miércoles 9 de octubre de 2024
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Municipalidad de Salta | Sin Agustina Gallo, a Bettina ya no le quedan amigas ni encargadas para la transición

La ahora ex jefa de Gabinete había forjado una relación supuestamente indestructible con la intendenta, pero el desgobierno horadó el vínculo de confianza que había comenzado cuando ambas eran compañeras de escuela. (Daniel Avalos)

En el comienzo de la gestión de Bettina Romero la estrella del gabinete era Bernardo Racedo Aragón: un funcionario de Juan Carlos Romero que con el arribo de Urtubey emigró a Tucumán para convertirse en el gurú de las políticas turísticas de esa provincia. Volvió a Salta con Bettina y todos vieron en él al “hombre fuerte” de la intendenta. No fue así. En pocos meses los municipales empezaron a maldecir sus ausencias en medio de la transición y luego a desear que Racedo extendiera sus recurrentes viajes al exterior para que no complicara en la gestión lo que en teoría era sencillo. La pandemia convirtió al “coordinador político” en un hombre de brazos cruzados contemplando la nada.

Mientras la estrella de Racedo se apagaba, Agustina Gallo (Coordinadora de Comunicación por entonces) ganaba influencia a fuerza de ir monitoreando el curso diario de una gestión que pronto dejó de garantizar servicios que durante la intendencia de Sáenz se cumplían. En enero del 2021 asumió la Jefatura de Gabinete y la noticia estuvo lejos de pasar desapercibida, al menos por dos razones. La primera se relacionaba con el retorno de un cargo que no estaba en el organigrama municipal original; la segunda con un hecho inédito: las principales autoridades de la ciudad eran mujeres.

Quienes querían restarles méritos explicaban su ascenso a la amistad que Romero y Gallo mantenían desde los tiempos de la escuela secundaria. No era justo. En la historia de las cúpulas de gobierno hay relaciones amistosas que incluyen sólidos vínculos políticos cuyos objetivos compartidos suponen un modo de hacer camino para cumplirlos. Agustina Gallo le puso ganas a la difícil tarea de explicar el proyecto Bettina y a repeler los ataques contra la intendenta atribuyendo los mismos a prejuicios patriarcales. Pero no hizo mucho más. No logró tejer acuerdos de gobernabilidad, dinamizar la gestión, destrabar conflictos o identificar oportunidades políticas y electorales. La contundente derrota electoral de Bettina Romero en mayo pasado lo confirma: las amigas encabezaron un gobierno que se equivocó en las políticas, en los planes y en la ejecución de los mismos.

La renuncia de Agustina Gallo es un episodio más de un deterioro desesperante. Nadie sabe del todo si le aceptaron la renuncia. Pero la decisión que efectivamente tomó ya ni siquiera permite imaginar una transición entre el gobierno de Bettina que se deshilacha y el de Emiliano Durand que debe asumir. Éste último andará convenciéndose de que no hay transición posible en un escenario de desgobierno generalizado que podemos resumir así: una intendenta ausente con menos generales que le respondan y sin planes de gobierno; funcionarios que temiendo dar órdenes equivocadas que hagan estallar todo también prefieren ausentarse del trabajo; y sufridos trabajadores/as municipales que tratan de sobrevivir sin cobrar lo que corresponde en un ámbito donde el azar es rey y señor.

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