El intendente exhibió ayer una conducta que desconcertó a varios e irritó a otros: tras participar de un encuentro con Macri en la Quinta de Olivos que difundió poco, se fotografió con el cuestionado interventor del PJ nacional Luis Barrionuevo. (Daniel Avalos)
Uno de los axiomas de la llamada “nueva política” es el exhibicionismo. Esto siempre supuso que el exhibicionista abandone el lugar que las buenas conductas prefijan en la sociedad para resaltar, aunque, en la nueva política que el macrismo reivindica haber inaugurado, ese gesto “fuera de lugar” debe necesariamente registrarse con una imagen que el protagonista de la misma considera que lo acerca a la gente. Eso intentó protagonizar ayer el intendente capitalino Gustavo Sáenz. Participó con el presidente Mauricio Macri de un encuentro que formaba parte de los muchos movimientos que la Casa Rosada empieza a diseñar para tratar de pintar el país de amarillo en el 2019, aunque ahí nomás partió para reunirse con el cuestionado interventor del PJ nacional – Luis Barrionuevo – con quien posó sonriente, con los dedos en “V” y con una pared de fondo repleta de fotografías de Perón.
Las imágenes que registraron ambas escenas dejaron una impresión inmediata: que con fotos de ese tipo muy difícilmente el futuro candidato a gobernador de Salta llegue al corazón de los votantes tal como Jaime Durán Barba asegura que se ganan elecciones. Esas fotos, más bien, suelen despertar en los corazones pasiones negativas por evidenciar justamente aquello que el gurú del macrismo recomienda ocultar: que las reuniones múltiples que los políticos protagonizan están atravesadas por cálculos mezquinos e individuales. Impresión inmediata a la que le siguió un razonamiento más pausado que concluyó algo poco novedoso pero conviene enfatizar: la nueva política al prescindir de la ideología ha producido un nuevo dogma según el cual todo lo que acerca al Poder o a un cargo es válido. Dogma que desliza a los cultores de esa nueva política no sólo a migrar de un espacio político a otro o de un líder u otro, sino que también pueden hacerlo sin que la emoción de la vergüenza lo atraviese.
El sincericidio gestual estuvo precedido además por un desaire al que algunos le restan entidad, aunque el Poder suele no hacerlo. Ocurrió en el “Foro de Intendentes de Cambiemos” que se dio mientras transcurrían los tramos finales de la visita a nuestro país del presidente español Mariano Rajoy. Pero el foro era importante y por ello el propio Macri se hizo un hueco para apersonarse a la Quinta de Olivos en donde Sáenz y otros 24 intendentes estaban reunidos con Marcos Peña. Allí Macri ejercitó la típica charla motivacional para trasmitir a los presentes la importancia de los municipios en el proyecto nacional y recordarles que entre su gestión en Boca Juniors, la ciudad de Buenos Aires y la Presidencia, la más «apasionante» de todas había sido la administración porteña «por la cercanía con la gente».
Ya dijimos la importancia que ese encuentro posee para el macrismo en su búsqueda de retener en el 2019 lo que ya gobierna y ganar provincias y municipios que hoy no gobierna. Lo que no dijimos es que a las palabras motivacionales le siguió el gesto político macrista por excelencia: la exhibición pública de esa reunión mediante una foto que el propio presidente compartió en su cuenta de Twitter con la leyenda: “Hoy mantuve un encuentro con los intendentes de Cambiemos”. Gesto que no fue correspondido por el intendente de la ciudad salteña quien corriendo al encuentro con Barrionuevo evitó retwittear el tweet presidencial, aunque sí lo hizo con uno de Jorge Macri (jefe comunal de Vicente López) quien posteó “Se realizó el primer Foro Federal de Ciudades en la Quinta de Olivos, donde distintos intendentes del país pudimos conversar e intercambiar ideas junto a @mauriciomacri y @marquitospena”.
Puede que los asesores de Gustavo Sáenz hayan leído los libros de Jaime Durán Barba y se tranquilicen pensando que la foto con Barrionuevo y el desaire al tweet son inocuos. Después de todo, el ecuatoriano asegura que la política de Cambiemos es tan puramente horizontal que nadie debería enojarse por un ninguneo; y que viviendo como vivimos en un país donde las mayorías que definen elecciones tienen nulo interés en la política, una foto con el sindicalista que pasó a la historia por quemar urnas en medio de una elección que pasara desapercibida. Hagamos aquí una breve digresión. Servirá para afirmar que esos razonamientos duranbarbianos bien pueden calificarse como una falacia que, como todas, simula conducirnos a nuevas verdades aunque casi siempre tienen la intencionalidad de manipular a terceros. Una falacia que además busca tapar una dimensión más subterránea de la política: la existencia de una cúpula PRO que como todas las cúpulas políticas, reclama para sí la exclusiva dirección del conjunto y sabe que en la política realmente existente – que no es la que Durán Barba escribe en sus columnas de opinión del diario Perfil – nunca es buen negocio permitir desaires recurrentes y menos aún si quienes lo practican son aliados tácticos más que estratégicos.
Cúpulas que inclinadas a hacer de Padre Omnipotente siempre creen recomendable elegir el tiempo y el lugar adecuado para escarmentar a los subordinados de dudosa condición. A veces impugnándolos lisa y llanamente, otras retaceándoles los recursos que le permitían sobrevivir; aunque una y otra cosas tengan siempre los mismos objetivos: disciplinar al díscolo o condenarlo a un ostracismo político que no es más que alejarlo de la posibilidad de ser parte del Poder. Escarmientos que seguramente exigirán quienes siendo socios aun menores del macrismo en Salta, se quejan de que el intendente capitalice los supuestos logros de Macri en la provincia aunque nunca lo defienda con entera convicción. Entenados macristas salteños que ayer a la noche se preguntaban una y otra vez, si el equipo político del intendente carece de estrategia o si el ego del propio intendente pasó por encima a la misma.