martes 15 de octubre de 2024
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Juan Carlos Romero en Tartagal | Recuerdos de los años de plomo

El ex gobernador busca renovar su banca como senador nacional presentándose como un símbolo de “dialogo y futuro”, aunque en el norte de la provincia lo asocian aún con la muerte de Aníbal Verón en el año 2000. (Juan Tejerina)

Juan Carlos Romero de campaña en Tartagal declaró: «Soy del peronismo democrático y republicano, de los que dialogan y creen en los consensos.” Estas palabras fueron vertidas en el mismo lugar donde el 10 de noviembre del 2000, Aníbal Verón fue asesinado de un balazo en el pómulo izquierdo durante un operativo de desalojo en la RN 34 a la altura de la ciudad de Tartagal, a cargo de la policía de Salta. En el reclamo popular se articulaban demandas de desocupados, cesantes de Atahualpa, comunidades indígenas, docentes autoconvocados y despedidos de una empresa contratista de Edesa. Todas las heridas abiertas por la política económica que expulsaba a vastos sectores de la sociedad.

Verón tenía 37 años, cinco hijos, era uno de los empleados despedidos de la empresa Atahualpa (perteneciente a Celín Balut), junto a sus compañeros se encontraban reclamando ser reincorporados a sus puestos de trabajo. Ante la presión pública, la empresa decidió reincorporarlo, pero no fue notificado, solo lo anunció por una radio local y Verón no escuchó la noticia, ya era parte de la pueblada que amenazaba el orden romerista. Sobre la ruta 34 las balas azules se cobrarán su vida irreverente.

Nostalgia menemista

El ex juez federal que dio la orden de desalojo fue Abel Cornejo, actual Procurador General de la provincia, nombramiento impulsado por el gobernador Juan Manuel Urtubey y aprobada por una mayoría de senadores salteños. Un enroque que lo saco de la Corte de justicia para colocarlo al frente del ministerio público. Según el diario Página/12 Enriqueta Gómez, la viuda de Verón, recordó que la noche previa Cornejo fue a la Ruta 34 y dijo “muchachos, quédense tranquilos, no va a pasar nada”. A las 5.30 de la madrugada del 10 de noviembre se desataría la represión por orden del magistrado. Paradojas de la impunidad: el juez que ordeno la represión se hizo cargo de la investigación del asesinato. No hay ningún imputado.

En mayo del 2000 en otra protesta habían sido asesinados Orlando Justiniano y Alejandro Gómez, el ex gobernador Romero se encontraba en Israel. En noviembre del mismo año los sucesos sangrientos lo encontraron casualmente fuera de la provincia, esta vez en Mar del Plata, donde formaba parte del coloquio de IDEA como la joven promesa del establishment. Sin embargo, luego de desligar sus responsabilidades en la justicia, decir que la policía no estaba armada y acusar de “vándalos” a los piqueteros el pedido de explicación sobre la represión se hizo inevitable:

–Pero son gente pobre, gobernador –le dijeron.

–También son pobres los que roban un banco y la policía los reprime –respondió.

El relato oficial se basaba en la teoría del enfrentamiento interno, en la hipótesis de la “riña entre piqueteros”, en su declaración el ex vicegobernador Walter Wayar sostenía: “No se puede saber todavía, la policía tenía instrucciones claras de no tener armas cargadas con balas de guerra, por lo tanto el jefe de policía sigue reafirmando que la bala no partió de la policía, pero eso tiene que ser parte de una profunda investigación del juez que está a cargo del tema del despeje de la ruta”.  Esta misma versión fue esgrimida por Eduardo Duhalde, tras el asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillan en la estación de Avellaneda, en junio de 2002.

El fuego tropical de la pueblada norteña se extendería hasta la ciudad capital que en diciembre del 2001 culminaría con el ex presidente De La Rúa huyendo tras declarar el Estado de Sitio que sumaría 39 nuevas muertes por la represión estatal.

En el elenco gobernante de la Alianza, se destacaban la Ministra de Trabajo Patricia Bullrich y el Viceministro de Desarrollo Social Gerardo Morales, hoy primeras figuras del espacio político de Mauricio Macri. Frente político por el cual Juan Carlos Romero busca renovar su banca de senador nacional, su coherente instinto conservador y la nostalgia menemista lo llevan a compartir nuevamente ruta con su par Miguel Angel Pichetto. Así los nombres de la tragedia social argentina se repiten como una nueva farsa.

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