¿Qué pasó en el país durante el Mundial de 1990? Las decisiones que el gobierno de Carlos Menem tomó en aquellos días fueron determinantes para los años siguientes.
Es un lugar común asegurar que los grandes eventos deportivos son propicios para que los poderes de turno realicen maniobras polémicas. Aprovechar que la mayoría de la gente piensa en otra cosa para emitir decretos, leyes y decisiones contraproducentes para el pueblo.
¿Es posible que una sociedad pueda ser manipulada de esa manera? ¿O es sólo un hecho infundado que no pasaría un control riguroso? Esta nota no dará respuestas a esas preguntas, pero intentará acercarse. Para lograrlo, CUARTO revisó las tapas de Clarín de junio de 1990, el mes en el que el país se paralizó para ver los partidos de Argentina en el Mundial de Italia.
En 1990, la selección era campeona del mundo y debía defender el título obtenido cuatro años antes en México. Carlos Salvador Bilardo había conformado un plantel con glorias del mundial anterior y caras nuevas que se habían incorporado en los años posteriores al campeonato. Había nombres para ilusionarse pero faltaba funcionamiento. El equipo había decepcionado en la Copa América jugada en nuestro país en 1987 y no había hecho demasiado en la de Brasil de 1989. Sólo tenía a Diego Maradona como esperanza perpetua.
Arranca la ilusión, siguen las noticias
A principios de junio, el gobierno del flamante presidente Carlos Menem pedía «moderación en los aumentos de salarios» por temor a un brote inflacionario. Mientras tanto, la selección era una enfermería: había suspendido un amistoso previsto para el 1 de junio, en Nápoles, debido a la cantidad de lesionados que tenía el plantel.
El 8 de junio, Argentina inauguró el Mundial en Milán con la derrota por 1 a 0 contra Camerún. Ese día se anunciaba que el costo de vida en el país había aumentado un 13,6 por ciento.
Poco después, el 12 de junio, se determinaba un nuevo aumento en las tarifas telefónicas. El incremento alcanzaba el 1000 por ciento en lo que iba de 1990. El día 13, la selección derrotaba 2 a 0 a la Unión Soviética y abría la esperanza para la clasificación a Octavos de final. Fue el partido en el que Sergio Goycochea hizo su aparición en el equipo al reemplazar al lesionado Nery Pumpido.
Además del Mundial, por esos días hubo un escándalo que le quitó atención a la crisis económica. Se trataba de la separación del matrimonio presidencial de Carlos Menem y Zulema Yoma. «No quiero retorno», aseguraba el presidente, firme en su decisión de divorciarse. Mientras el mandatario abría las puertas de su corazón, el dólar arrastraba los precios, que subían entre un 5 y un 15 por ciento.
Con el empate en 1 de la selección contra Rumania en el tercer partido del grupo, Argentina clasificaba a Octavos de final como uno de los mejores terceros de aquel Mundial, que todavía se jugaba con 24 equipos. El plantel de Bilardo arrastraba lesiones, mal juego, desprestigio y para colmo tenía que enfrentar a Brasil en la segunda ronda.
El 19 de junio, un día después del partido con Rumania, el precio de los analgésicos aumentaba de manera récord: 47.812 por ciento en trece meses. Ese día, Ángel David Comizzo preparaba las valijas: el arquero de River había sido convocado de urgencia para cubrir la baja de Pumpido, pero con Goycochea cada vez más afianzado, el viaje iba a ser simbólico. El arco de la selección ya tenía nuevo dueño.
El 20 de junio, los diarios informaban la decisión de privatizar la facturación, medición y recaudación de los servicios de luz, agua y gas. Poco después, Menem ponía a la venta las áreas petroleras más ricas y extendía los plazos para la privatización de Aerolíneas Argentinas. Además, el Poder Judicial se aumentaba los sueldos por encima de lo que había estipulado el Gobierno.
El 23 de junio, el precio del boleto de colectivo en Buenos Aires aumentaba 15 por ciento. El de subte, 18,2.
