Es un símbolo del gatillo fácil y hasta fue reivindicado por el ex presidente Mauricio Macri. Desde octubre es enjuiciado por matar a Juan Pablo Kukoc, quien también era un salteño que residía en Buenos Aires.
Luis Chocobar asegura que hasta no hace mucho tiempo le pedían autógrafos en la calle, pero que ello ocurre menos. ¿Las razones? Desde el episodio (diciembre del 2017) que lo mostró baleando por la espalda a un delincuente juvenil que le había robado a un turista en el barrio porteño de La Boca, se enfermó de diabetes y bajó de peso: 21 kilos, de 112 a 91.
En el inicio de la causa judicial, Chocobar estuvo preso 72 horas y lo liberaron. El juicio oral empezó en los Tribunales de Comodoro Py en octubre del año pasado. Se lo acusa de “homicidio agravado en exceso del cumplimiento del deber”, figura que contempla la prisión perpetua como posible castigo. Por estos días se harán nuevas pericias, luego declararan testigos y llegará su declaración. La sentencia podría estar a mediados de mayo.
Chocobar repite: “No tiré a matar. Y lo hice porque pensé que Kukoc (el delincuente) iba a sacar un arma. No me arrepiento. Cumplí con mi deber y con la capacitación e instrucción que recibí”. Un dato a favor del policía es que las pericias establecieron que el disparo mortal rebotó primero en el asfalto. O sea: apuntó hacia abajo, “a las piernas”.
“Chocobar fue tapa de los diarios. Por los nervios que sufrió, le explicaron los médicos, en 2018 tuvo los primeros síntomas de diabetes. El cuadro se complicó. En coma diabético pasó unos diez días internado en el Sanatorio Güemes, donde también fue operado de apendicitis. Para recuperarse redujo los alimentos con azúcar y harina y dejó de tomar alcohol. El tratamiento incluye dos pastillas por día de metformina”, resalta en su edición de hoy el diario Clarín que también enfatizo que termino separándose de Catherine, la mujer que lo había defendido con firmeza y con la que planeaba «formar una familia». Pero empezaron las discusiones y cada uno terminó por su lado. Hasta que se distanciaron, la pareja alquilaba una casa en La Boca porque Chocobar quería estar cerca de su hija de siete años, Zoe, fruto de una relación anterior a la de Catherine.
La rutina laboral de Chocobar también se alteró. Aunque sigue llevando su arma reglamentaria, una pistola Thunder 9 milímetros, dejó el patrullaje de calle para hacer tareas “de logística” y ya no trabajaba en Avellaneda, porque le quisieron hacer escraches. Según Clarín, desde que Alberto Fernández asumió como presidente la Policía de la Provincia le sacó todos los adicionales. “Cobra unos 40.000 pesos cuando podía llegar a entre 60.000 y 70.000…”, declaró el abogado del policía salteño. Como rebusque, Chocobar volvió a uno de sus trabajos anteriores en el rubro textil: estampa buzos y remeras, y los vende.
Las noches, dice, no son fáciles. Muchas veces recuerda la mañana fatal de Caminito. Y, entre imágenes que se superponen, más borrosas o más nítidas, le cuesta dormir. “Le preocupa lo que pueda pasar en el juicio. Estuvo deprimido y se recuperó. Al principio recibía más de mil llamadas por día, de periodistas y gente conocida… El teléfono se le apagaba y se le volvía a prender sin que él lo tocara. Era un muchacho y de un día para el otro se convirtió en el nombre de una doctrina, la “doctrina Chocobar”, argumenta su abogado.