos ambientales (turismo sostenible para reemplazar el turismo masivo en áreas protegidas).

Tanto en el Cerro Ala Delta como en el predio de la Virgen del Cerro, se han producido hechos luctuosos (víctimas fatales), razón por la cual será necesario considerar también cuál es la importancia que se le dará a la seguridad en la configuración de estos proyectos en el caso de que avancen las instancias de las 3 audiencias públicas solicitadas en estos 2 proyectos especiales y en el del Complejo Turístico Tres Cerritos, obligatorias por el CPUA.

Por ello mismo, pasar de esa “normalidad” (deficiente) a una “nueva normalidad” post COVID-19, en la que tanto insisten los funcionarios locales, será la oportunidad de ver si realmente hay una voluntad política para revisar el pasado y obrar mejor. ¿Serán aplicables para todos las normas vigentes en Higiene y Seguridad? ¿O sólo se criminalizará a algunos de los que incumplen -como pasa en esta cuarentena en la cual los ciudadanos somos controlados como corresponde sólo para ir a hacer unas compras en el centro de la ciudad-? ¿Quién decide quién debe cumplir las normas y quién no y porqué? ¿El actual gobernador de Salta, en cuya precedente intendencia capitalina estos proyectos mencionados han sido aprobados sin tener en cuenta varios aspectos reglamentarios relevantes?

Al menos, que esta terrible circunstancia que ha trastornado la vida de todos, sirva también para marcar un antes y un después en la ejecución de buenas políticas públicas. Es hora de palpar las realidades de todos, y no sólo proveer para los negocios turísticos de allegados.

Como nunca antes, es necesario que los que gobiernan estén bien parados en el mundo de aquí, el mundo real, en lugar de elucubrar y fomentar “apariciones” del más allá. Llegada la hora de la verdad, no hay misticismo que sirva para hacer frente a cuestiones tan importantes como son la vida y la muerte.

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