lunes 7 de octubre de 2024
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Historias de Malvinas | Los Vilca Condorí: los tres hermanos salteños que partieron a la guerra en 1982

Juan, Anastacio y Mario nacieron en la comunidad kolla de Los Naranjos en el norte salteño. Mario no volvió. Fue uno de los 323 marinos muertos en el ARA General Belgrano. Tenía apenas 16 años.

La familia Vilca Condorí mandó a tres de sus hijos al conflicto del Atlántico Sur. Juan, Anastacio y Mario nacieron en Los Naranjos, una comunidad kolla de Salta. Los tres se enlistaron en la Armada. El del medio era enfermero en el buque hospital Bahía Paraíso que fue al rescate del ARA General Belgrano en el que navegaba el mayor de los Vilca Condorí y también el menor.

Mario falleció aquel día. “Tenía apenas 16 años, era marinero de 1era y trabajaba en la panadería del buque” recordó Juan al sitio Infobae en mayo del año pasado cuando el medio citado recordó el hundimiento del ARA General Belgrano con la historia de esos tres salteños. Juan relató allí la última vez que vio a su hermano en el buque y recordó que éste lo invitó a la cubierta para charlar, aunque Juan prefirió dormir un poco más tras varias horas de guardia. Era el 2 de mayo de 1982 y el buque navegaba en línea recta a Ushuaia con 1093 tripulantes a bordo.

“La primera explosión que sintió Juan Vilca fue a las 16.02 minutos y la produjo un torpedo MK-813 lanzado por el submarino nuclear Conqueror de la Royal Navy británica desde 5 km de distancia (…) El proyectil dio de lleno en la sala de máquinas. Sólo en ese instante murieron 274 tripulantes del crucero. El segundo impacto arrancó 12 metros de la proa. Un tercer lanzamiento no dio en el blanco. El comandante del Belgrano, capitán de navío Héctor Elías Bonzo, ordenó abandonar el barco a las 16.23. A las 17.00, se fue a pique”, resalta la nota citada.

Cuenta Juan que recién ahí, cuando cumplió con sus obligaciones, pensó en su hermano y corrió a buscarlo: “Su rol en el zafarrancho de combate era el de bombero, tenía su mochila, todo… Bajé, subí, pasé por los lugares donde podía estar. Y no lo encontré. A la zona del alojamiento no pude ingresar porque se estaba prendiendo fuego. Salía humo, pero yo quería encontrar y salvar a mi hermano. Alguien me agarró y me gritó. Me dijo que no entrara, porque el cantinero y los que habían bajado no habían vuelto más. En ese trayecto me crucé con gente quemada, con heridos. Pude ayudar a algunos y a otros no… Pregunté a todos por mi hermano, pero nadie sabía nada. En la zona cercana al comedor alguien me dijo ‘dejá ya de buscar a tu hermano, no podés entrar, yo también me voy…’. Había un derrame de petróleo, te resbalabas, era impresionante como se oían los gritos desesperados…”.

Juan relató también las escenas dantescas que vivió entre los impactos y el momento que sube a la balsa con la que se alejó del barco que se hundía. Balsa que finalmente se pinchó. “Hubo que sacarla [al agua]. Pasó un avión, fue un momento muy emocionante. Pero llegó la noche y nada. Ahí la gente se enloqueció, hubo ataques de desesperación, llantos…” declaró Juan al periodista Hugo Martín.

La increíble historia no termina ahí: en uno de los barcos de rescate viajaba el otro hermano Vilca Condorí: Anastacio que era cabo 1° enfermero y cubría su puesto de Sanidad cuando fueron llamados en auxilio del Belgrano. “Fue una tarea intensa cuando llegamos a la zona del naufragio -señala-. No había un mar con olas de 7 u 8 metros como el 2 de mayo, pero igual no teníamos buena visibilidad. A una balsa la veías 30 segundos y se perdía 10 o 15 minutos. Si o si tenías que auxiliarte por la aviación. Cada 3, 4 o 5 horas rescatábamos una balsa, porque no estaban en un mismo lugar. Otras habían sido rescatadas por otros buques, en una de ellas estaba Juan. Pero en las comunicaciones no aparecían los nombres de ninguno de mis hermanos. Nosotros encontramos balsas con 11 personas vivas, pero también algunas con 20 personas muertas. Estuvimos rescatando hasta que recibimos la orden de navegar a todo ritmo hacia Ushuaia”.

