Se trató de Joaquín Castellanos quien habló en el Congreso nacional sobre la falta de obras en el norte del país y criticó la postura centralista que todavía hoy resuena en casos como el de la coparticipación (Raquel Espinosa)*.
El valor de las obras consideradas clásicas radica en que perduran a través del tiempo; en ellas laten la tradición y la cultura del mundo. En breves palabras, son obras que por los temas abordados y la forma de exponerlos siguen vigentes y es aplicable a todos los ámbitos: la literatura, la pintura, la música y otras artes. También aplica para la historia y la retórica.
En estos tiempos que vivimos y que, a veces, nos parecen inauditos o extraños es necesario recurrir al pasado para encontrar las claves de interpretación de lo que sucede en nuestro país. Por eso algunos discursos merecen la pena de ser leídos y releídos ya que la lectura y la memoria nos pueden guiar en nuestras búsquedas desesperadas de encontrarle sentido a la siempre compleja realidad.
Dice un diputado de la nación: “Hay provincias, como La Rioja y Catamarca, que no pueden desarrollar su agricultura ni proveer a sus más elementales necesidades, porque carecen hasta del agua necesaria para beber en ciertas estaciones. Y, sin embargo, hasta ahora los poderes públicos no se han preocupado de atender esa necesidad vital para aquellas regiones, mientras que aquí, en la capital de la República, se invierten las rentas nacionales en lo necesario, en lo útil y en lo superfluo. Hay otras provincias, como Tucumán y Salta, azotadas por el paludismo y solamente respecto de la primera se ha provisto parte de la nación, tardíamente a hacer obras de salubridad, esperando la segunda que se haga algo semejante, una mínima parte de lo que se hace a cada momento para la capital federal, porque aquí, en este centro, donde residen las autoridades nacionales, en este centro donde las exigencias sociales son más imperiosas, donde la presión de la opinión es más fuerte, aquí se provee a todas las necesidades del comercio, de la viabilidad, del ornato y hasta los lujos del espíritu, pero no se acuerdan que en las provincias existen necesidades primordiales que si se sintieran en este gran centro de población y no fueran debidamente satisfechas, determinarían la caída de cualquier gobierno”.
El diputado en cuestión habla sobre otros temas relacionados con el Banco Nación y con los impuestos pero me interesa destacar, de forma especial, su preocupación por el tema de las vías de comunicación que el país necesita desarrollar. Al respecto asegura que lo único que ha hecho el gobierno nacional hasta el momento es construir ferrocarriles “con trazas a veces mal construidas” e insuficientes para garantizar el desarrollo de las industrias locales.
Esta situación es marcada como la causa del desequilibrio económico, la pobreza y la despoblación. Quien así describe la situación de muchas zonas del interior del país señala que no se han repetido las iniciativas para mejorar otras vías de comunicación en esas provincias, que resulten más baratas que los ferrocarriles y da como ejemplo el intento de navegación del río Bermejo a cargo de Natalio Roldán. Señala que esa iniciativa estuvo a punto de llegar a concretarse pero que lamentablemente no se continuó: “siendo así que la apertura al comercio de esa arteria fluvial daría vida a todo el norte de la República con beneficios para la nación entera”.
El diputado expresa con vehemencia la existencia de “una verdadera desigualdad en el fondo” y reclama que se pase a la acción para lograr los cambios que se esperan: “Y como yo creo que más tarde o más temprano, en manera más restringida o más amplia, este congreso y los poderes públicos se tienen que ocupar de atender estas necesidades que son urgentes, que son notorias, que son de orden nacional…”
El discurso que aquí evocamos corresponde al Doctor Joaquín Castellanos y ha sido extraído del Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados del Congreso Nacional de la República Argentina del año 1900. Sí, año 1900. Su autor nació en Salta en 1861 y murió en Buenos Aires en 1932. Hombre de trayectoria política que también incursionó en el campo del periodismo y de las letras. Actuó, junto a Carlos Tejedor en la revolución del 80 y también en las revoluciones de 1890 y 1893. Se doctoró en leyes en 1896, fue diputado en el Congreso de la Nación en 1900 y 1914 y gobernador de Salta en 1919, primer gobernador radical de la provincia. Fue el primer docente de la cátedra de Historia Argentina y Literatura Americana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Joaquín Castellanos es también el escritor que en 1887 publicó, en Buenos Aires, el poema “El borracho” cuyos versos más recordados son los siguientes: “Ya van tres noches de festín. En ellas, / Ávido el corazón de un algo inmenso,/ Toda una vida en el placer condenso/ Y aun tengo hambre de placer y amor!/ Quiero beber mi juventud de un sorbo/ Del goce en la frenética locura,/ Como en el ansia de la sed se apura/ Una copa repleta de licor!”.
El poema tuvo una crítica dispar en el momento de su publicación pero luego fue muy leído, siendo catalogado dentro de la “literatura criollista” o “literatura popular”. Siguiendo las modas y tópicos de la literatura de 1880, aún resuenan en otros versos la dicotomía civilización/barbarie impuesta por el progreso, ideal que moviliza con gran fuerza a la cultura hegemónica de la época: “Yo antes amé la vida del desierto/ Adonde libre el corazón se expande,/ Adonde el hombre, inculto pero grande,/ Parece dominar la inmensidad […]/ Hoy busco las ciudades; hoy prefiero/ La sucia fonda […]/ La taberna es mi hogar; en este sitio/ Donde se goza porque en él se olvida,/ Vengo a tomar venganza de la vida/ Usando como un arma el alcohol!”.
Para el espíritu conservador de esos años, este poema resultaba algo vulgar pero la figura del borracho que tanto escandalizó a muchos en el momento de la publicación fue considerada luego por otros como “la primera representación del primer bohemio de Buenos Aires”.
Fuera del ámbito literario que merecería un espacio mucho más amplio, volvamos la mirada al ámbito histórico y político. El discurso de Joaquín Castellanos, diputado nacional en 1900, se estructura y conforma en torno a la defensa del interior, esas zonas lejanas que formando parte de la nación no son consideradas como tales por quienes siguen reconociendo “civilizados” sólo a la capital y sus habitantes, ese centro que reclama como exclusivos todos los privilegios. No hace falta señalar que el discurso de este diputado del interior no encontró ecos favorables ya que 123 años después las provincias siguen reclamando equidad y justicia, la tan deseada “coparticipación”. El fantasma del progreso sobrevuela inspirando ficciones literarias y políticas. ¿Llegarán aquellos días en que los sueños se hagan realidad? Por lo pronto, saludamos la buena costumbre de leer y releer y aquella otra de escribir de tal manera que lo producido se convierta en clásico, es decir, que lo escrito o dicho en determinado momento, siga resonando y nos invite a la reflexión.
*Raquel Espinosa es profesora en Letras y publicó este artículo en CUARTO el 4 de enero del año 2023.