En un contexto geopolítico por momentos bizarro, surgen reacciones de algunas naciones para poner límites a intromisiones no deseadas. Pero claro, para reaccionar hay que tener con qué y estar preparado. (Sandra Carral Garcín)
Recordando la infancia tranquila (los sobresaltos no son los mismos de ahora), rememoro los dibujos animados y películas inocentes de aquellos tiempos, donde uno de los personajes más frecuentes era el malo que se erguía con su pretensión de dominar el mundo.
En aquellos tiempos no hacía ninguna relación entre tales pretensiones de poder y hegemonía con las guerras que se aprendían de la historia, en general, de países foráneos y lejanos no sólo geográficamente sino también en el tiempo.
Una cosa son los intereses geopolíticos y otra muy distinta la supervivencia, puesto que cuando se trata de ricos y pobres, ya sabemos quiénes dominan.
El problema es cuando el pobre tiene algo, sean recursos naturales, energía, alimentos, agua, etc. Y cuando el rico desea ese algo para sí, pero no a costa de pagar lo que eso vale, sino a costa de negocios que dejen al pobre más pobre una vez desprovisto de su riqueza.
En el recorrido histórico de las naciones, creía en un orden que tendía al equilibrio y al bien común, aún con esos precedentes, y es lo que se hubiese esperado de la evolución de la humanidad.
Pero no ha sido así. Hay que reconocer que hay un declive enorme en la actualidad, en comparación con el pasado. Porque en un siglo en el cual debiera lograrse ya el tan ansiado bien común para todas las naciones, una agenda supuestamente diseñada para los buenos objetivos sostenibles provoca una decepción que comienza a ser importante, aunque no se note en los medios masivos de comunicación (justamente manejados por los poderosos intereses de unos cuantos, que, como en los dibujos animados, tienen ahora la pretensión de dominar el mundo con un nuevo orden mundial).
También en las películas que recordamos eran retratados gobiernos mundiales pero supuestamente eran los sabios quienes dirijían los destinos de la humanidad.
No podemos decir que tal sea el caso hoy en día, y así es como decisiones irracionales se presentan como naturales e inteligentes, e incluso justas.
Algunas naciones aún libres no aceptan el orden de unos pocos que se quiere imponer a los otros, bajo una máscara filantrópica donde hay que ayudar bélicamente al bueno, contra el malo dominador. El bueno es presentado como víctima en todo acontecimiento de importancia mundial, por supuesto. Y quienes así lo presentan, tan sospechosamente, creen que todos creeremos que ésa es la verdad.
La censura, el bloqueo contra el malo, nos llevan a otros tiempos. Y hay que escarbar (por suerte se puede escarbar en medios independientes que justamente no son masivos ni tradicionales) para tener una comprensión real de los hechos.
En este contexto bizarro, surgen las reacciones de algunas naciones que para defenderse, soberanizan, es decir, hacen valer su soberanía, y así comienzan a poner límites a ciertas intromisiones no deseadas. Pero claro, para reaccionar así, hay que tener con qué, había que estar preparado, no estar en el aire.
Y no se trata sólo de naciones dominantes, sino de élites dominantes, como se les llama, las que tienen, o quieren tener, el control de todo y de todos.
Ahí la cosa es más crítica, puesto que son los intereses privados quienes parecen dominar ahora a los estados soberanos.
Por eso es muy molesta la sensación que despiertan los conciliábulos internacionales entre delegados de diferentes países reunidos para definir el acuerdo de un tratado pandémico que otorgaría la soberanía sanitaria a una entidad como la OMS -Organización Mundial de la Salud-, ahora muy desprestigiada después de la crisis por la pandemia COVID, donde los manejos no han sido ni efectivos ni claros, salvo en relación con la salvaguarda de intereses de los conglomerados denominados Big Pharma y de todos sus tentáculos.
Los pasos realizados en distintas etapas han ido configurando el ambiente ideal para la declaración de pandemias, de hecho, como nunca en este siglo hemos tenido varias y según parece, dada la “urgencia” del mencionado tratado pandémico, vendrán más, las cuales son incluso anticipadas en simulacros preparados para tales fines.
Así por ejemplo, se adaptan conceptos, tratamientos génicos se denominan vacunas aunque no impidan la transmisión de las enfermedades que se quiere combatir con ellos. Se desconoce la inmunidad natural para que la única inmunidad posible sea la adquirida por la inyección de varias dosis vacunales.
Que aún sigamos hablando de “olas”, luego de más de 2 años de pandemia, y que ahora sean múltiples los términos sanitarios de moda (miocarditis, pericarditis, etc.), así como que haya nuevos brotes de enfermedades de tipo infeccioso, luego de la campaña de vacunación más masiva jamás practicada con productos experimentales -un contrasentido para la seguridad sanitaria-, con seguimiento defectuoso de los inoculados y cierta desaparición de los casos de control de los ensayos clínicos, es sospechoso. Y éste es el ambiente que rodea a este tratado pandémico que busca someter las soberanías sanitarias nacionales a las decisiones de un organismo que lo que más ha demostrado en estos últimos tiempos, es estar al servicio no de la salud pública, sino de los intereses privados, que son la fuente de gran parte de su financiamiento.
Este imperialismo sanitario debiera ser evitado, puesto que es opuesto a la solución de las crisis desatadas por él mismo. Para ejecutar tales políticas se deberá otra vez aceptar que las constituciones nacionales y los derechos humanos sean pisoteados, como ha sido en estos años que debieran recordarse como de gran ruptura civizacional. No hay que olvidar.
Para más información:
The Gates Foundation, Ebola and Global Health Imperialism (2015) https://www.researchgate.net/publication/281625639_The_Gates_Foundation_Ebola_and_Global_Health_Imperialism