Tras desaires del intendente a la Rosada emerge la idea de una interna entre él y el ex periodista para decidir candidatura a gobernador. La performance electoral de Grande y las inclinaciones de los halcones macristas dan fuerza a una posibilidad surgida en agosto del 2017. (Daniel Avalos)
En su edición de hoy, el semanario local El Expreso remarcó que la Casa Rosada propicia una interna de ese tipo para definir la candidatura a gobernador el año próximo. Aclaremos rápido lo siguiente: tal posibilidad surgió en agosto del 2017 por la buena performance electoral de Martín Grande y por las características vengativas de un macrismo duro que ahora se potencian por los constantes desaires con que el intendente abofeteó el orgullo de los halcones de la Rosada.
Expliquemos aquello que empezó a surgir en las PASO del 2017 cuando quien oficiaba de periodista cosechó el 18,3% de los votos; porcentaje que en las generales de octubre se estiró a 30,83%. La excelente elección pudo explicarse por el pulso de aquellos días: la buena performance del macrismo nacional en las PASO de agosto generó una tendencia favorable para los candidatos de Cambiemos en el país, el incremento del nivel de conocimiento del propio Martín Grande en el conjunto provincial y la subordinación de los distintos sectores de Cambiemos a la estrategia de la Casa Rosada que incluyó a un radicalismo que no se esforzó por Martín Grande pero no obstaculizó la carrera, actitud similar a la adoptada por un romerismo que renegó del periodista hasta agosto pero luego reprimió su encono para no entorpecer la carrera de la propia Bettina Romero.
El resultado fueron los 208.889 votos provinciales de los cuales 124.639 provinieron de la capital salteña. También el pavoneo de Martin Grande que entre los suyos comenzó a decir que aspiraba a ser gobernador. Pavoneo que era hijo de una suma fácil de verbalizar: muy buena elección + ambiciones políticas precoces + nula entrega a proyectos colectivos + 124.639 votos capitalinos que superaban los 116.126 con los que Sáenz llegó a la intendencia en mayo del 2015.
Pero esos resultados también generaron una callada preocupación en el entorno más lúcido de Gustavo Sáenz. Preocupación que podía disimularse por el rol central que jugó el propio Sáenz en esa elección en la que no fue candidato aunque no se podían obviar ni los números, ni las ambiciones de Grande, ni esa permanente inclinación macrista a concretar alianzas con “candidatos ajenos” aunque la vocación fundamental sea consolidar candidatos “propios”. Una conducta que se consolidó en el 2015 cuando Macri ganó la presidencia sin recurrir a un compañero de fórmula extrapartidario y siguió su curso en el 2017 allí donde había chances de hacerlo: Esteban Bullrich en provincia de Buenos Aires; Héctor Baldassi en Córdoba; Martin Maquieyra en La Pampa.
A ocho meses de aquellas apuestas exitosas, muchas cosas ocurrieron: el desaguisado económico que está lejos de recomponerse es una de ellas; otras es el acuerdo con el FMI que resta recursos y autonomía en el manejo de la economía a la nación, las provincias y a los municipios. Ambas cosas provocaron desde diciembre una sentida caída de la imagen presidencial y de la gestión nacional. Variables que sumadas a la falta de estrategia del equipo político del intendente o al ego de éste último que lo lleva a pasar por encima de la misma; tal vez expliquen los varios desaires que el intendente capitalino tuvo para con el presidente y hombres fuertes de la cúpula nacional que, como todas, saben que en la política realmente existente nunca es buen negocio permitir conductas de ese tipo.
Cúpulas que inclinadas a hacer de Padre Omnipotente, siempre creen recomendable elegir el tiempo y el lugar adecuado para escarmentar a los subordinados de dudosa condición, tal como el macrismo parece calificar a un Gustavo Sáenz del que siempre podrán decir lo siguiente: su peronismo hormonal lo desliza a valorar como bueno cualquier tipo de maniobra que lo acerque o lo retenga al Poder y que ello es un símbolo de la vieja política. Definición que por lo bajo o en público, difunden figuras como Martín Grande o el radical Miguel Nanni quienes hace rato protestan ante nación que el intendente haya capitalizado la primavera macrista aunque nunca defendió con convicción al modelo mientras ahora parece querer escaparse del mismo.
Entenados macristas salteños que ahora sienten que los halcones del macrismo nacional no descartan valerse de las condiciones surgidas en agosto del 2017: rodear al aliado que no sienten como enteramente propio (Gustavo Sáenz) con otros nuevos (Martín Grande) al que ayudaron a adquirir peso electoral. Primero para evitar eventuales insubordinaciones del primero; ahora para potencialmente convertirlo en aliado estratégico cuando antes era sólo uno táctico. Martín Grande, en definitiva, está en condiciones de convertirse para el intendente capitalino en eso que Perón llamaba “quinta columna”: nombre con el que designaba a veces al derrotismo interno y otras veces a la traición organizada.