Fue vicepresidente de Roque Sáenz Peña a quien reemplazó cuando éste pidió licencia por enfermedad. Había nacido en Cachi, peleó en la Guerra de la Triple Alianza y como presidente declaró la neutralidad del país en la 1° Guerra Mundial.
Victorino de la Plaza había nacido en Cachi en el año 1840 y llegó a la vicepresidencia en 1912 acompañando a Roque Sáenz Peña en el binomio del Partido Autonomista Nacional. La historia anterior del salteño es singular: hizo la escuela primaria en una institución pública y de adolescente vendió diarios, jabones y empanadas hasta que fue becado por el gobierno de Justo José de Urquiza para cursar en el Colegio del Uruguay, Entre Ríos, donde fue compañero de Julio Argentino Roca.
Ya en Buenos Aires y como estudiante de filosofía comenzó a trabajar en la Contaduría Nacional, pero abandonó todo y se sumó a los batallones que participaron de la Guerra de la Triple Alianza siendo galardonado por el gobierno de Uruguay por su desempeño en los combates de Estero Bellaco y Tuyutí. Tras el conflicto y de nuevo en Buenos Aires, estudió abogacía y fue apadrinado por Dalmacio Vélez Sarsfield. Participó de la redacción del Código Civil, fue abogado de bancos y diplomático apostado en Londres donde, en 1890, renegoció la deuda externa del país por encargo del presidente Pellegrini.
Ya como vicepresidente debió reemplazar a Sáenz Peña que solicitó una licencia por enfermedad de la que nunca pudo volver. Como presidente en ejercicio reglamentó la ley de voto universal secreto y obligatorio y declaró la neutralidad argentina en la Primera Guerra Mundial. Es considerado el último presidente del período conservador y fue el encargado de entregar la banda presidencial a Hipólito Yrigoyen.
La casa en la que Victorino de la Plaza vivió hasta su muerte en 1919 también es objeto de informes periodísticos. Ubicada en el barrio porteño de Recoleta – Libertad 1235, entre Juncal y Arenales – termino en manos del Estado nacional. Y es que sin hijos que lo hereden, el salteño dejó dineros, libros y mapas a la UBA a los hospitales de Salta y a la Biblioteca Pública de Cachi.
Su casa, mientras tanto, es hoy sede de la usina de “espías” de la AFI, ex Side. La casa fue comprada por el Estado durante la presidencia de Arturo Frondizi, según le contó a TN.com.ar Oscar Torres Avalos, subsecretario de Medios entre 1986 y 1989, quien en esa época tenía a su cargo la Escuela de Inteligencia.
“La casa tiene 3.000 metros cuadrados, un amplio jardín detrás y sótanos donde llegó a funcionar un gimnasio para dar clases de boxeo a los agentes, a cargo de un profesor de lujo: el ex campeón del mundo de la categoría welter junior, Nicolino Locche” informó hace varios años la señal de noticias Todo Noticias. En ese edificio el sistema secreto recluta, adoctrina y especializa futuros a través de cursos, seminarios y posgrados como paso previo a formar parte del plantel formal de espías.
La página más negra de la Escuela Nacional de Inteligencia se escribió el 26 de febrero de 1998. El agente Alberto D’Attoli, cansado de que la jubilada Sofía Fijman entrara a la casa a darle de comer a unos gatos que pululaban por el jardín, le cerró la reja que pesa 600 kilos en la cabeza y la mató por aplastamiento del tórax y del cráneo. La justicia terminó condenándolo a 10 años de prisión por «homicidio simple».
“En la escuela de los espías, no sólo hay secretos terrenales. Entre los empleados corre un rumor desde hace tiempo. Dicen que a la noche suben y bajan solos los ascensores de la casa o se mueven lápices y biromes. Algunos lo toman con gracia y otros no tanto. Aseguran que es el fantasma de Victorino De La Plaza, que todavía deambula en la que fue su casa” reseñó el canal de televisión mencionado en un informé del año 2015.