El crimen de Walter Ponce, el joven apuñalado en una cancha de Dragones el 16 de enero de 2014, sigue impune. La madre y una de las hermanas de la víctima cuentan cómo sucedió todo.
Rosa Velárdez, madre de Walter y Romina Ponce, hermana, hablaron con El Tribuno sobre la indignación que sienten a causa de que los responsables del homicidio de su hijo hayan estado seis meses presos y no hayan vuelto a la cárcel en cuatro años: «Los asesinos estuvieron solo seis meses privados de la libertad por ser menores, ahora con la mayoría de edad siguen libres y disfrutan de la vida, mientras nosotros tenemos que aguantar todo tipo de burlas, incluso de la Justicia que en dos ocasiones permitió que el juicio se postergara», asevera Rosa.
El 30 de octubre del año pasado, el juicio se suspendió en Tartagal porque aparentemente uno de los dos imputados tenía un parentesco conalguno de los jueces: «Ahora nos llegó el comunicado ayer -miércoles- que el abogado de Aranda, uno de los asesinos, solicitó posponer la fecha. Nos preguntamos, ¿hasta cuándo vamos a seguir esperando? Están jugando con mi familia, con todo el dolor que nos dejaron», exclamó la madre de Walter.
El día del hecho, Walter había vuelto de correr alrededor de “Carrera de Tito Vera», la cancha vieja de Dragones. Recibió entre seis o siete mensajes de texto de Cristian Torres y salió de nuevo. Los mensajes decían «Vení maricón, put… nos hagamos cagar…’
Al llegar al lugar recibió tres puñaladas, una fue directo al corazón, las otras en el brazo y al costado del cuerpo: “Adrián Aranda lo agarró para que Cristian Torres lo apuñalara, a mi hermano no le dieron chances de nada, lo estaban esperando para matarlo», sostuvo la hermana de la víctima.
Los familiares sospechaban que había una tercera persona implicada. Se trataba de Facundo Barros, el joven que según el testimonio de los imputados salió con la víctima hacia la escena del crimen y era primo de Aranda.
Fue Barros quien salió corriendo y avisó a su padre que «Cristian había apuñalado a Walter”. El señor se dirigió a la cancha y mientras buscaba a su hijo escuchó a Cristian gritar desesperadamente que era un asesino por haber matado a Walter.
Luego de un par de horas, el cuerpo de la víctima fue trasladado al hospital San Roque de Dragones en la camioneta de un finquero. El asesinato fue cerca de las 22 y el agresor principal fue detenido a las dos de la mañana.
Aranda llegó después haciéndose pasar por un testigo cuando en realidad fue cómplice del crimen. Ese mismo año, tras seis meses detenidos, los jóvenes acusados de homicidio fueron absueltos en Salta capital.