El 4 de mayo, el Bahía Paraíso recogió a los últimos 18 tripulantes del General Belgrano con vida. Lo hizo 43 horas después del hundimiento y a 100 kilómetros del lugar del ataque del submarino. Continuó la búsqueda hasta el 8 de mayo, pero en el resto de las balsas que halló había solo muertos. En total, el buque hospital recogió a 88 náufragos, 70 sobrevivieron y 18 murieron. Por su parte, el aviso Gurruchaga rescató a 363 marinos y 2 fallecidos; el destructor Bouchard a 64 sobrevivientes y el destructor Piedrabuena a 273. El pesquero ruso Belokamensk entregó tres cadáveres. Y el buque chileno Piloto Pardo acercó dos cuerpos hallados en una balsa.

Un mes después de la guerra, Juan y Anastacio se reencontraron. Ahora recuerdan que tenían la esperanza de que algún buque de pesca chileno o ruso hubiera rescatado a Mario, aunque finalmente en agosto de 1982 recibieron el certificado de defunción del menor: “Nos dijeron que era una cuestión de formas”, declaró resignado Anastacio. “Una comisión fue a avisarles a sus padres, la artesana Elena Ireña Condori y Miguel Ángel Vilca, carpintero, talabartero, herrero y curtidor que también hacía changas como caballerizo y empaquetador en la cosecha de caña de azúcar. Los Vilca Condorí vivían en la comunidad kolla Los Naranjos, cerca de Orán, en Salta”, recuerda el sitio Infobae.

“Los caminos estaban intransitables, así que llegaron en un Unimog. Stella Maris, una mujer que era asistente social de Gendarmería, les dio la noticia…”, dice Anastacio, el más locuaz de los hermanos. Su relato habla mucho del desdén con que fueron tratados los veteranos de guerra al regresar al continente. “A Juan, cuando volvió del Belgrano, lo autorizaron tres días para que fuera a Orán. Pero como era una época de ríos crecidos, no pudo llegar a ver a mi mamá. Y volvió con esa desilusión. Tenía que reincorporarse a la Marina. Y mi caso fue parecido. Tuve una licencia corta, pero pude estar uno o dos días con ella. Llegué a la escuela y mamá me esperaba con una de las maestras. Ella me acompañó a la vuelta, caminamos durante cinco horas. Fue terrible. No quería que me vaya. ‘Vos te vas a volver a la guerra’, me decía. Y la guerra ya había terminado. Pero mi papá tenía una radio de onda corta y ellos escuchaban una emisora de Uruguay, que transmitía la versión inglesa de la guerra. Ella me decía que no podía creer que me estuviera viendo, porque había escuchado que la mitad de los tripulantes del Bahía Paraíso habían perdido la vida”.

El 14 de agosto de 1982, su madre falleció. “Estaba mal y tenía mucha tristeza. Lloraba, pensaba en nosotros tres, y eso la afectó mucho. No la vimos a mi madre cuando murió. No pudimos llevarla al cementerio ni a ella ni a Mario. Ahí empezamos a cuidar a mi papá, todo esto lo afectó mucho. El venía resistiendo, pero después que murió mamá se desubicó, se afectó su parte mental. Por cualquier cosa disparaba su arma, hasta que lo detuvo la policía. Uno de nosotros tuvo que volver a nuestra provincia. Así que pedí la baja, volví a trabajar al hospital de Salta, me especialicé en terapia en adultos y niños. Y empecé a trabajar con agentes sanitarios en zonas rurales” declaró.

Anastacio, que hoy está casado, tiene cinco hijos y también se recibió de abogado. Juan, por su parte, continuó en la Marina. A bordo de la corbeta Rosales participó en la misión argentina en la Guerra del Golfo, en 1991. Hoy vive en Salta Capital, está divorciado y tiene dos hijos. Y junto a su hermano prepara una suerte de museo para recordar a Mario. Los Vilca Condorí fueron el único caso de tres hermanos que estuvieron en la guerra de Malvinas. Antes de la guerra eran 12 hermanos y luego nacieron tres más.

Pasaron 41 años y los últimos momentos de su hermano Mario todavía son un misterio para Juan y Anastacio. “Nunca supimos. Alguno nos dijo ‘yo lo vi a tu hermano, estaba en una balsa pero sangraba de una herida’. Creemos que en esa desesperación muchas personas pudieron confundirlo con otro. No hay un relato cierto. Elegimos creer que Mario se fue con el buque”, concluye la nota de Infobae.

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