lunes 29 de abril de 2024
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Los ninguneados | Güemes y sus gauchos en Suipacha, una batalla clave de la Independencia

A un día del aniversario del nacimiento del prócer nacional –8 de febrero de 1785– el historiador Felipe Pigna retoma el rol del salteño en ese triunfo militar que siguió a la derrota de Cotagaita y que los protagonistas porteños de entonces ocultaron.*

El 5 de noviembre de 1810 acamparon a orillas del río Suipacha, frente a la localidad del mismo nombre que pertenece a la actual Bolivia y está a 65 km de la frontera argentina. Esa noche, desde Jujuy recibieron un refuerzo de 200 hombres, dos piezas de artillería, municiones y la paga para los soldados, lo que levantó la moral de las tropas y de los comandantes.

Las autoridades realistas nunca se enteraron de que sus adversarios habían recibido refuerzos. Por el contrario, sus espías les informaron que las fuerzas del Ejército Auxiliar estaban cansadas, mal armadas, y los pocos soldados desanimados.

Balcarce se ocupó de confirmar esta falsa información, para lo cual dispuso que parte de su infantería y artillería se ocultase entre los cerros y quebradas. De modo que cuando el 7 de noviembre los godos los avistaron desde la otra vera del río, los consideraron un blanco fácil.

Durante todo ese día las dos fuerzas se midieron a la distancia, hasta que, siguiendo con una estrategia cuidadosamente trazada, los patriotas desplegaron parte de sus tropas y abrieron fuego. El general Córdova, al mando de los realistas, ordenó a sus hombres salir de las posiciones seguras en las que estaban, situación que Balcarce aprovechó simular con los suyos una veloz retirada.

En medio de un aparente desorden, la caballería comandada por Güemes encaró hacia la quebrada de Choroya y el engañado Córdova les fue detrás, hasta que sorpresivamente los patriotas giraron para lanzarse a la carga, al mismo tiempo que aparecían en escena las fuerzas de infantería y la artillería que hasta entonces habían permanecido ocultas.

Los perseguidos se transformaron en perseguidores, y en media hora lograron vencer a los realistas, que en su fuga dejarons sus banderas, armas y municiones. La batalla de Suipacha fue crucial para la independencia nacional, y también el accionar de Güemes, indiscutible protagonista de la gesta, tal como lo señala el salteño Miguel Otero en sus memorias:

“En el presente caso (Suipacha) no fue la vanguardia del ejército de Buenos Aires, fue la división de Salta, compuesta de tropas de allí y de un batallón de milicias de Tarija. No fue Balcarce, fue Güemes quien encabezó ese combate”.

Sin embargo, en sus partes, Juan José Castelli da cuenta de cada detalle de la batalla de Suipacha, destacando solamente los nombres porteños involucrados, omitiendo a los salteños y tarijeños, y expresamente a Güemes.

Hay distintas teorías acerca de este ninguneo: algunas sostienen que la destacada actuación de Güemes en Suipacha generó celos y envidia en Castelli y que por eso evitó siquiera mencionarlo. Otras afirman que la rivalidad entre ambos se originó cuando Güemes quiso mantener bajo su mando a su escuadrón salteño y retener las armas que les habían provisto, y se negó a que integraran el Ejército Auxiliar.

Es de estricta justicia mencionar los nombres de los dos soldados de Güemes que tomaron las banderas de los enemigos durante el combate de Suipacha que luego serían trasladadas a Buenos Aires. Fueron ellos Alejandro y Miguel Gallardo, injustamente olvidados.

Los españoles sufrieron 40 bajas y 150 heridos y 180 de sus hombres fueron tomados prisioneros. Los patriotas solo tuvieron un muerto y 12 heridos. Las fuerzas patriotas recuperaron del enemigo 2.000 tiros, 70.000 cartuchos, y el tesoro del Ejército Realista conformado por sus saqueos de las riquezas americanas.

El presente artículo fue publicado por el autor el lunes 6 de febrero en el diario Clarín

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