Recientemente se ha informado sobre la contaminación en áreas de frontera con Bolivia por los derrames de crudo, lo cual produciría la contaminación del agua que consume la población en la zona y en el río Bermejo. (Sandra Carral Garcín)
El fenómeno que puede producirse no sólo por derrame directo sino por persistencia ante la inoperancia de las autoridades que deberían actuar en el caso, es como se sabe, no sólo un problema ambiental sino fundamentalmente un problema de salud pública, la cual, desde el inicio de la pandemia por la COVID-19, sería una prioridad para nuestros gobiernos.
Generalmente son noticia los grandes derrames en océanos y en mares, por el evidente daño ambiental, pero tratándose de una situación crónica como en este caso, que lleva años y que tiene lugar en ríos y zonas aledañas, y donde los afectados además del ambiente son los humanos, parece que la desatención de estos temas se hereda con las distintas administraciones, sin llegar a una solución para la población, cuando la calidad del agua es, en estos tiempos de crisis sanitaria, y desde siempre, una de las bases de la buena salud.
Para comenzar, urge un diagnóstico del problema en cuanto a su incidencia y extensión, para poder tomar las medidas del caso, no sólo en cuanto a quiénes son los responsables, y quiénes deben hacerse cargo de la remediación, además de asegurarle a la población el suministro seguro del tan preciado líquido.
Según el Manual para Control de Derrame de Petróleo*, el mecanismo de contaminación más serio corresponde a los derrames operacionales continuos, en comparación con la contaminación accidental puntual, lo cual depende, por supuesto, de las medidas que se tomen en el momento de los derrames y de su amplitud e intensidad.
Al respecto, como medidas de contención frente al derrame (el Manual trata el tema de los derrames en océanos y mares, pero puede aplicar con ciertas adaptaciones a estas circunstancias) se debería evaluar el incidente recogiendo la información cuantitativa y cualitativa necesaria, predecir el comportamiento del derrame (evaporación, desplazamiento, extensión, etc.), tomar medidas precautorias, evaluar los daños, proceder al control del derrame y a la protección de áreas críticas, a la limpieza de las riberas y eliminación de los desechos y residuos colectados, informar a la prensa, ocuparse del cuidado y tratamiento de la fauna afectada, organizar la seguridad en la escena del derrame, los aspectos logísticos (acceso de materiales y equipos a la zona del derrame, adquisición de materiales) y las comunicaciones.
La incidencia ambiental del derrame está condicionada por el tiempo de permanencia y la masividad del producto derramado, el cual además puede sufrir procesos de alteración naturales, según el tipo de contaminante, su composición y características. Tratándose de petróleo crudo, por ejemplo, al tener una mayor proporción de componentes de bajas solubilidad y volatilidad unidas a una mayor viscosidad, prolonga el tiempo de acción del contaminante. Una pequeña cantidad de petróleo puede extenderse a grandes extensiones de agua, afectando el sistema ecológico involucrado, razón por la cual debiérase actuar prontamente para evitar la extensión del daño.
Si se trata de un problema crónico, como el derrame mencionado, sería conveniente realizar los estudios correspondientes en las poblaciones y áreas afectadas.
Un estudio publicado en 2010, llevado a cabo por expertos españoles con el objeto de determinar las concentraciones de compuestos petroquímicos en las fuentes de agua de consumo para comunidades cercanas a campos petrolíferos del Chaco Boliviano, analizó muestras de 42 fuentes de agua de consumo humano situadas en un radio de 30 kilómetros de un campo de extracción de petróleo. Las muestras correspondían a agua de: río o arroyo (19), grifo (17), pozo (5), laguna (1).
Se estudiaron las concentraciones de hidrocarburos totales de petróleo -HTP-, 16 hidrocarburos aromáticos policíclicos -HAP-, incluyendo el benceno, tolueno, etilbenceno y xilenos -BTEX-, y 22 metales. En 76,19% de las muestras se halló algún contaminante petroquímico en concentraciones mayores a las normas de referencia tomadas para el estudio (norma boliviana N512, directiva europea 98/83/CE, estándares EPA -Agencia para la Protección del Medio Ambiente USA-, recomendaciones OMS). En este caso, las muestras con mayor contaminación fueron las provenientes de grifos y ríos, siendo los contaminantes más frecuentes: HTP, HAP, aluminio, arsénico, manganeso y hierro. Con lo cual, los expertos concluyeron que el agua de esas comunidades no era segura, siendo la contaminación muy por encima de los valores de seguridad de las normas bolivianas e internacionales citadas, poniendo en riesgo la salud de sus habitantes (por ejemplo, los HAP son muy tóxicos para el ser humano, siendo varios de ellos clasificados como cancerígenos, mutagénicos o teratogénicos). El desglose de los datos obtenidos, en comparación con valores de otras zonas de producción petrolera, parece apoyar la hipótesis de que esa contaminación en efecto tenía por origen las descargas o derrames provocados por este tipo de actividad.
Las poblaciones cercanas a este tipo de instalaciones, según estudios epidemiológicos -que son escasos para este tipo de contaminación- pueden presentar mayor riesgo de alteraciones cutáneas, complicaciones respiratorias, enfermedades neoplásicas, tumores cerebrales, melanoma y cáncer de pulmón, aumento en incidencia de nacimientos prematuros, abortos espontáneos y bajo peso al nacer. Frente a estos riesgos, y a que los sistemas de potabilización del agua pueden no solucionar este tipo de contaminación no biológica, en sus recomendaciones esta investigación incluye las siguientes:
– Monitoreo sistemático del grado de contaminación del agua de consumo en comunidades cercanas a este tipo de explotación
– Exigir el cumplimiento de la normativa ambiental respectiva a los vertidos de la actividad industrial desarrollada
– Realizar estudios para medir y observar las fluctuaciones asociadas a fugas puntuales y variaciones estacionales
– Análisis del impacto real en la salud de las poblaciones afectadas mediante la realización de los estudios correspondientes
En definitiva, se trata de responsabilizar a los culpables de estos vertidos, confrontarlos a los compromisos ambientales asumidos en los Estudios de Impacto Ambiental y Social previos a la autorización y desarrollo de las actividades, tanto como a los funcionarios a cargo, cuyo trabajo debiera consistir en el control de éstas y de sus efectos.
Referencias:
* Manual sobre Control de Derrames de Petróleo: versión preliminar
https://repositorio.cepal.org/handle/11362/18742
** Contaminación del agua en fuentes cercanas a campos petrolíferos de Bolivia