Publicada en El Descamisado, una revista vinculada al peronismo revolucionario, esta crónica de época se adentra en la comunidad de Santa Marín, ubicada en el departamento de San Martín y a la vera del río Pilcomayo. (Daniel Avalos)
Un rodeo se impone. Servirá para rememorar la característica de la revista “El Descamisado” que comenzó a editarse poco antes de la asunción del presidente Héctor Cámpora en mayo de 1973. Junto al diario “Noticias” era uno de los emprendimientos mediáticos de Montoneros, aunque había diferencias entre una y otra. “Noticias” buscaba hablarles a sectores que no necesariamente adscribían al peronismo, mientras los 100.000 ejemplares de “El Descamisado” apuntaban al activismo de la tendencia revolucionaria de ese movimiento.
Ello explicaba los estilos diferentes: “Noticias” poseía criterios más parecidos al hoy llamado periodismo independiente; “El Descamisado” apelaba a temáticas, titulares y a un tratamiento de la información propio del militante que se dirige a un compañero. El número 11 del 31 de julio de 1973 dedica varias páginas a la provincia de Salta para registrar la realidad que vivían los campesinos en general y la comunidad originaria de Santa María, ubicada en el departamento de San Martín a la vera del río Pilcomayo.
La nota que ahora transcribimos anuncia en el colgado que “Los campesinos salteños quieren entrar al siglo XX”, mientras el titular reproduce la declaración: “Nuestra única esperanza es Perón”, al que sigue un largo copete que con estilo telegráfico anuncia los puntos que la crónica pretende visibilizar, aun cuando no todos son desarrollados cabalmente: “Un millón de hectáreas en manos de una sola familia, descendientes de Patrón Costas, que no pagan impuestos. Niños argentinos trabajando horarios de 13 a 16 horas por día (…) Obreros rurales pagados en bonos con un recargo del 100% en las mercaderías que compran (…) Por momentos daba la sensación que en el Chaco salteño o en los Valles Calchaquíes, en el turbulento Pilcomayo o por entre los bosques habitados por Matacos, Tobas y Chaneses el tiempo y la historia se hubieran detenido. Este es el testimonio”, anuncia el artículo que tiene una enorme virtud: evidenciar el abandono que sufren los pueblos originarios salteños y de cómo la situación empeora año a año, tal como lo confirman las seis muertes por desnutrición en el mes de enero del año 2020.
A continuación, la transcripción:
APELLIDOS QUE NO SE OLVIDAN
La cúspide del poder económico regional norteño, particularmente en Salta, se encuentra en las manos de unas pocas familias y un par de centenas de intermediarios.
Robustiano Patrón Costas (hijo) cuyo padre inmigrante dijo en junio de 1943 “he militado siempre en los partidos de derecha, lo proclamo bien alto y con orgullo, a esta hora que el izquierdismo está en boga”. Esta familia es propietaria de un millón de hectáreas, aproximadamente, que llegan hasta la cordillera chilena (lo que facilita el contrabando de ganado). Incluido al Ingenio El Tabacal con sus 300 mil, junto a bienes, trabajadores agrícolas y herramientas que por Ley provincial del año 1961 está eximido de impuestos. (…)
Cornejo Linares, latifundista especializado en cañaverales, explotador y negrero dentro de las filas del peronismo. Actualmente senador por el Frente Justicialista de Liberación.
Bunge Born con 400.000 hectáreas (solamente en Salta) con ganado y cañaverales.
Unas diez familias completan un rosario de apellidos, dentro de una economía semi-esclavista de “trabajadores rurales” cuyo promedio de vida no llega a los 40 años, con horarios de 14 a 16 horas por día, sin ningún tipo de beneficios sociales y con salarios pagados en bonos canjeables en provedurías patronales.
No es de extrañar que el actual gobernador Miguel Ragone y su ministro de Gobierno, defensor de presos políticos durante la dictadura, Doctor Enrique Pfister, representantes de un Autentico Gobierno Popular sean blanco de una ofensiva muy bien orquestada por parte de esta “maldita oligarquía”, como la denuncia la calle.
EN SANTA MARIA A ORILLAS DEL PILCOMAYO
El recibimiento dado a EL DESCAMISADO por los indígenas Matacos, ante la presentación de una mujer blanca, Asistente Social que vive con ellos, fue tierno y exigente. Atrás habían quedado 10 horas de marcha (varios días cuando llueve) entre huellas y picanas a través de 100 kilómetros de espesos bosques de gran riqueza forestal-fiscal, rapiñada continuamente “por bandas organizadas desde Tartagal que son las mismas involucradas en el contrabando de coca y ganado desde y hacia Bolivia”.
Al decir del comisario Ávila de Tartagal “sus cabezas principales están actualmente sumariadas y entre ellas figuran ex intendentes y un alto oficial del Ejército. Jefe de Regimiento” y otros cómplices menores.
YANKYS EN SANTA MARIA
Esta primera toldería, con sus 150 familias son la avanzada de otras similares que viven a orillas del Pilcomayo, desde hace siglos y que “el blanco se ha apropiado arrinconándonos en esta reserva” nos dice Zebedeo Torres, responsable de la comunidad, quien el 20 de junio estuvo en Ezeiza siendo testigo junto con 40 más de la masacre dirigida a “mis hermanos peronistas”.
