Piloteaba aviones civiles realizando tareas de espionaje y “misiones de diversión” que confundían a los ingleses. Entre el 1° de mayo y el 7 de junio llevaron adelante 7 misiones. En la última perdió la vida el salteño cuyos restos descansan en Darwin.
También se lo conoció como “el escuadrón del silencio” y según un largo informe de Adrián Pignatelli publicado en Infobae fue el único de su tipo en el mundo y determinó para la OTAN reviera sus procedimientos en la guerra del aire. Fue creado en 1978 cuando el país casi fue a la guerra con Chile, pero se activó el 28 de abril de 1982 en pleno conflicto bélico en el Atlántico Sur. Se trataba de pilotos de la Fuerza Aérea y civiles que piloteaban aviones no militares para desarrollar las misiones más riesgosas: “guiado de escuadrillas, de diversión, de retransmisión de comunicaciones, búsqueda y rescate, patrullaje a lo largo de la costa patagónica y transporte de personal y armamento”. Los aviones tenían un patrón en común: “operaban totalmente desarmados y sus pilotos no tenían posibilidad de eyectarse. Su único aliado en el aire era el radar que operaba en Malvinas” destaca el autor del escrito.
El antecedente del escuadrón previo a la guerra de Malvinas ocurrió en febrero de 1982 cuando la II Brigada Aérea recibió la orden de realizar un relevamiento fotográfico de la capital de las islas con la intención de usarlas en la planificación para ocupar las islas. Para enmascarar la misión se usó un Lear Jet con equipo fotográfico que simuló un vuelo rutinario para calibrar el instrumental que emite señales para la coordinación con tierra, operación que se realizaba cada tanto y que para los isleños era un procedimiento común. La misión se concretó entre el 19 y el 22 de febrero de ese año y con otro vuelo en el mes de marzo.
El 28 de abril, en la base aérea de Morón, quedó constituido el escuadrón y bajo las órdenes del mayor Juan José Falconier viajaron a la IX Brigada Aérea de Comodoro Rivadavia, donde hicieron base. Los aviones militares incorporados fueron 4 Lear Jet 35 y un Guaraní IA 50, mientras que las máquinas civiles fueron un Hawker Siddeley 125; dos Lear Jet 24; dos Lear Jet 25; 3 Lear jet 35; uno 36; seis Cessna Citation 500; 3 Mitsubishi MU-2; un Swearingen Merlin III ; 4 Rockwell Turbocomander 690 y ocho Aerostar TS 60. El escuadrón quedó compuesto por 133 hombres, entre pilotos militares, civiles, mecánicos y auxiliares.
“Los Lear Jet eran ideales para las misiones. De fabricación norteamericana, su diseño se asemejaba a un avión de combate y en el radar aparecía como tal. En los primeros vuelos llegó a engañar al enemigo. Esto provocaba que, al ser detectados, saliera una escuadrilla de Sea Harrier a enfrentarlos, momento en que los Lear volvían a la base. Mientras los aviones enemigos aterrizaban para ser reabastecidos despegaban las escuadrillas argentinas de combate (…) Su gran aliado era el radar que operaba en Malvinas. Si no se llegaba a contactarlo, se emprendía el regreso. Para no ser detectados regresaban al ras del agua y era habitual tener que quitarles la sal a los parabrisas cuando aterrizaban. Cuando debían tomar altura, lo hacían a los 41 mil pies porque la creencia era que los misiles llegaban solo a los 40 mil. Por lo general volaba un piloto y un copiloto y solían invertirse los roles. Iba además un mecánico y un fotógrafo cuando la misión lo requería” destaca el artículo citado.
Cuando comenzaron los combates el 1 de mayo de 1982, el escuadrón Fénix llevó adelante siete misiones: a veces para guiar a los aviones Pucará desde Río Gallegos, tambipen para hacer lo mismo con los Dagger que alno tener posibilidades de reabastecimiento en vuelo debían economizar combustible para el regreso o misiones que consistían en “barrer” áreas enormes (200 millas) en la búsqueda de intrusos.
El 7 de junio de 1982 la misión era otra. La tripulación de un Lear Jet debía fotografiar la zona cercana del estrecho de San Carlos porque se había notado que los Sea Harrier tenían mayor autonomía que al comienzo de las hostilidades. Asimismo, se debía desarrollar una tarea de diversión. “En la tripulación se incluyó un fotógrafo y un suboficial en comunicaciones que llevaba equipo para distorsionar la voz” recrea Pignatelli.
“Los dos Lear Jet despegaron de Comodoro Rivadavia a las 8 de la mañana. El día era increíblemente claro, soleado y despejado. Enseguida alcanzaron los 41 mil pies de altura y llegaron muy rápido a la zona para conectar con el radar de Malvinas, ayudados por los fuertes vientos. En un momento sorprendió a los pilotos escuchar una comunicación en inglés. Nadie comentó nada. El teniente Luis Alberto Herrera, que venía unos 15 kilómetros detrás, habló por radio y Falconier le llamó la atención. De la Colina pidió al radar de Malvinas que se identificase. Bianco recordó que las islas se veían perfectamente, y cuando sobrevolaban muy cerca del estrecho de San Carlos, distinguieron fogonazos de una fragata. Les habían lanzado dos misiles.
De la Colina realizó un violento viraje hacia la izquierda justo cuando el proyectil le impactó en la cola, formando un hongo de llamas al incendiarse el tanque adicional repleto de 1.100 libras de combustible.
Bianco escuchó que De la Colina decía que le habían dado y que no había nada que hacer. Vio como el avión se precipitaba dando tres vueltas en tirabuzón. Aún hoy Bianco no se explica cómo el otro misil no lo impactó.
El avión cayó en la isla Borbón, al norte de la Gran Malvina. Algunos restos fueron hallados en 1983 y otros en 1995 y fueron enterrados en el cementerio de Darwin. La tripulación del Lear Jet derribado estaba compuesta por el vicecomodoro Rodolfo de la Colina; mayor Juan José Falconier; suboficial ayudante Francisco Luna y suboficial auxiliar Guido Marizza; y el capitán Pedro Lotufo.
Marcelo Pedro Lotufo era salteño. Había nacido el 7 de septiembre del 1948 en nuestra ciudad, le decían Pelusa y egresó de la Escuela de Aviación Militar en 1971. Diez años después pasó a la II Brigada Aérea. Casado con Alicia Brigada fue padre de Marcelo César. Ahora se sabe que los misiles disparados contra la nave en la que viajaba provino de desde el destructor británico Exete. Es uno de los dos salteños caídos en Malvina cuyos restos ocupan una fosa común en el cementerio de Darwin. En la placa están los nombres de todos los tripulantes de la nave, aunque publicaciones web de la Fuerza Aérea aclaran que en la fosa se enterraron sólo dos cuerpos por no haberse encontrados los restos de los tres restantes. Una versión que ahora hacen suya los nuevos investigadores que develaran el misterio en el transcurso de este año.