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Cuidemos al autor | Santos Vergara presentó su nuevo libro en Orán, la capital del Trópico salteño

En el marco de la Feria del libro en Salta presenté a fines de 2023 Elogio del narrador imperfecto de Santos Vergara. La ceremonia se repitió en Orán. Fue en la Casa de la Cultura, el jueves 15 de febrero de 2024. (Raquel Espinosa)

En ambas oportunidades he resaltado los aspectos que considero insoslayables de ese texto que reúne crónicas, ensayos, testimonios y entrevistas sobre el autor. Santos me nombró con generosidad y cariño “madrina” de su nuevo hijo. Agradezco el gesto, aunque el libro se defiende solo. Es un texto ágil que discurre con natural solvencia, con la misma maestría que el autor supo desplegar desde las primeras obras editadas hasta la presente.

Como madrina acompañé el “bautismo” de esta antología cuyo eje central son las crónicas que van del fogón criollo al fogón virtual. Disfruté mucho ambos encuentros, en especial el último, realizado en San Ramón de la nueva Orán. El autor me mandó un WhatsApp: “Mi agradecimiento por la visita, por haber habitado por unas horas mi mundo”. ¿Qué responder ante tanta ternura manifiesta? No sólo reconocer el cuidado recibimiento por parte del autor que operó incluso de guía turístico; la ciudad también se apiadó de mí evitando las temperaturas extremas. Eso sí, debo admitir que caí en las trampas del narrador y quedé en evidencia al preguntar hacia dónde quedaba el “Orán Viejo”, si estaba muy lejos, si podíamos visitar sus ruinas, lo que hoy se conoce como “El cedral”. Orán Viejo no existe ni existió, me dijo el autor. Es sólo una leyenda. ¡Qué papelón! Pero que lindo entrar en la ficción y ser envuelta por sus redes. Las mismas que nos hacen soñar con Esteco, “La ciudad imposible” a la que se refiere Sonia María Diez Gómez en su novela o con La República Cooperativa del Tucumán de José Ahuerma Salazar. La magia de los narradores que encantaron a Miguel de Cervantes Saavedra y que este supo imitar y perfeccionar.

¿Qué será de Elogio del narrador imperfecto? Todos sabemos que los libros tienen su propio destino, como asegura Augusto Monterroso. Que una vez escrito nadie sabe qué va a ocurrir con ellos. Sería bueno que quien haya podido leerlo, porque se lo prestaron o porque lo compró, lo comparta con otros, que lo preste, que subraye los párrafos que más le haya gustado, que cuente alguna anécdota a los amigos o a la familia. El libro, como todo hijo, dejará inevitablemente el nido e irá acunado en extraños brazos, deambulará por lugares insospechados y habitará en otras mentes. Irá a la escuela, al colegio, a la universidad. Como su autor, descansará en algún banco de la plaza, a la sombra de un añoso árbol, en la mesa de un bar, en la mesita de luz de un dormitorio, en el asiento de un ómnibus, en el estante de una biblioteca y piensen ustedes dónde más.

Mientras esto suceda el autor seguirá escribiendo. “Contra viento y marea” porque hay que “Vivir para contarla”. Santos confesó que ya está escribiendo otras obras, un ensayo y una novela, y que no escribirá sus memorias porque aún es joven. Me parece justo. El autor también debe cumplir su propio destino: escribir.

Cito nuevamente a Monterroso quien, como escritor, asegura: “uno vive de muchas cosas, de lo que busca con intención y de lo que las circunstancias van disponiendo”. Cita el caso de Shakespeare que era próspero y Cervantes pobre, cada uno reflejo de sus respectivos países en esa época. El primero escribía sus obras y las actuaba en Londres, el segundo cobraba impuestos o recolectaba granos para la Armada Invencible. Estos ejemplos nos sirven para empalmar con la obra de Vergara cuando relata las veces que muchos le preguntan si vive de sus libros, si gana mucho, si es millonario, si al contrario pierde dinero, si se endeudó o si no está arrepentido de haberse dedicado a las letras en vez de ser contador. Sobre el tema recomiendo la lectura de “Un poeta con dos coches y sin techo” y “Cuando la fama es mala señal” incorporados en las Crónicas del fogón virtual.

La maestría del narrador logra entretener a los lectores, informarlos, distraerlos de la rutina y de los problemas, mostrar detalles que otros no perciben o no pueden ver. Por eso hay que cuidar al autor. Escucharlo. Leerlo. Recomendarlo. Aunque como sus libros los autores tienen su propio destino es recomendable cuidarlos. La imperfección que los caracteriza, como al narrador de este libro de Santos y como a todo ser humano, no hace más que visibilizar el esfuerzo por construirse otro, por la necesidad de crecer continuamente con la ayuda del lenguaje, con la magia de las palabras. Cuando alguien logra reunir novedosamente palabras, anécdotas, lugares y personajes hay que festejar. El autor está trabajando, empujando al narrador y convocando a sus lectores. Cuidemos al autor, festejemos su obra y recomendemos su lectura. ¡Larga vida al Autor!

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