La alta exposición que alcanzaron las barbaridades emitidas por el pediatra en el Senado, deslizó a indagar las formas de trabajo en uno de los centros dirigido por el pediatra. La investigación de la socióloga Camila Stimbaum muestra lo peor.
“Las palabras de Abel Albino no fueron un error”. Así comienza el artículo de la periodista de Página 12 Soledad Vallejos publicado en el día de ayer. “Si Albino estaba allí despotricando contra la interrupción voluntaria del embarazo, fue porque el corazón de su imperio, la “metodología Conin”, es la oposición a toda política pública de educación sexual y salud sexual y reproductiva, a toda perspectiva de derechos sexuales”, enfatizó.
Para confirmarlo, la periodista recurrió al trabajo de la socióloga Camila Stimbaum quien hizo un trabajo de campo entre fines de 2015 y de 2016 en uno de los centros Conin, el de Los Hornos. Habría que recordar, no obstante, que el sistema de Conin funciona como una especie de franquicia: las filiales son locales como ocurre en Salta y otros puntos del país, pero deben seguir el ordenamiento marcado por el alma pater, el centro de Mendoza.
Stimbaum da cuenta de la estrategia en la investigación que sustentó su tesis de grado en la Universidad de La Plata (y que puede hallarse online), “Un estudio en torno a la intervención de una ONG en el campo de la nutrición infantil: el caso de Nutrir Los Hornos”, en la cual se sirvió también de su propia experiencia como voluntaria en Conin, a la que en el texto cambió el nombre por preservar, en ese momento, “en el anonimato la identidad” de la ONG y algunas personas que testimoniaban. El mismo constituye un estudio pionero sobre las dinámicas cotidianas de la Fundación que al finalizar este año habrá recibido más de 120 millones de pesos del Estado nacional y otros montos no conocidos por parte de grandes empresas.
Con respecto al método CONIN, se establece que una de las actividades básicas de los centros Conin son los talleres de “Planificación Familiar Natural”, donde enseñan “a las mujeres a controlar su fertilidad a través de la enseñanza de un método acorde con el ideario religioso de la Fundación, el Método de Ovulación Billings” –un método de antinconcepción “natural” basado en el recuento de días fértiles del ciclo–.
También por eso quienes allí trabajan enseñan a las beneficiarias que las mujeres “somos más femeninas, usamos más palabras, más oraciones” y los varones “son más concretos”. O que “la familia está compuesta por la madre, el padre y los hijos”, porque “la relación sexual es pene y vagina. Eso es lo normal. Si hay otra conducta sexual no es normal”. Por supuesto, allí también se repite como mantra, mientras se proyecta un video sobre desarrollo embrionario, que “la vida empieza desde la concepción”.
Lo dice la propia web de Conin: el eje de sus actividades radica en “la educación de la madre, (que) como principal agente sanitario es la base de todas las intervenciones que se desarrollan para la recuperación del niño, y es a través de ella que se busca la integración de la familia y de la comunidad”. Así lo establece su Manual de Procedimientos (que sólo se conoce puertas adentro), que marca las directivas a aplicar en los centros de todo el país.
Una vez admitidas las mujeres con sus hijos (de hasta 5 años) o embarazadas en los “Centros de Prevención de la Desnutrición Infantil y Promoción Humana”, tras una evaluación médica y social (el “programa de diagnóstico y tratamiento”), comienza el ciclo. A la participación en el “Programa de asistencia” (la entrega de un bolsón con alimentos, que en algún momento incluyó productos de Monsanto), sigue el núcleo del proceso: el “Programa educativo y de promoción humana”. Se trata de “actividades educativas” para mujeres y niños por separado; mientras niñas y niños juegan o permanecen en la guardería, sus madres participan en talleres de alfabetización, oficios y salud. Son estos últimos los centrales, porque allí es donde se hace fuerte la voluntad de Conin: intervenir a partir de la moral, porque, como dijo Albino el miércoles en el Senado, “las crisis mundiales son crisis morales”.
En el taller de “Planificación familiar natural”, relevó la socióloga Stimbaum, se enseña a las asistentes “las diferencias anatómicas, fisiológicas e incluso comportamentales que caracterizan a hombres y mujeres”. En uno al que asistió, se dijo, por caso, que “los hombres poseen ciertas características sexuales y hacen trabajos de fuerza”, mientras que las mujeres “poseen características sexuales diferenciadas de la de los hombres, una contextura física más pequeña y realizan otras actividades como mirar novelas, corte y confección”. Se trata de atributos “naturales” y “propios” de cada género. Se enseña que “la familia está compuesta por la madre, el padre y los hijos. Las parejas se unen para toda la vida y los hijos son frutos de ese amor”, se proyectan videos “sobre el desarrollo embrionario de un niño hasta su nacimiento, el cual apuntaba a sensibilizar a las mujeres para que comprendieran que ‘la vida empieza desde la concepción’”. “El taller, más que reprimir la sexualidad u ocultarla, trata de producirla a través de la transmisión de ciertos estereotipos de género”, señala Stimbaum en el trabajo. Esas enseñanzas, luego, se complementan con las lecciones de puericultura según las cuales el cuidado de niñas, niños y lo doméstico está a cargo de las mujeres, mientras que el rol del proveedor es responsabilidad del varón.