Es Carol Ramos, presidenta de la Cámara de Comerciantes Unidos de Salta, que el año pasado bancó la candidatura del ahora presidente. Asegura que la suba de tarifas es una «barbaridad».
La que pedía libertad no puede afrontar su oportunidad. «Queremos saber por qué pagamos esa barbaridad», dijo en las últimas horas Carol Ramos, presidenta de la Cámara de Comerciantes Unidos de Salta, un personaje secundario del día a día local que el año pasado se destacó fugazmente por su apoyo a Milei y por sus declaraciones de tinte discriminatorio y de derecha.
Ayer, en Radio Salta, Ramos se quejó de las tarifas elevadas de energía eléctrica. «Queremos saber de dónde sale el precio y por qué pagamos esa barbaridad», declaró, y reconoció que las pymes de la ciudad deberán trabajar mucho para poder pagar semejantes tarifas.
Pero Ramos pedía esto. El año pasado apoyó explícitamente a Javier Milei y su candidatura. En septiembre del año pasado, cuando el presidente recién había ganado las elecciones primarias, la salteña decía apoyar la flexibilización laboral que proponía el libertario.
«Estoy de acuerdo con la flexibilización laboral», decía Ramos en esa oportunidad, quien consideraba que «los sindicatos son el enemigo del comercio». Y agregaba: «Con Milei el trabajador va a tener mayores oportunidades».
Como se puede percibir, Ramos defiende a los patrones y suele apuntar contra los que menos tienen, como los trabajadores informales, a quienes desprecia explícitamente. En junio pasado pidió mano dura contra los vendedores ambulantes. En noviembre hasta llegó a exigir reubicación de personas en situación de calle que ronden el centro.
«Es un asco vivir así», decía Ramos. «La gente parece que por ser pobre se siente con derecho a tirar basura en el piso. La cuadra es una mugre, un basural. Los pobres tienen que saber que el agua es para bañarse, por más que seas pobre no tenes derecho a andar con mal olor o tratando la calle como si fuera tu basurero», agregaba.
En esa oportunidad, la comerciante que hoy sufre por los tarifazos del gobierno que ella misma apoyó, decía que las autoridades tenían que «hacer una reubicación» de pobres, y «ver a dónde pueden llevar a esas personas».