martes 3 de diciembre de 2024
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Niños con diarrea en Tartagal | Entre la pobreza y un hospital que no puede bañarlos por falta de agua caliente

Ramón López es el director del Hospital de Tartagal al que acuden muchos niños desnutridos. Aseguró que hay 2000 chicos en riesgo y que el número crece cada año, mientras el nosocomio carece de agua potable y la burocracia lo complica todo.

Claudio Mardones es el periodista que dialogó extensamente con Juan Ramón López, el médico anestesista que hace sólo un mes se hizo cargo de la dirección del Hospital de Tartagal Juan Domingo Perón. Tiene capacidad para albergar a 40 niños en una región donde rige la «emergencia sociosanitaria» y que hace una semana tuvo el pico de atención por casos de desnutrición y deshidratación, con 26 niños hospitalizados y seis pequeños muertos durante enero. Cinco de ellos eran de origen wichi y uno de pobladores criollos.

De paso por Buenos Aires habló con el diario Tiempo Argentino que publicó la entrevista en su edición de hoy. Allí López aseguró que por ahora la situación está controlada. “Este lunes en el hospital tuvimos a 14 chicos internados en pediatría por cuadros de desnutrición. Hemos derivado a una nena a Salta porque tuvo sobreinfecciones. Ya murieron seis niños. ¿Cuántos niños hay en la zona que tienen riesgo nutricional? Tenemos 4500 chicos controlados por el hospital. Hay 2000 que están en riesgo y hay que controlarlos porque son casos que se pueden complicar. Llegamos a ellos mediante agentes sanitarios que les hacen un control semanal. Este operativo lo maneja el hospital, mediante nuestro coordinador de Atención Primaria de Salud que trabaja con 82 trabajadores de la salud. No nos alcanzan, ante esta situación, siempre nos van a faltar agentes sanitarios, por lo tanto, a algunos los estamos controlando.

– Desde que la situación tuvo impacto nacional a partir de las muertes infantiles y los operativos de emergencia que llevan adelante la Nación y la provincia, ¿cambió algo?

– Esto ya es conocido por la gente que vive en toda la zona. Esto podía pasar. Todos los años hacemos más controles para esta época porque todos los años aparecen los chicos más desnutridos y con bajo peso. Con el calor y el aumento de la temperatura, aparecen más casos con diarrea. Todavía estamos esperando la crecida del rio Pilcomayo, que inunda todo y separa a algunos parajes, a los que después no se puede llegar. Estamos trabajando para prevenir ese momento con Defensa Civil y Gendarmería, con la instalación de hospitales de campaña para rescatar a la gente que sea necesario. Todo eso sucederá a fines de febrero, cuando empiecen las grandes crecidas por lluvias.

– ¿Cómo llega la ayuda? ¿Hay donaciones?

– Nos llegan donaciones, pero a veces no podemos cuantificar la que se recibe de empresas privadas y fundaciones porque hay empresas y fundaciones que tienen más afinidad con determinadas comunidades. No hay nadie que coordine esas donaciones para afrontar la crisis por eso siempre pedimos que haya un ordenamiento de la ayuda, que lo reciba el Hospital o el municipio.

– ¿En qué estado se encuentra el hospital para afrontar esta crisis?

– El hospital no tiene conexión al agua potable. Hay agua, pero no llega a llenar nuestra cisterna. Hace poco en una reunión con gente del Consejo Deliberante me pidieron que me quede tranquilo porque me iban a llevar seis camiones de agua. Les dije que ojalá me hubieran dicho que iban construir un pozo de agua.

– ¿Tiene agua caliente?

– Se rompió la caldera para el agua para los chicos. No tenemos agua caliente porque está rota la caldera. Es un problema porque no podemos bañar a los chicos cuando están irritados por la diarrea.

– ¿Aire acondicionado para los pacientes?

– En uno de los pabellones tenemos aire acondicionado central. En el otro no. Las habitaciones tienen que tener aire acondicionado porque cuando los chicos están internados con este calor transpiran todo el tiempo y se deshidratan.

– Usted ve llegar a los niños. Pero ¿cuál es la situación de los padres?

– Hay que relevar la situación nutricional de los padres, para medir esos parámetros. Un ejemplo: en estos últimos años los sectores de clase media redujeron gastos pero siempre comieron. Acá la población pobre que hace algunos años comía y podía comprarse ropa, primero dejó de comprarse ropa y ahora deja de comer tres o cuatro veces por día, pasa a dos o cuatro relativas y después empieza a pasar hambre.

– ¿Cómo impactan las dificultades para comunicarse con la población wichi?

– Hay un problema estructural. Si tuviéramos el agua potable, los controles totales y la comida, quizás igual tendríamos problemas de desnutrición. Porque la gente de las comunidades originarias no nos entienden, no nos sabemos expresar o no nos sabemos hacer entender con ellos. Estamos en contacto con las comunidades para revertirlo. Ya venían trabajando en este punto, pero ahora vamos a trabajar con intérpretes interculturales. Tenemos que lograr que nos entiendan que tienen que tomar una pastilla cada doce horas.

– ¿Qué inversión es necesaria para equipar al hospital ante esta crisis?

