El último informe del INDEC revela una brutal caída del 3% en los ingresos reales de los sectores medios, mientras el 20% más rico incrementó su riqueza. La mitad de los hogares argentinos sobrevive con ingresos inferiores a la línea de pobreza.
En medio de una crisis económica sin precedentes, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) develó un escenario devastador en su Encuesta Permanente de Hogares del tercer trimestre, que expone la profundización de la brecha social en el país.
Los números son contundentes y alarmantes: mientras los ingresos familiares totales se dispararon un 238,6% interanual hasta alcanzar los $12.327.531 millones, este incremento nominal quedó por debajo de una inflación desbocada del 236,4%, pulverizando el poder adquisitivo de la población. El espejismo de las cifras nominales no logra ocultar el empobrecimiento generalizado.
La clase media, histórico pilar de la sociedad argentina, sufre el golpe más duro con una pérdida real del 3% en sus ingresos, evidenciando su progresiva desaparición. Mientras tanto, el segmento más privilegiado de la sociedad no solo logró mantener su nivel de vida sino que lo incrementó un 3,04% en términos reales, profundizando una desigualdad que parece no tener freno.
El deterioro del mercado laboral resulta escandaloso: pese a que más personas se vieron forzadas a buscar trabajo, el salario promedio se desplomó un 1,6%. Con una mediana salarial de apenas $500.000, la mitad de los trabajadores ni siquiera alcanza a cubrir la mitad de una canasta básica familiar, que ya supera los $935.000. El trabajo formal ha dejado de ser garantía de una vida digna.
La fotografía de la desigualdad resulta estremecedora: mientras la mitad de los hogares sobrevive con menos de $910.000, hundiéndose en la pobreza, el décimo más rico de la población acumula ingresos 18 veces superiores a los más pobres. Estas cifras no son meras estadísticas: representan el drama cotidiano de millones de familias argentinas que ven cómo su calidad de vida se deteriora mes a mes, en un país donde la pobreza ya alcanza al 52,9% de la población.