En 1971, Héctor Germán Oesterheld describió al prócer salteño como un hijo de la tierra que luchaba a la par del pueblo, lejos de la aristocracia dominante.
“Yo he visto cruces de palo / En la orilla del camino / Al que se muere en los campos / No lo olvida el campesino”. Con esos versos de Atahualpa Yupanqui comenzaba “Güemes, el guerrillero”, el cómic que Héctor Germán Oesterheld, autor de El Eternauta, le dedicó al prócer salteño en 1971.
“El Guerrillero” fue la segunda y última entrega de Epopeyas Argentinas, la revista que Oesterheld dirigía y que se publicó entre 1970 y 1971. Un proyecto trunco que buscaba contar la Historia “tal como fue, con la gente común, los soldados y los hombres y las mujeres del pueblo, sufriendo y luchando junto a los grandes constructores de la nacionalidad».
Oesterheld describió a Martín Miguel de Güemes como un actor fundamental para la liberación de los pueblos latinoamericanos. Lo ubicó al lado de la gente común, en medio de los ranchos, alejado de la alcurnia.
“En nuestro próximo número presentaremos: ‘Güemes, El Guerrillero’, la increíble resistencia gaucha a las invasiones realistas. ¡Selvas, quebradas, barrancos, escenarios indómitos de una EPOPEYA única en la Historia Universal”, anticipaba la primera entrega de la revista, destinada a contar “Chacabuco, el combate de vida o muerte de la independencia americana”.
“Güemes: el guerrillero” comienza cuando dos jinetes llegan al campamento del entonces teniente coronel Martín Miguel de Güemes. Son los hijos de Gabino Herrera, un campesino que había sido asesinado mientras defendía a su familia. Los jóvenes habían sobrevivido al ataque y ahora buscaban luchar junto a Güemes.
Oesterheld muestra que Güemes había crecido en “un hogar acomodado pero no opulento con las raíces de los sentimientos hundidas en las viejas tradiciones hispanas”. E inmediatamente aclara que el prócer creció y se formó con los pies sobre la tierra, junto a la gente: “Aprende las primeras letras de los libros en el colegio de los padres jesuitas; las primeras letras de la vida y de la gente las aprende en la serranía, que empieza casi dentro de la misma ciudad, y entre el paisanaje, sabio en soledades y en privaciones. Sin darse cuenta, entre las peñas y el cielo inmenso de su Salta, Martín va aprendiendo la ciencia del hombre y la naturaleza. El conocimiento que más tarde le dará poderes de caudillo invencible”.
El escritor, que ya había publicado El Eternauta y era una celebridad en el mundo de la historieta, estaba a cargo del guión y compartía la obra con diferentes dibujantes. En este número se destaca el trabajo de De Simone. También participaron J. M. Gatti y Juan A. Castro.
“El Guerrillero” muestra el sacrificio del pueblo salteño y destaca el estoicismo de la gente de la provincia. «Están hechos para aguantar, son salteños y aguantarán”, escribe Oesterheld.
Pero la historia que cuenta la revista no es optimista. Tras mostrar la muerte de Güemes, Oesterheld casi se priva del dibujo y concluye el relato con un texto en el que asegura que “Salta quedó deshecha, diezmada la población, arruinadas las industrias, despoblados los campos”.
“Sería tan hermoso cerrar estas páginas contando cómo entonces la Patria agradecida corrió en ayuda de la provincia desangrada, cómo Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y las demás provincias salvadas por el esfuerzo salteño supieron premiar tanto sacrificio, tanta suerte. Pero no, no ocurrió nada de eso”, escribe Oesterheld.
“Madres, muchachas de Salta, mujeres de la guerra gaucha. Se alzaron contra el invasor, pelearon codo a codo con sus padres, sus maridos, sus hermanos. Para terminar, una vez alcanzada la gran victoria, trabajando como sirvientas de quienes jamás dieron nada, de quienes nunca supieron del valor y del sacrificio”, dice, y agrega: “Madres, muchachas de Salta, mujeres de la guerra gaucha, trabajando como sirvientas. Triste laurel de vergüenza para el triunfo más limpio de toda nuestra historia”.
El texto finaliza con un leve dejo de esperanza, en el que Oesterheld hace hincapié en la capacidad de luchar para mejorar la vida de la gente, algo que por esos años él empezaba a realizar dentro de la militancia peronista: “Todavía hoy sigue impaga la deuda. Todavía hoy dura la agonía hecha piedra de tanto pueblo norteño. Pero la guerra gaucha sigue viva en los montes y las quebradas del norte argentino. Viva en el viento de entre peñas y soledades repite hazañas y sacrificios, viva en las sombras que callan muertes y ausencias en selvas y hondonadas. Viva todavía la guerra gaucha los hombres del campo y las sierras que recuerdan con la sangre, sino con la memoria la gran hazaña antepasada, salteños y jujeños que, en cualquier momento, pueden repetir la victoria gaucha”.
El drama de la familia Oesterheld
Héctor Oesterheld está desaparecido. Fue secuestrado el 27 de abril de 1977. Misma suerte corrieron sus cuatro hijas: Estela, Diana, Beatriz y Marina. También sus tres yernos y dos nietos. La familia tenía un profundo compromiso con la militancia peronista. Primero haciendo trabajo en las villas, luego formando parte de la lucha armada con Montoneros.
En el extraordinario libro “Los Oesterheld”, de Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami, se puede conocer y entender la lucha de aquella familia oriunda de la zona norte del Gran Buenos Aires, un lugar poco amigo del peronismo.
El trabajo de sus hijas llevó a Oesterheld a comprometerse cada vez más con la causa, llegando incluso a trabajar en la revista peronista de izquierda El Descamisado. Fue visto por última vez en un centro clandestino de detención y se cree que murió en 1978.