Está en la ciudad de Balcarce, en la provincia de Buenos Aires. En 2014, el Concejo Deliberante votó para retirarlo pero no se avanzó en la medida.
La ciudad de Balcarce se encuentra al sur de la provincia de Buenos Aires. Es la localidad de Juan Manuel Fangio. La sede de algunas de las obras del emblemático arquitecto Francisco Salamone. Y también la cuna del único monumento a José Félix Uriburu, el dictador salteño que encabezó el primer golpe militar en Argentina.
«No es casual que hayan elegido la ciudad de Balcarce para poner un monumento del golpista. En la década de 1930 y 1940 la ciudad había sido copada por los conservadores quienes (…) emplazaron un monumento al dictador a modo de provocación y goce. Balcarce era una ciudad antiperonista, aún antes de que existiera el peronismo», escribió el abogado y magíster en Ciencias Sociales Esteban Rodríguez Alzueta, autor del libro Esa piedra: fiebre de memoria y monumentos decapitados, publicado en 2021 por Firpo Casa Editora.
«Los radicales yrigoyenistas intentaron sacarlo en diferentes oportunidades, de muchas maneras. A veces a través de sus concejales, que presentaron proyectos para su retiro, y otras quisieron arrancarlo de cuajo con sus propias manos», agregó el autor.
En 2014, el Concejo Deliberante de Balcarce aprobó el retiro de la estatua. Sin embargo, su presencia es fuerte en Balcarce. El monumento no se movió y siguió en una plaza de Favaloro y Calle 18.
Hace dos años, durante los actos por el 24 de marzo, integrantes de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos hablaron junto a la estatua. Señalaron que Uriburu «permanece ahí, vigente, como una muestra de poder, de autoritarismo, de represión y violación de los derechos humanos».
En un texto firmado por el escritor Santiago Ortigosa, durante el acto se aseguró que «algunos ciudadanos, por más absurdo que suene para las épocas que transitamos, defienden a este héroe de la infamia, a este militar hecho de bronce que se erige en el centro de la ciudad».
El Diario de Balcarce difundió el texto de Ortigosa, que agregó que muchos en esa localidad «justifican su permanencia porque es una imagen histórica y debe quedarse ahí, en pie, porque la historia no se olvida». «Acaso, ¿no será que estos conservadores no se animan a reconocer a toda voz que esa imagen los representa a ellos? ¿No será que se sienten bien, seguros y muy a gusto con este personaje que simboliza el poder de los más privilegiados y el castigo y la muerte de los más vulnerables?», siguió.
«Ni el gobierno pasado ni el actual han tenido el suficiente coraje para retirarlo. Entonces me pregunto si es una cuestión de coraje o realmente no les importa. ¿Por qué no lo retiran? ¿Qué lo impide? ¿Con quién temen quedar mal? ¿Se necesita hacer un revisionismo histórico desde la cúpula política para hacer cumplir la ordenanza? Estaría bueno que alguien pueda aclararnos la duda. Mientras tanto, el monumento sigue ahí como festejo o conmemoración a la atrocidad de tiempos pasados que muchos todavía aplauden. Y como dijo el mismísimo Osvaldo Bayer: ‘(…) el fusilador de obreros, desafía los vientos del sur y los soles pampeanos. Un héroe fabricado por el poder de los dueños de la tierra y el dinero'», agregó el escritor.
En su libro, Rodríguez Alzueta señaló que mientras el monumento a Uriburu sigue inamovible, la estatua de Evita, ubicada muy cerca del homenaje al dictador salteño, «no tuvo la misma suerte»: «Lo voltearon unas cuantas veces y lo arrastraron por la ciudad tirado por camionetas, sea para expresar rabia o para mandar un mensaje de escarmiento al resto de los peronistas».
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