Al menos una vez por año se realizan piquetes, acampes y marchas en la Capital Federal por hechos que suceden en Salta. Viajes que se diluyen en la voracidad de la gran ciudad.
La semana pasada se realizó una manifestación de trabajadores azucareros frente al Ministerio de Trabajo de la Nación, en Buenos Aires. La protesta fue motivada por la crisis que vive en sector en nuestra provincia y en Jujuy.
La movida fue una de las tantas que los salteños desesperados realizan en la gran ciudad. En 2016 fueron los trabajadores desocupados del departamento San Martín, que durante una semana a mediados de aquel año cortaron parcialmente la avenida 9 de Julio.
El año pasado, representantes de comunidades originarias del norte de la provincia acamparon en una plaza cercana al Obelisco para exigir agua corriente, escuelas y atención médica.
En la mayoría de los casos, las protestas representan un punto mínimo en el gran cuadro caótico de Buenos Aires. Movidas que pasan desapercibidas para el porteño promedio, acostumbrado a las movilizaciones. Para colmo, las iniciativas salteñas suelen ser concretadas por pocas personas, algo que les quita todavía más importancia.
De hecho, estas protestas no siempre se ven con malos ojos desde la provincia, donde prefieren que las marchas y reclamos se trasladen lejos de las zonas de conflicto y donde la responsabilidad pasa a ser de Nación. Para el gobierno siempre será mejor que quince salteños pasen desapercibidos en una avenida gigantesca que está a miles de kilómetros.
Una excepción
Un caso reciente que no pasó desapercibido fue el acampe que realizaron las comunidades originarias frente al Congreso Nacional para pedir la prórroga de la Ley 26.160, que impide el desalojo de las tierras que habitan. La diferencia con las demás protestas fue que en esta oportunidad no fueron solamente los salteños los que protestaron. Además, la iniciativa recibió un gran apoyo de organizaciones y partidos políticos y una gran cobertura mediática.