En un largo reportaje publicado ayer en un medio nacional, el reconocido historiador usó una frase del general San Martín para dimensionar la figura del héroe gaucho.
La sección Infobae Leamos realizó una larga entrevista a Felipe Pigna que se publicó ayer. El motivo exclusivo fue ahondar en el gaucho salteño al que la historia oficial le da menos crédito del que merece: Martín Miguel de Güemes, a quien el historiador dedicó su último libro “titulado Los Güemes y la guerra de los infernales” (Planeta).
En esa nota Pigna resalta la importancia del paisaje para entender las dificultades que debió sortear la población salteña y el propio Güemes en aquella época: un estado de inseguridad permanente, pueblos siempre invadidos por españoles lo que hacía que la gente “más allá de sus ideas, adhiera por necesidad a la causa de Güemes (…) Sabía la necesidad de defenderse de esas barbaridades. La táctica de Güemes, extraordinaria y genial, era dejar venir a los españoles, y cuando llegaban los iban quebrando, quebraban las columnas, cortaban los víveres, el acceso al agua, los tipos se iban quedando en ese arroyo y se iban retirando. Así fueron nueve invasiones españolas, de 1815 a 1821, una verdadera locura”.
–En el libro explicás que Güemes era un hombre ilustrado, y que al mismo tiempo tenía la habilidad, reconocida incluso por sus detractores, de poder hablar con gauchos, con mulatos, con sectores populares. ¿Cómo se conjugaban esas dos facetas en él?
–Era un tipo que venía de una casa ilustrada, su padre era administrador colonial pero progresista, cosa que se advierte en sus lecturas, cosa que él y su hermana Macacha María Magdalena comparten. Son grandes lectores, escriben muy bien. Eso se aprecia en sus cartas, que tienen giros idiomáticos muy interesantes, él cita autores clásicos y demás. Y a la vez era una persona acostumbrada al trato con los sectores populares por su condición de estanciero, de hombre de campo, que después además, a la hora de armar su ejército, lo arma con esa gente, y tiene un contacto extraordinario y de igual a igual con los campesinos. De manera tal que es un tipo respetado, lo sienten uno de ellos, no lo sienten un patrón, y además tenía carisma. Es difícil explicar lo que significa el carisma, pero eso hace que haya una identificación, un ejemplo a seguir, que creo que es muy importante. Todo eso hace que Güemes sea seguido e idolatrado por esas masas de Salta, de Jujuy, del sur de la actual Bolivia.
–En el prólogo escribís que a los políticamente correctos de siempre les va a molestar un personaje como Güemes. ¿A qué te referías?
–En general es un personaje incómodo porque se peleó con los poderes de turno, el poder central, que no lo quería porque tenía miedo de que apareciera un Artigas en el norte. Porque fue sancionado varias veces injustamente por el poder de Buenos Aires y el tipo seguía peleando por las suyas. A eso me refiero, ¿no? A una persona que en un lugar tan conservador y aristocrático como Salta reparte tierras entre sus gauchos, les crea un fuero judicial propio: había situaciones muy absurdas como que los más de seis mil gauchos que integraban los infernales, cuando iban a pelear, eran demandados judicialmente por abandono de tareas. Entonces Güemes crea un fuero para que este absurdo no tenga consecuencias judiciales sobre esta gente que estaba luchando por la patria.
–Claro, era imposible que cayera bien ya la figura de Güemes en ese contexto.
–En ese contexto, y en el contexto porteño también. Fíjate por qué tardó tanto Güemes en ingresar al Panteón. Inclusive en 1907, cuando Ramos Mejía arma un poco el Panteón Escolar como funcionario del Ministerio de Educación, lo deja afuera a Güemes por gaucho. Dicen que no puede ser prócer por ser gaucho. Es esta discriminación sobre los sectores populares que se mantiene y va recibiendo diferentes nombres a lo largo de la historia. En ese sentido digo que a algunos sectores de élite no les cae todavía bien, no les termina de caer bien Güemes.
La historia de Güemes llegó a Pigna muy temprano en su vida. A los seis años, en Azul, su padre, que era director de Cultura, organizaba sobremesas en las que participaban figuras como Mercedes Sosa, Los Fronterizos, Atahualpa Yupanqui. Ahí escuchó a Cafrune, Jaime Dávalos y Eduardo Falú hablar de Güemes, Macacha y los Infernales. “Esas sobremesas fueron muchísimas porque mi viejo era un tipo muy activo. Cada fin de semana venían artistas de Buenos Aires: Jaime Torres, La Negra, Los Fronterizos, Atahualpa. Pasaron por mi casa músicos de música clásica. Eran sobremesas que mi viejo, que era un tipo muy interesante, me decía “hoy quedate y escuchá a fulano”, y me contaba quién era. No estaba el celular, la gente hablaba y se sentía la maravilla del relato largo, la escucha, cada uno aportaba algo. Esas sobremesas seguramente tuvieron que ver con mi interés por la historia, por escuchar historias y reproducirlas a partir de lo que uno escucha” rememoró Felipe Pigna en esa entrevista.