Un análisis de ADN demuestra que el soldado Héctor Walter Aguirre no está enterrado en la tumba que comparte con Luis Sevilla, un salteño oriundo de Rosario de la Frontera. El ADN de Sevilla todavía no concluyó.
Aguirre era soldado de la Fuerza Aérea y supuestamente yacía en una de las dos sepulturas colectivas que hay en el cementerio de Darwin. La misma contendría los restos del salteño Luis Guillermo Sevilla y Mario Ramón Luna (ambos soldados de la aeronáutica) y el gendarme Ricardo Sánchez.
Todos los familiares de estos héroes caídos en el conflicto del Atlántico Sur sospechaban desde hacía 14 años que los restos allí enterrados no eran de sus familiares y ahora la familia Aguirre lo confirmó. Primero porque el nombre del soldado no figuraba en el cementerio original que había dejado el militar británico Geoffrey Cardozo en 1983 y que fue el que se encargó de recoger los cadáveres de los caídos argentinos en distintos puntos de las islas y enterrarlos en Darwin. Anoche, el error fue confirmado al diario LA NACION por la hija de Aguirre, Mariana Soledad, luego de salir de la reunión en la que fue notificada del resultado del análisis de ADN por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
Las sospechas se extienden ahora al caso de los otros dos caídos – Sevilla y Luna – cuyos nombres en las placas de granito que se colocaron en lugar de las cruces de madera originales – al igual que el de Aguirre – aparecieron tras la remodelación del cementerio, en 2004.
LA NACION ya había publicado el 2 de julio pasado los detalles de una denuncia penal iniciada por una ciudadana particular y los reclamos de las secretarías de Derechos Humanos de distintas provincias que impulsaron la investigación, cuyo primer resultado se conoció anoche.
Historia del yerro
Los familiares se enteraron de casualidad de que sus caídos tenían, repentinamente, una tumba. Nadie les había informado nada. Nadie les había dicho que los soldados habían sido identificados. Cuando preguntaron, les respondieron que era una cuestión simbólica. El tema podría haber quedado en la nada, ya que las familias de estos soldados son gente humilde, varios de ellos del Norte argentino, sin recursos económicos para reclamar en Buenos Aires.
Alicia Panero, una profesora de Historia de Córdoba e investigadora de la guerra, se enteró de lo que sucedía, estudió los casos, comparó los planos del cementerio que dejó Cardozo con los actuales, chequeó nombres y sitios donde habían sido encontrados los cadáveres y llegó a la conclusión de que los familiares tenían razón: no había registro alguno de que esos caídos hubieran sido ingresados al cementerio después de 1983, o de que hubieran sido identificados de alguna manera. La aparición de los nombres no tenía explicación. En total, registró 12 casos similares en cinco tumbas. Finalmente, presentó una denuncia en los tribunales federales de Córdoba.
En esa denuncia, que hoy se encuentra en Comodoro Py, reclama a distintos funcionarios nacionales y a la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur (la ONG encargada de la administración y mantenimiento del cementerio desde 1983) que esclarezcan la situación. A partir de ese momento, y con la ayuda de las secretarías de Derechos Humanos de Santiago del Estero, Salta y Chaco, se aceleraron los tiempos. Se tomaron las muestras de ADN de tres familias (Aguirre, Sevilla y Luna) y el de ayer es el primer resultado que se conoce.