Lamentablemente la mortandad de abejas es un problema que acucia a estas poblaciones de polinizadores en todo el mundo.
En diciembre pasado ha sucedido en la localidad salteña de Metán, donde la actividad de productores de miel ha sido afectada por la aplicación de agroquímicos, por lo cual un sistema de alerta de avisos de aplicación de agroquímicos está siendo considerado para su puesta en marcha, como se hace en otras zonas del país.
Esto revela una vez más una competencia desigual entre las pequeñas actividades sostenibles y las grandes producciones contaminantes, donde el que prevalece es el más fuerte, dado que los efectos de devastación son importantes.
Volvemos a la reflexión entre la competencia de modelos de producción, donde por supuesto, los más “rentables” son los que serán más sostenidos, y los otros deberán acomodarse a ciertos horarios para fumigación.
El problema seguirá sin embargo en incremento, debido a las decisiones que van hacia el lado de la producción masiva del monocultivo, cuando son las pequeñas producciones sostenibles las que hacen vivir a familias productoras con la posibilidad de producir ecológicamente (si los dejan) un producto noble como es la miel y sus derivados, de alto valor agregado, actividad necesaria no sólo por sus productos, sino también por representar una parte de equilibrio natural en nuestras regiones.
Por lo cual esta actividad es promovida por las instituciones gubernamentales a cargo. Incluso a nivel mundial se celebra el Día Mundial de las Abejas, el 20 de mayo, en recuerdo del nacimiento de Anton Jansa (en 1934), productor pionero de la apicultura moderna, con el interés de relevar la importancia de éste y otros polinizadores, necesarios para la vida.
El problema por abordar tiene entonces múltiples facetas, no sólo se trata de proteger a estos polinizadores y a los productores involucrados en esta noble y sostenible actividad, sino también los lugares en los cuales trabajan, como la calidad ecológica de las mieles y otros productos de las colmenas (jalea real, polen, propóleo, ceras), que son de alto valor agregado.
Cualquier titular de una producción de tipo ecológico, y más aún si se trata de un producto certificado orgánico, conoce la importancia de preservar la zona de producción de todo tipo de contaminación que pueda incidir en la calidad del producto, sea éste destinado directamente al consumidor o a un intermediario en la cadena productiva o de comercialización. Es decir, es necesario pasar una serie de análisis que van a evaluar la calidad del producto y definir la presencia o no de contaminantes, cuya presencia incluso podría impedir la comercialización o la aprobación del producto en el mercado destinatario, debiendo cumplir por supuesto, con las regulaciones básicas correspondientes en cuanto a la composición cuantitativa y cualitativa del producto en cuestión. El SENASA (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) es el organismo encargado de controlar la contaminación de estos productos en los establecimientos habilitados.
Así como se trata de un producto natural con muy buenas propiedades, se trata también de un producto de excelencia para el mercado de exportación, como producto sano y natural, siendo evidentemente su marketing desarrollado a partir de la pureza de la flora de origen, flora que confiere las particularidades de las mieles de calidad.
Por lo tanto, las acciones a llevar a cabo para proteger a este sector de producción debieran incluir la generalidad del dominio de producción, a partir de una posible transición agroecológica, que sabemos difícil en un territorio donde la expansión de la agroindustria sobre las zonas naturales, incluso protegidas, no cesa de aumentar.
Siendo esta actividad productiva sometida a las regulaciones para productos alimentarios (capítulo X, artículos N° 782 y N° 783 del Código Alimentario Argentino), también corresponde un registro de los productores en el RENAPA (Registro Nacional de Productores Apícolas). En el Instructivo de Autogestión 2016 para inscripción o actualización, por ejemplo, se detalla que corresponde la indicación del punto exacto donde se encuentra cada uno de los apiarios, siendo que el sistema permite la geolocalización con latitud y longitud una vez realizada esta indicación. El productor debe declarar que lleva a cabo esta actividad productiva en zonas habilitadas para tales fines, en correspondencia con la normativa municipal competente. También debe declarar bajo juramento que “las colmenas del o los apiarios a mi (su) cargo, no han sido tratadas con sustancias peligrosas o supuestamente peligrosas para la salud humana, y que en caso de haberlo sido se han respetado los tiempos de restricción establecidos en los marbetes comerciales de los productos formulados con dichas sustancias”.
Es claro que no se puede considerar responsables de las contaminaciones sufridas a los propios productores, sino que hay que ir en busca de los verdaderos responsables, y en ese caso, es el Estado el que debe ofrecer las garantías del cumplimiento de las normas para el buen ejercicio de esta actividad.
Por ejemplo, en relación con un problema del sector que ocurre a nivel mundial con cierto tipo de insecticidas -lo cual dio lugar a que las agencias regulatorias reevalúen sus usos agrícolas-, en la última acta disponible on-line del Consejo Apícola Nacional, con fecha 24 de setiembre 2019, se menciona la exigencia de la realización de los estudios de evaluación de riesgo de insecticidas de la familia de los Neonicotinoides y Fipronil, con plazo de finalización de la fase 1 del estudio para el 28 de febrero 2020, por parte de las empresas involucradas interesadas, siendo el organismo indicador las abejas (Apis mellifera, Hymenoptera: Apoidea). Este estudio contaba con varias fases, en el caso de que los valores de los coeficientes de riesgo RQ -Risk Quotient- agudos y crónicos (toxicidad aguda y crónica) resultantes de los modelos aplicados fueran mayores a los Niveles de Preocupación LOC -Level of Concern-, estaba previsto el refinamiento de la evaluación (exigible al 31 de julio 2020) midiendo la concentración de estos plaguicidas en el polen y el néctar de los cultivos tratados. La Dirección de Agroquímicos y Biológicos del SENASA quedaba entonces a cargo de las decisiones derivadas del análisis de estos resultados.
Este tema es por cierto un tema técnico, cuyo correcto análisis depende del trabajo conjunto de los diferentes organismos implicados (nacionales, provinciales y municipales) eventualmente empresas damnificadas y responsables de la contaminación, y para este caso preciso, es obvio que la toxicidad está demostrada por la mortandad del 70% de las abejas de los productores damnificados. Esperemos que se tenga en cuenta todo el proceso, para evitarle a este sector de producción más inconvenientes en el futuro.
Para más información, ver:
Investigan una tremenda mortandad de abejas cerca de Metán (30 enero 2021)
https://www.youtube.com/watch?v=Zck9fd8TkZE
Alerta para proteger a las colmenas de los agroquímicos (27 abril 2021)
Las abejas en Córdoba habrían muerto por “aplicación de pesticidas en la única oferta floral de la zona” (20 marzo 2018)
Instructivo de carga online RENAPA
Minuta de la 2da. Reunión del Consejo Apícola Nacional
Evaluación de riesgos de los usos agrícolas de insecticidas de la familia de Neonicotinoides y Fipronil, para los insectos polinizadores
https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/analisis_de_riesgo_de_los_neonicotinoides_0.pdf