– En materia de infraestructura se soluciona fácil. Con diez millones durante tres meses nosotros buscamos los profesionales, ponemos la caldera, vemos quién hace el pozo, ampliamos el cuerpo de agentes sanitarios. Pero la burocracia nos complica. Le doy un ejemplo: en la zona de la misión La Paz hicieron un pozo. Le dieron una profundidad de seis metros, pero sale agua marrón.

– ¿Por qué?

– Porque en un nivel superior hay un pozo cloacal. Lógicamente ese pozo de agua va a vivir contaminado. La paradoja es que teniendo una Facultad de Ingeniería (de la Universidad Nacional de Salta), y especialistas en perforación, no se pueden realizar los pozos en tiempo y forma. Eso genera más impotencia. Quieren hacer un dique y gastar 89 millones de dólares, pero con tres millones de dólares nos hacen una catarata de agua.

– ¿El hospital plantea alguna solución para resolverlo?

– Hay que redireccionar ese presupuesto, comprometer más a los hospitales en esa gestión y asignarles más partidas en forma directa porque los ministerios tienen más burocracia y no alcanzamos. Hay una realidad: ningún profesional va ir al interior de Salta, en zonas inhóspitas, con el sueldo que cobra en la capital provincial. Un médico en Ushuaia cobra mucho más porque es considerado zona crítica. Acá antes se cobraba esa categoría y la sacaron.

– El caso tuvo impacto nacional por el pedido de auxilio de la provincia a la Nación y la visita que el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, hizo hace 20 días. ¿Cuál ha sido la respuesta del gobierno provincial?

– Yo sé que nos están ayudando. Nos hacen llegar los recursos para atender la crisis. El gobernador (Gustavo Sáenz) y la ministra de Salud (Josefina Medrano) se han puesto a disposición. Esto no sucedió hace dos semanas, este es un problema estructural. ¿La situación puede empeorar? Yo creo que tanto el gobierno nacional como el provincial se han dado cuenta de esto y están haciendo todo para mejorar estos indices. No tengo tanta llegada al nacional, pero es importante que estén trabajando en conjunto para levantar estos números.

– ¿Qué es lo que más lo ha impactado de esta etapa?

– Soy anestesiólogo, pero lo que más me llegó es dar una anestesia para hacerle una cesárea a una chiquita de 13 años. Eso me mata.

– ¿Ha afrontado controversias cuando aborda la problemática del aborto?

– Ellas nos dicen que tienen el aborto cuando ellas quieren. También que se toman un té para hacerlo y que organizan su planificación familiar. Entonces las entendemos, necesitamos que ellas nos digan lo que necesitan. Tengo que abrirme y ponerme a disposición para entenderlas, porque tenemos que solucionar el problema de la desnutrición.

– ¿Cómo llegó a este punto de vista?

– Hace poco nos reunimos con una antropóloga que nos puso en contacto con las mujeres indígenas de Tartagal. Sólo en el departamento de San Martín hay 7 etnias. Ahí entendí que nosotros podemos decirles que el hospital está abierto y que les damos lo que necesiten. Pero capaz que no nos entendieron, porque a veces nos encontramos con personas tan indefensas, que si vos levantás la voz ellos creen que los estás retando. Si les cortás la charla sienten lo mismo, que los estás agrediendo y después no quieren venir.

– ¿Cómo puede afrontar el hospital ese escenario?

– Nos tenemos que hacer entender. Tenemos que ir nosotros, con intérpretes que transmitan nuestro pedido para que se los hagamos llegar. Por ejemplo: en un parto uno está acostumbrado darle las indicaciones a la mamá, pero para explicarle a una chica wichi de 14, 15 o 16 años que va a su primer parto, necesito a una mujer traductora. Hay que explicarle que el nene necesita vacunas y yo no se lo puedo explicar porque la mamá uede sentir que la agredo. Nuestro objetivo es entenderlos a ellos. No que me entiendan a mi, eso ya lo intenamos hace muchos años. Tenemos que llegar a ellos y llegar a su zona.

– La lidereza wichi Octorina Zamora, le dijo a Tiempo que las comunidades cuentan con graduados en las distintas especialidades médicas, pero también con los conocimientos ancestrales. ¿Evalúa la incorporación de médicos de pueblos originarios?

– Me junté con los caciques de la comunidad 6. Ellos quieren tener su salita. El hospital les llevará los médicos, el ginecóloco, la obstétra y ellos tienen sus médicos con conocimientos ancestrales, a partir de sus creencias, que les hace bien. Hablando con uno de los médicos ancestrales, acordamos que atienda a su gente, pero cuando vea que su medicina no llega y necesita la nuestra, que cuente con nosotros. Esto es una gran inversión y hay que sumarle personal de lmpieza, serenos, enfermeros, médicos y asistentes. Buscamos hacer que sean participes.

– ¿Por qué cree que otras provincias no tienen estas cifras de desnutrición?

– Porque no tienen tantas comunidades indígenas y porque hay otro entendimiento por el cual consideran que tienen que llevar a sus hijos a los centros médicos ante un riesgo de salud. Eso requiere otro esfuerzo del Estado.

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