La asunción de hoy corona un proceso que se inició en el 2015 cuando se impuso en una interna para la intendencia a Durand Cornejo. Retazos de un proceso en donde la voluntad de ganar siempre fue superior al temor de perder. (Daniel Avalos)
Gustavo Sáenz vive literalmente su momento de gloria. Esos instantes en donde miles de salteños lo consideran eso que él siempre pensó de sí mismo: un hombre que podía hacer historia accediendo al exclusivo panteón de los gobernadores elegidos por el voto popular siendo el sexto mandatario desde el retorno de la democracia hace 36 años. Su nombre se suma ahora a los cinco que lo antecedieron: Roberto Romero, Hernán Cornejo, Augusto Ulloa, Juan Carlos Romero y Juan Manuel Urtubey.
Una particularidad atravesó la carrera política del nuevo gobernador: al menos desde el año 2009 siempre compitió en elecciones donde sólo le servía imponerse en los comicios. Primero como senador de Capital, banca que no logró retener en el 2013; luego como candidato a intendente que incluyó una feroz interna con Guillermo Durand Cornejo que era el mimado de un romerismo potente; y finalmente como candidato a gobernador en este año 2019.
Obligado a competir por el todo o la nada, Sáenz debió acostumbrarse a superar las tensiones que generan las disputas a todo o nada. Esas en donde lo opuesto al triunfo es el ostracismo político que desliza a quienes lo padecen a un alejamiento permanente del Poder. Puede que semejante condicionamiento, convenciera al nuevo gobernador de que el reconocimiento de los otros sólo era posible con el despliegue de una poderosa voluntad de imponerse electoralmente a quien se le pusiera en el frente. El gobernador, en definitiva, logró su objetivo porque fue dueño del deseo más fuerte, uno que siempre se impuso al lógico temor de morir políticamente en la contienda. Esa experiencia explica tal vez uno de los pasajes del discurso que emitió hoy en la legislatura provincial: “he llegado aquí solo”, recordó a los presentes. Lo dicho estuvo lejos de negar reconocimiento a un grupo de colaboradores permanentes, pero sí parecía resaltar que en cada inicio de contienda electoral del que fue parte careció del respaldo de las poderosas cúpulas provinciales que – al menos desde 1995 – contó con la fuerza suficiente para otorgarle direccionalidad al todo provincial.
Habrá que admitir que no le falta razón. De allí que sus triunfos adquieren una dimensión mayor. Un repaso de los números que Sáenz cosechó en las últimas elecciones lo confirman. La del pasado 10 de noviembre fue contundente: sus 376.285 votos representaron casi el 54% en la provincia, 27 puntos por encima de su inmediato competidor: Sergio Leavy quien llegó al 26% del electorado producto de las 182.172 voluntades cosechadas. Más atrás se ubicó Olmedo con el 15,39% y muchísimo más atrás Pablo López, de la izquierda, y Elia Fernández, del Frente Grande.
Los impresionantes números de Gustavo Sáenz estuvieron lejos de explicarse exclusivamente por el armado provincial y la prolija campaña electoral ejecutada entre junio y noviembre del 2019. Esas variables explican mucho, pero no todo. Gustavo Sáenz es un dirigente que desde el año 2015 – cuando ganó la intendencia – no deja de superar sus propias marcas. En mayo del 2015 cosechó 116.000 votos en Capital, 3.000 más de los logrados por Urtubey en el mismo distrito en la elección donde el ahora ex gobernador se impuso cómodamente a Juan Carlos Romero. Meses después – como candidato a vicepresidente de Sergio Massa – los números se incrementaron. Resulta difícil precisar cuántos votos eran de Massa y cuántos iban de Sáenz al primero; pero lo cierto es que la fórmula cosechó 130.531 voluntades capitalinas (41,29%) sobre un total de 236.130 (34%) cosechados en toda la provincia. Los números se incrementaron aún más en las PASO provinciales del 6 de octubre: la candidatura a gobernador del que era intendente de la ciudad se alzó con 291.774 (42,83%) votos provinciales y un impresionante 53,47% en la Capital que eran producto de los 157.463 sufragios. El 10 de noviembre los números volvieron a incrementarse: la cosecha provincial – como dijimos – ascendió a 376.285 votos (54%) y de ese total 188.965 (62,54%) provinieron de la ciudad capital.
Insistamos: el armado político y la prolija campaña electoral explicaron esos números; también incidió la deslucida campaña de Sergio Leavy; y no resulta menos cierto que el ciudadano capitalino valoró positivamente su gestión en la ciudad. No obstante, hay un plus que corresponde al propio Sáenz y es intransferible a todos los que trabajaron con él y para él. Hablamos de su carisma, de esa condición que en más de una oportunidad lo mostró como dueño de fortalezas fuera de lo común que le permitieron sobrellevar situaciones traumáticas como la derrota electoral del 2013 con el Partido Obrero. Sáenz, en definitiva, tiene ese “no sé qué” del que son dueños aquellos cuyo deseo de ganar es mucho más fuerte que el temor a perder. Eso parece ser lo que Gustavo Sáenz siempre supo de él y eso es lo que la gente ahora reconoce en él. Justamente por ello, Gustavo Sáenz vive su tiempo de gloria que ya mismo empieza a evaporarse para dar paso a los desafíos de gestión.