miércoles 15 de mayo de 2024
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Una hija salteña de “la generación diezmada” | Hacer del dolor una militancia que no se “abandona nunca”

María Morales Miy es representante en Salta de la Secretaria de DDHH de la nación. Participó del acto en homenaje a las víctimas de la Masacre de Palomitas. Habló de cómo viven estas fechas quienes provienen de familias diezmadas por la dictadura.

Tenía apenas 18 meses de vida el 22 de abril de 1977, el día que un grupo de tareas irrumpió en la casa que habitaba en la localidad bonaerense de Escobar y les arrebató a sus padres: María Elida Morales Miy y Luis Martínez Novillo. Al “Gallego” lo mataron delante de María Angélica y su hermana Jimena de 4 años, aunque el cuerpo nunca fue entregado por los militares a la familia. En el mismo operativo, María Elida fue secuestrada con las niñas. La primera fue vista en el Centro Clandestino de Detención de Campo de Mayo y sigue desaparecida, aunque su asesinato se habría producido en uno de los tristemente famosos “vuelos de la muerte”. Según los sitios vinculados a organismos de DDHH, la bebé María Angélica y su hermana sufrieron al menos dos intentos de apropiación por parte de militares, aunque finalmente fueron rescatadas por su abuela materna que las trajo a Salta.

A 46 años de aquellos días de horror, María Angélica participó del acto que conmemora otra brutalidad del Terrorismo de Estado ocurrida en Salta un 6 de Julio de 1976: la Masacre de Palomitas, en donde 11 presos políticos fueron sacados del penal de Villas Las Rosas y ejecutados en aquel paraje. Desde ese acto María Angélica dialogó con CUARTO OSCURO (FM La Cuerda 104.5) y relató lo movilizante que resultan fechas de este tipo: “Soy hija de madre y padre desaparecidos. Mis viejos eran militantes Montoneros. Mi familia fue diezmada por la dictadura. No solo mis padres. Tengo una hermana por parte de madre cuyo padre también es desaparecido; el hermano de mi madre estuvo preso muchos años. Nosotros de chiquitas íbamos al penal de Rawson a visitarlo. Salió recién con la democracia de Alfonsín. Una familia atravesada por la dictadura, por la militancia y con mucho costo emocional y político”, rememoró quien además de militar por la causa es representante en Salta de la secretaría de DDHH de la nación.

“La reflexión sería qué cosa tan dura, qué difícil que es la historia argentina por todo lo que tuvimos que pasar como sociedad. También me pregunto porque nos cuesta tanto afianzar esta democracia, porque cada tanto volvemos a leyes que restringen derechos y retrocedemos con derechos ganados constitucionalmente. Es como un camino que va y viene y creo que gran parte de ello se funda en lo que fue el terrorismo de Estado en los setentas y cuyas consecuencias todavía vivimos”, expresó.

En ese punto fue consultada por las emociones que la atraviesan en tiempos donde se reedita el negacionismo y debemos volver a debates que ya parecían superados: “Son luchas que no se pueden abandonar nunca, en donde no se puede bajar la guardia. Eso es bastante frustrante y desolador porque hay mucho para construir para adelante. Deberíamos estar en otras instancias, tratando de alcanzar otros derechos, pero cada tanto volvemos a retroceder con lo mismo. Creo que hay una deuda muy grande al respecto y que tiene que ver con la educación. Las nuevas y no tan nuevas generaciones – como la mía que somos hijos de la generación diezmada – no tiene cabal conocimiento de lo que pasó en los setentas. Y la información de lo que ocurrió en esos años llega todavía con el fantasma de la Teoría de los dos demonios o de que fue una guerra. No hay una enseñanza en los colegios primarios y secundarios que afiancen históricamente lo ocurrido: una persecución ideológica seguida de muerte, desapariciones y robo de niños ejecutados desde el aparato estatal y con apoyo civil y eclesiástico”, remarcó.

Puesta a opinar sobre los proyectos de ley que buscan sancionar al negacionismo, María Angélica Morales My consideró que es “importante discutirlo políticamente en la sociedad, en el congreso porque nos permitía también entender el funcionamiento y la gravedad de los hechos, sin olvidar la importancia que tuvieron los juicios. Porque en esto de la ´biblia y el calefón´ estamos en un país cuyos juicios a los genocidas fueron de los más importantes del mundo, más allá que esa justicia muchas veces llegó tarde y que pienso que la ´batalla biológica´ la hemos perdido”, remarcó la militante y funcionaria a los casos de genocidas que murieron sin ser juzgados.

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