domingo 28 de abril de 2024
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Exabrupto golpista | Un sindicalista calificó de dictadura al gobierno municipal y pidió que la provincia intervenga

El Secretario General de SIMUSA, Luis Rodríguez, hizo un uso peligroso y condenable del lenguaje. La incapacidad de los actores en pugna no debería zanjarse banalizando conceptos que resultaron dramáticos para nuestro país.

“Nos sentimos humillados con esta dictadura porque esto es una dictadura”, enfatizó el dirigente a FM Aries. Uno quiere creer que semejante ligereza fue hijo de vocabulario brusco e inesperado que se manifiesta en medio del enfado. No obstante, si hubiera sido así, la incapacidad de los actores en pugna para resolver el conflicto no debería tratar de zanjarse banalizando un concepto que en nuestro país representa la suspensión de las libertades individuales y políticas y hasta la desaparición de personas, los centros clandestinos de detención y el asesinato político liso y llano.

Flaco favor le hace tal dirigencia sindical a las nuevas generaciones que escuchando semejante razonamiento – luego replicado por ciertos medios – concluye que una “dictadura” es igual a un gobierno y a una gobernante señalada por no ser abierta al diálogo o por evidenciar límites de gestión. Nada de eso está contenido en la definición de dictadura y todo ello es pasible de ser resuelto con los mecanismos que la democracia contempla para que los ciudadanos puedan valorar y elegir durante los comicios.

Justamente allí, el sindicalista terminó de embarrarla. Y es que tras valorar como caótico el funcionamiento del gobierno, pidió que uno de orden superior intervenga para terminar con el supuesto desorden haciendo caso omiso no sólo de los mecanismos de resolución de conflictos, sino también de lo que votó la sociedad hace apenas seis meses. “Yo le pido al gobernador que intervenga en esta situación porque no da para más”.

El sindicalista que recordó a los radios escuchas de más de 40 años a aquel de los años 60 y 70. Lo mismos que estaban dispuestos a tocar las puertas de los cuarteles para pedir que los militares “enderezaran” lo que según ellos los gobiernos constitucionales “torcían”. Puede que Rodríguez desconozca de historia y por lo tanto su razonamiento sólo sea hijo de una ignorancia.

Si lo último fuera cierto, habrá que concluir lo siguiente: el sindicalismo actual está lejos de representar una filosofía, un proyecto social o económico como ocurre con los peces gordos en la historia del sindicalismo nacional y provincial. Se parecen más a burócratas rudimentarios. Bribones sin coartadas históricas e incapaces de ponderar cómo ciertas palabras pueden mancillar toda una historia nacional. Ni siquiera resulta algo inteligente porque así ellos mismos cambian el foco de la discusión: se deja de hablar de los errores de la propia gestión para concentrarnos en los peligrosos que pueden resultar ciertos sindicalistas.

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