sábado 27 de abril de 2024
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Efemérides | Los orígenes perdidos de la revolución comunicacional

Hoy es el Día Nacional de las Telecomunicaciones, efemérides que celebra que las palabras, sonidos, imágenes y otros datos puedan transmitirse en forma de señales a través de teléfonos, radios, televisión, internet o redes sociales.

Se trata de una verdadera revolución que además de comunicar individuos, acercar pueblos, impulsar el intercambio cultural; enriquecen a las corporaciones que administrando el servicio se han mostrados capaces de romper permanentemente los límites tecnológicos y homogeneizar conductas en todo el planeta.

Una breve historia de la telefonía lo grafica. En 1854 el francés Charles Bourseul planteó que podía utilizarse las vibraciones eléctricas causadas por la voz humana sobre un diafragma para activar un circuito eléctrico que produjera vibraciones similares en otro diafragma que reproduciría el sonido original.

En 1877, Grahan Bell aporto un descubrimiento nuevo: para transmitir la voz se debía utilizar corriente continua y construyó el teléfono: un micrófono que recibe el impacto de las ondas de sonido transformando las vibraciones en impulsos eléctrico que se trasladan por cable hasta un alta voz – receptor que re-convierte la señal eléctrica en sonido.

Las condiciones para que el mundo se convierta en una gran red comunicacional estaban entonces dadas y los saberes nuevos devinieron en tecnologías novedosas que perfeccionaron las vías de transmisión.

Por ejemplo, la utilización de microondas como portadoras de señales telefónicas transmitidas de estación en estación; la telefonía satelital que por medio de antenas terrestres amplifican las señales a satélites que a 35.000 metros de altura retransmiten la señal a lugares lejanos del punto original; sin olvidar que hasta la tercera década del siglo XX se usaron cables de acero o cobre y en 1936 se popularizo el coaxial: tubitos de 0,95 cm. de diámetro que en el centro posee un fino hilo de cobre sujeto a discos plásticos aislantes que pueden cobijar hasta 13.200 llamadas simultáneas.

El coaxial perdería la batalla luego ante la fibra óptica: una pequeña varilla de vidrio que puede transmitir impulsos de luz que transportan mensajes telefónicos codificados digitalmente. Un cable puede reunir hasta 50 pares de fibras y cada par contener hasta 4.000 circuitos de voz. Y así, la tecnología se convirtió en mercancía y requirió de personas dispuestas a adquirirla y al hacerlo, esa tecnología capaz de comunicar pueblos y culturas se convirtió también en un instrumento que homogeneizó las mismas.

Las muchas y cada vez mejores campañas publicitarias lo confirman. Mensajes homogenizadores exitosos que se difunden en centros diseminados por todo el planeta, aunque producidas por pocas corporaciones que lo difunden a escala planetaria con el auxilio de más telecomunicación: radio, televisión, internet, twitter, Facebook, whatsapp, etc.

La uniformidad resultante se la puede observar en adolescentes o adultos salteños indigentes, que en nada se diferencian del adolescente o adulto de clase alta en cuanto a la relación que establecen con su teléfono celular. El aparato de uno podrá cargar con más crédito que el del otro, pero todos en medio de la calle apelan a los gritos para que teléfono portátil convierta en vibraciones la propia voz.

Cuando la escasez de crédito no permita recibir ni hacer llamadas, todos buscan desesperados el lugar que posibilite la conexión de los dispositivos electrónicos de manera inalámbrica como hoy lo permite el wifi. Sea para hablar con otros, sea para invertir largas horas en navegar por la web convirtiendo al pobre y al rico en un ser encapsulado a su teléfono móvil.

Quien viaja por el mundo dará fe de que esos comportamientos se repiten en los rincones más pobres del tercer mundo y en los más lujosos del primero, confirmando que el objetivo del capital por convertir al hombre en consumidor es todo un éxito. Fácil comprobarlo. Alcanza con observar el entorno más inmediato de cada uno para descubrir que las personas pueden imaginarse hoy una vida sin muchos seres queridos, pero difícilmente sin su celular.

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