El lunes 25 de junio el país era una fiesta. El día anterior, la selección había eliminado a Brasil después de un partido sufrido en el que sólo una genialidad de Maradona y la velocidad y precisión de Claudio Caniggia habían evitado una derrota casi segura contra el equipo verdeamarelo. Todos estaban contentos y Clarín aseguraba que se había festejado «como si se hubiese ganado el Mundial». Por la tarde se supo que la empresa española Telefónica y la estadounidense Bell habían comprado ENTel. La privatización era un hecho.
Inmediatamente, mientras Maradona aseguraba que Dios se había puesto la camiseta argentina para ganarle a Brasil, y Caniggia decía «ahora queremos el título”, el Gobierno anunciaba la privatización de los peajes de las principales rutas del país. Se establecía que los autos pagarían un dólar y medio cada cien kilómetros. Los micros, tres dólares. Los camiones, entre cuatro y seis.
El 27 de junio se anunciaba que las farmacias iban a fijar libremente los precios. Ese día, la Iglesia pedía «una economía al servicio del hombre» y denunciaba «condiciones infrahumanas de miseria» en el país.
En Italia, Argentina tomaba confianza y se preparaba para enfrentar a Yugoslavia en Cuartos de final. Los europeos venían de eliminar a España y se perfilaban como un rival aún más duro que Brasil. En nuestro país, mientras tanto, se anunciaba la privatización del gas domiciliario.
El sábado 30 de junio, a las 12, todos los argentinos se ubicaron frente al televisor para seguir la transmisión de ATC. El relato de Argentina – Yugoslavia fue realizado por Julio Ricardo. Los comentarios fueron de Adrián Paenza. Desde Buenos Aires, Mauro Viale encabezaba una mesa auspiciada por Ginebra Bols. A un costado, Antonio Carrizo ataba pañuelos por cábala.
El partido se extendió más allá de los noventa minutos habituales. El 0 a 0 se mantuvo incluso en el tiempo suplementario y hubo que definir al semifinalista a través de los tiros penales. Fue entonces cuando Sergio Goycochea comenzó su leyenda. Atajó dos penales y permitió que la selección avance a una nueva instancia del Mundial.
El mismo día del partido, el ministro de Economía, Erman González, anunciaba que el gobierno facilitaría las importaciones: se rebajarían aranceles para productos textiles, juguetes y herramientas. Clarín informaba que habría «un severo ajuste en empresas públicas», donde se pagarían impuestos y se cortarían las horas extras. Al día siguiente, Obras Sanitarias proyectaba subir las tarifas un 50 por ciento sobre la inflación.
El martes 3 de julio, Argentina volvió a paralizarse. A las tres de la tarde comenzó la semifinal. Nada menos que en Nápoles, la tierra adoptiva de Diego Maradona, y frente al local, Italia. Otra vez, Sergio Goycochea atajó dos penales para darle el triunfo al equipo de Bilardo, que había merecido ganar en los noventa minutos. La selección había jugado su mejor partido del campeonato y encaraba la final con el ánimo y la confianza por las nubes, pero con bajas por lesiones y suspensiones.
En la previa a la final, Iberia y Austral realizaban ofertas para quedarse con Aerolíneas Argentinas. Ese día, el presidente Menem revelaba algo que sabían todos: «Porque gané, cambié».
El domingo 8 de julio, la selección cayó 1 a 0 contra Alemania Federal, que conquistó su tercer título mundial. Las lágrimas de Maradona en la final recorrieron el mundo y al día siguiente, feriado en nuestro país, los jugadores de la selección fueron recibidos como ídolos totales. «Héroes igual», titulaba El Gráfico. Fue casi como un triunfo.
Una semana después, los maestros anunciaban una huelga de 48 horas, los judiciales volvían a aumentarse el sueldo sin consultar, se avanzaba con las privatizaciones y la desocupación alcanzaba picos históricos. La vida continuaba.