Luz es de Embarcación y en la capital del país vivió de la prostitución en la zona de Palermo. Hoy cumple prisión domiciliaria y se prepara para el debate oral fijado para el 20 de febrero.
Un largo informe publicado en la sección SOY del diario Página 12 fue publicado hoy. Allí se pincela el infierno que vive Luz Aimé Díaz, chica trans salteña que estudia en el Bachillerato Mocha Celis. “Fue acusada de un crimen que cometieron otros. ¿Las pruebas en su contra? No mucho más que su condición de trans, salteña, casi ciega y en situación de prostitución” resalta el informe rubricado por la periodista Adriana Carrasco.
Luz tiene 23 años y está casi ciega. La síntesis de la historia que la dejó atada al infierno que vive hoy es la siguiente: el 23 de junio de 2018, dos hombres la contratan para hacerles un servicio sexual en un departamento de la calle Güemes. Ese día pasó como cualquier otro. Luz se olvidó de aquellos clientes (…) Lo que no sabía es que aquellos individuos tenían, en otro cuarto, a un hombre gay maniatado y amordazado, al que molieron a golpes y robaron. Luz quedó grabada en la cámara de entrada del edificio y la policía hizo lo que le quedó más cómodo: acomodar la investigación a la hipótesis-cliché de la “travesti criminal”. De los hombres que contrataron a Luz para tener sexo, ni noticias. La víctima sobrevivió al ataque. Su hermana lo encontró inconsciente, tres días después”, especifica el informe.
Luz quedó procesada por “homicidio triplemente agravado en grado de tentativa”. Lo que la policía no previó es que el caso se viralizó por las redes sociales y se conformó una Comisión que trabaja por su absolución. La comisión está integrada por los colectivos lgbt+, lxs profesorxs del bachillerato Mocha Celis quienes coinciden en algo: destacar los esfuerzos de Luz por estudiar con la dificultad de no poder leer y la convicción de que la causa contra Luz destila odio y persecución a la población trans sin recursos.
La ceguera casi total de Luz tiene su historia: cero visión en el ojo izquierdo por la paliza que le propinó un camionero, a los 13 años; la visión del otro ojo la fue perdiendo gradualmente -apenas le queda un 25%, certificado por perito oftalmólogo. “Luz tiene aspecto de colegiala de 4º o 5º año de secundaria. Es muy delgada. Talle 46. Habla muy suave y en voz baja, usa modismos salteños, y sigue muy ligada afectivamente a su pueblo del norte”, destaca la nota antes de mencionar que el pueblo de origen de la Luz es Embarcación. “Desde que tenía 8 años viví con mi hermana mayor, porque a mi mamá la engañaron y la hicieron pasar por mula. Salió (de la cárcel) cuando yo tenía 11 años”. A los 13 años “me identifiqué como una chica trans en mi pueblo”.
“A cierta edad me empecé a juntar con mujeres que estaban haciendo trabajo sexual. Me hicieron conocer la ruta que estaba cerca de mi casa. Cuando empecé a identificarme como chica trans, en mi familia me aceptaron. Me dijeron: ‘Si querés vestirte de mujer, dale’. Dejé el colegio porque no había comida en mi casa y tuve que laburar”. Los ingresos se reducían al dinero que les dan los camioneros a cambio de sexo. “Una vez que se hace pie en la ruta, la Meca es llegar a Salta capital. Allí está el progreso, los bailes, menos conflictos con los chongos, con los clientes”, recordo.
Hoy Luz vive en el Hotel Gondolín en Villa Crespo, un alojamiento para mujeres trans habitado mayoritariamente por salteñas. Fue detenida el domingo 19 de agosto de 2018. “Se me acercan unos policías masculinos. El más gordo me pregunta cuánto cobro por un servicio. Me salió de adentro, y le dije ‘yo con viejos y gordos no salgo’”. Tras un denso dialogo, los policpias le informaron de qué la estaban acusando.
“Me requisaron en la calle, en Oro y Güemes. Una femenina de civil me sacó la bucanera y me pasó las manos para revisarme. Querían que les dé el nombre de los chongos a los que les hice un servicio en un departamento de la calle Güemes. Les respondí mil veces que ‘si supiera quiénes son, se los diría’. Me llevaron en una Trafic común y había un solo policía de uniforme, lxs demás estaban de civil. Primero me llevaron no sé adónde, el lugar tenía pinta de oficina. Después sí me llevaron a una comisaría. Estaba en shock, no entendía lo que pasaba. Les decía a los policías: ‘Ustedes me engañaron, se hicieron pasar por clientes. No conozco a esos chabones ni a la víctima’. Me tuvieron hasta las 6 o 7 de la mañana en la alcaidía de Tribunales. El primer abogado de oficio me informó que la víctima tenía una bandera del orgullo gay”.
“¿Cómo siguió todo después de esta detención?”, le consulta la cronista.
“Después me llevaron a una comisaría. Estaba sola en un calabozo. Era agosto, hacía un frío horrible en esa comisaría. No sabía qué hacer, a quién llamar. Y después de 15 o 20 días me pasaron al complejo 4 de Ezeiza. Me dio terror, me imaginaba golpes, la cárcel llena de chongos. Me ingresaron y sentí mucha vergüenza, ni yo me aguantaba el olor de transpiración de tantos días sin bañarme. La enfermera me hizo desnudar, no se me movía el pelo de duro que lo tenía. ‘¿Qué es esto?’, dice una celadora. Era la gomaespuma que nos ponemos en la cadera. Había una torta marimacho, una celadora, que me trató de puto. Cuando me sintió el olor, empezó a echar Raid matacucarachas. Me tiró Raid encima. Lloré y cerré la boca. Por suerte no había chongos en el complejo 4”.
El director de la Mocha Celis, donde Luz estudiaba le envió a la abogada Luli Sánchez y ambos consiguieron un perito que le hizo el fondo de ojo. El 2 de abril le otorgaron prisión domiciliaria con tobillera. “No puedo salir a la calle. Ni a comprar enfrente puedo ir. No sé cómo estoy aguantando, pero soy fuerte. Pienso que si no me hubieran culpado a mí, tampoco habrían investigado nada, porque la víctima es gay”.