“Acá no hay trabajo” agrega el jefe aborigen, mientras recorremos la escarpada orilla del Pilcomayo. “Nuestras mujeres trabajan la ´yisca´, planta espinosa nos explica, con la cual, luego de un proceso de 15 días, se sacan fibras de gran resistencia que tejen para hacer bolsas colgantes, “mantas que nunca vendemos directamente”. Posteriormente descubrimos que toda la artesanía es “comprada” por el almacenero de Santa María, de origen estadounidense con papeles de radicación dudosos, de nombre Sam Alem que junto con su hermano William son dos notables de Santa María, amos y señores que venden a los niños aborígenes “tres caramelos por 50 pesos”, el azúcar 500 pesos, harina a 200 pesos, yerba a 150 pesos el cuarto de kilo (alimento base) y aceite que no compran por estar fuera de sus posibilidades, “allá en frente, en Bolivia, nos cuestan la mitad del precio”.
Estos dos personajes de origen norteamericano son los que presionan al Coronel Puchetta, Jefe del Regimiento de Tartagal, para que no “nos devuelvan nuestras tierras”, interfiere Domingo Pérez, 40 años, 4 hijos vivos y 4 muertos por la tuberculosis y la tos convulsa.
Luego nos enteramos que también son los principales traficantes de ganado clandestino hacia Tartagal y que fueron testigos principales de un “sonado juicio hecho a los indígenas por blancos”.
TRIPAS DE PESCADO
Bordeando al Pilcomayo, lateralmente a la costa boliviana y paraguaya, nos acercamos a un grupo de pescadores indígenas que vaciaban el extraído del río comiéndose las tripas por “cuanto en esta época la pesca no abunda”, nos aclaran “y todo aquello que pescamos debe ser llevado a Bolivia, por cuanto las leyes que rigen en el país nos impiden venderlo aquí”.
Esta denuncia que afecta a 4000 ciudadanos argentinos, autóctono de la zona y cuya única fuente de recursos está en la pesca está refrendada por el Decreto ley Nacional de la dictadura y ejecutada por la Dirección Bosques, obliga al comprado, es decir al intermediario, a pagar la suma de 12.000 pesos por cada 200 unidades. Esta ley obliga a los aborígenes a llevar sus mercancías a los mercaderes bolivianos y cambiarla por productos de primera necesidad.
Las desventajas de estas operaciones es doble y el pescado que se consume en Tartagal debe ser pagado a 1500 pesos el kilo.
“Estamos cercados en estas reservas de 1.900 hectáreas, con un 50% de mortalidad infantil, sin títulos de propiedad de “una tierra que nos pertenece como nuestro cuerpo que no se vende ni se compra” nos transmite calmo y desde su metro ochenta el jefe Zebedeo Torres. “Aquí están todos nuestros antepasados, ellos nos hablan y como pasa con los peces, nos los vemos, los escuchamos y sabemos que están ahí” (…)
NO ROBAMOS
“Si, es verdad, acá viene muchos pero siempre se han quedado en el pueblo con los blancos”, comenta Domingo Pérez, invitándonos a almorzar en “su casa”. “Queremos únicamente que vivan con nosotros, que coman y trabajen con nuestras familias. Esta es la única forma de conocernos. Entonces comprenderán que no somos vagos, que nuestras enfermedades nos fueron transmitidas por los blancos. Que no somos sucios y que no robamos”. Para terminar diciendo “al principio vienen con la buena intención de ayudarnos, pero como no viven y trabajan con nosotros – repite Domingo Pérez – entonces no pueden cambiar su actitud de blancos”.
TITULOS
A dos meses el Gobierno Popular del Doctor Ragone, ha puesto en marcha medidas tales como: camiones frigoríficos que vendrán a buscar el pescado para ser distribuido en las ciudades; el reconocimiento, con títulos de propiedad, de sus tierras; la formación de enfermeros indígenas por cada toldería “por cuanto si yo pido un remedio a un enfermero de mi raza y que hable mi lengua, él me entiende, mientras que el señor Arroyo, el enfermero que tenemos ahora solo le interesa la plata”, acusan varios. Estas medidas están produciendo sus efectos, a favor y contra, por parte de los grandes terratenientes que ven en estas medidas la embrionaria desaparición de “su divino y sangriento poder terrenal”. Esto también explica por qué el Doctor Ragone y su equipo Ministerial son para la oligarquía salteña los enemigos a eliminar por cualquier medio. Para sus fines cuentan con radios, diarios locales y porteños, sectores de la iglesia local. Poderosos comerciantes e intermediaros contrabandistas y de los otros. En una palabra, todo el antipueblo aliado al imperialismo, como es el caso de Bunge Born.
ESPERANZA
Hacia el atardecer nos alejamos de Santa María, en nuestro viaje de regreso hacia otras tolderías más privilegiadas, por su cercanía urbana. Después comprobamos que para los hermanos Tobas y Chanes, esta cercanía era “relativa”, dado que su grado de explotación y marginamiento era más pronunciada, por la misma circunstancia que sus misiones están más “cercas” de Leyes echas por blancos para blancos. (…)
Dos días después, llegando a Salta, nos enteramos de la renuncia del compañero Campora.