miércoles 24 de abril de 2024
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Los mártires de Chicago | “La clase obrera del mundo los resucitará todos los primeros de mayo”

El Día del Trabajador se celebra en todos los países del mundo, salvo en EEUU. La justicia de ese país condenó a muerte a los trabajadores de Chicago que difundieron por el mundo la lucha por la jornada de 8 horas y el derecho de sindicalización.

El proceso de lucha culminó con la ejecución – tras un juicio amañado y vergonzoso – del tipógrafo George Engel, un alemán de 50 años; Adolf Fischer otro alemán de 30 años y de profesión periodista; Albert Parsons, estadounidense, de 39 años también periodista; August Spies, también alemán y periodista. Louis Lingg, otro alemán de profesión carpintero y con apenas 22 años, quién no llego a ser ejecutado porque decidió suicidarse en su celda.

Resultaría largo detallar aquel proceso, identificar en la lucha particular de esos obreros de Chicago los múltiples lazos que lo conectaron con otros que se produjeron y se producirían a lo largo y ancho del planeta. También resultaría largo mostrar como esa lucha terminó siendo bandera de millones de hombres y mujeres que protagonizaron procesos similares y finalmente victoriosos para la clase trabajadora que ahora ve con alarma cómo tales conquistas corren peligro ante la consolidación de un capitalismo que no se conforma con explotar trabajadores porque también los vomita del mundo laboral, realidad que le sirve para advertir a los revoltosos que peor que ser explotado, es ser un desempleado.

Pero dejemos esa discusión de lado. Concentrémonos en recordar a los Mártires de Chicago. Para ello recurramos a Eduardo Galeano, ese uruguayo de mirada triste que, a diferencia de tantos intelectuales, evitó que sus conocimientos terminaran levantando muros que lo aislaran del resto de la sociedad.

Como no podía ser de otra manera, Galeano utilizo sus atributos para referirse a los mártires de Chicago. Lo hizo en un breve escrito publicado en su libro “El libro de los abrazos” y se tituló “Cada 1º de mayo serán resucitados”.

Dice así: “Les espera la horca. Eran cinco, pero Lingg madrugo a la muerte haciendo estallar entre sus dientes una capsula de dinamita.

Fischer se viste sin prisa. Tarareando ´La Marsellesa´.  Parson, el agitador que empleaba la palabra como látigo o cuchillo, aprieta las manos de sus compañeros antes de que se las aten a las espaldas.

Engel, famoso por su puntería, pide un vino de Oporto y hace reír a todos con un chiste. Spies, que tanto ha escrito pintando a la anarquía como entrada a la vida se prepara, en silencio, para entrar en la muerte.

Los espectadores, en platea de teatro, clavan la vista en el cadalso. Una seña, un ruido, la trampa cede… Ya, en danza horrible, murieron dando vuelta en el aire.

José Martí escribe la crónica de la ejecución de los Mártires de Chicago. La clase obrera del mundo los resucitará todos los primeros de mayo. Eso todavía no se sabía, pero Marti siempre escribe como escuchando, donde menos se espera, el llanto de un recién nacido”.

Martí, en definitiva, tenía razón.

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