Mientras los vendedores hacen lo que pueden, los trabajadores de locales del centro sufren aprietes de parte de las autoridades.
Los salteños nos sacamos de encima a un grupo de patoteros para pasar a otro, para colmo avalado por las autoridades y, en el colmo de lo irracional, con menos beneficios laborales que la supuesta mafia que regía sobre los manteros y vendedores ambulantes de la ciudad. Eso es lo que pudo averiguar CUARTO al dialogar con trabajadores del micro y macrocentro, que confirman que tanto la policía como inspectores municipales persiguen y amenazan tanto a los que intentan vender sus productos como a los que colaboran con ellos.
Los inspectores y policías recorren el centro persiguiendo a los vendedores ambulantes y manteros, que se lanzan a las calles pese a todo, ya que necesitan ganar algo de dinero para sobrevivir. Los trabajadores reciben la solidaridad de comerciantes y empleados de la zona, que los cubren, les cuidan sus pertenencias.
Esta solidaridad entre trabajadores genera indignación en los policías e inspectores, que no tienen mejor idea que amenazar a quienes colaboran con los ambulantes y manteros, diciendo que podrían «pasarla mal» como consecuencia.
Lo cierto es que el intento de erradicación de estos trabajadores informales a partir del asesinato de Nahuel Vilte Martínez en la feria del Parque San Martín se parece más bien a una clásica medida desesperada que provocará más penas que beneficios. Por ahora, todo se reduce a represión, menores detenidos, irregularidades, un centro repleto de uniformados y a vendedores necesitados que pagan por el desmanejo ajeno.