En la semifinal también brillaron Goycochea y Caniggia.
Fue una jornada inolvidable para italianos y argentinos. Se rompía un sueño y crecía otro. Argentina eliminaba a Italia en las semifinales del mundial armado para que la azzurra se consagrara por cuarta vez, algo que recién pudo suceder en 2006.
El partido se jugó en Nápoles el 3 de julio de 1990. Argentina había eliminado a Yugoslavia por penales después de un comienzo durísimo en el que había pasado la primera ronda como mejor tercero y había sufrido como nunca para superar los octavos contra Brasil. El local arrasaba en todos los partidos, no tenía goles en contra y avanzaba a paso firme a la final del 8 de julio en Roma.
Pero antes de la final, Italia debía superar a la Argentina en la ciudad de Diego Maradona. «Diego: Nápoles te ama, pero Italia es nuestra patria», decía una bandera colgada en el estadio que reflejaba la grieta interna entre los napolitanos, que tenían de ídolo máximo al 10 argentino y se encontraban en el momento más difícil.
«Ahora se acuerdan de que Nápoles queda en Italia», dijo Maradona, antes del partido, en referencia a la constante discriminación que los napolitanos, habitantes del sur italiano, sufrían por parte del norte del país.
El partido comenzó como se esperaba: 1 a 0 Italia. En el segundo tiempo, la cosa cambió. Argentina jugó su mejor partido de aquel campeonato y forzó el empate, que llegó después del cabezazo de Claudio Paul Caniggia.
Luego, en los penales, Sergio Goycochea volvió a atajar dos penales, al igual que en los cuartos de final contra Yugoslavia. Maradona convirtió el suyo y juntos arruinaron el sueño italiano. La frustración del local se hizo sentir en la final, cuando el himno argentino fue silbado por todo el estadio.
