A menos de un triunfo que parecía legitimar un liderazgo de derecha, el gobierno vive sus horas más dramáticas y débiles. Al frente: una oposición sin liderazgos y un campo popular disperso pero que resiste firme y constantemente. (Daniel Escotorin)
El transcurrir del tiempo, sus ciclos, duraciones y mediciones son relativas; para algunos el tiempo pasa, para otros avanza, es un día menos o un día más. El vaso medio lleno o medio vacío ¿se está llenando o vaciando? En términos de nuestra realidad nacional crítica, grave e incierta: ¿Cuánto falta para que este desastre imaginado pero superado por la realidad llegue a su fin? ¿Termina en 2019 o seguirá “ad infinitum” o sea, cuatro años más? ¿Cada día es un día menos de angustias y pesares o son sumatorias de un tiempo sin fin? ¿El gobierno comienza a mirar la hora y esperar con amarga resignación el silbato final? sea este en tiempo reglamentario o mirando de reojo si la popular se desborda y salta al campo de juego (no justamente para dar la vuelta olímpica).
Entre octubre y diciembre de 2017, esos tiempos lejanos y ya nostálgicos para el gobierno, los miembros de la coalición gobernante vivieron uno de los momentos más exultantes de sus vidas; si con el triunfo en las elecciones del 2015 lograron vencer al peronismo y llegar a la Casa Rosada, dos años después en una ajustada pero incuestionable elección derrotaban al PJ, al kirchnerismo, a Cristina misma y ponían proa hacia lo que parecía ser la confirmación de una etapa nueva con un poder legitimado por las mayorías. ¿Estaba la sociedad argentina frente a una hegemonía social? Ese debate atravesó el campo político e intelectual en especial en la izquierda, no se saldó ya por las diferencias de miradas teóricas e ideológicas ya porque desde aquel lejano fin de año 2017 a este presente “pasaron cosas”.
Una de esas cosas fue que CAMBIEMOS interpretó este voto a favor como una carta libre para redoblar su proyecto político de tierra arrasada sobre los sectores populares y también sobre una parte sustancial del aparato productivo del país como son las pequeñas y medianas empresas. No bien habían asumido los nuevos legisladores triunfantes que desataron sobre las calles de Buenos Aires todos los demonios y jinetes del apocalipsis, el triunfo del proyecto de reforma previsional fue pírrico y preanunció un escenario por demás conflictivo: el gobierno ensañado en llevar el ajuste hasta el final sin medir consecuencias negativas y el conjunto del campo popular aprestado para una resistencia fragmentada pero firme y constante.
Pasaron cosas, en su amor a la ortodoxia y a los dogmas teóricos (una tara que en la izquierda se respira, pero en la derecha la sufre toda la sociedad) dieron riendas sueltas a sus ideas aplicadas en un contexto que no lo ameritaba, en realidad ninguna sociedad amerita padecer los ideales neoliberales, y a la par del modelo lo que se impuso fue una verdadera fiesta rapaz depredadora de facciones económicas, productivas y empresarias: cada ministerio responde a sus intereses de facción: el ministerio de energía a las petroleras extranjeras y la Shell Co. en especial, Agricultura a la Sociedad Rural y las corporaciones del agronegocio, Hacienda al poder de los bancos extranjeros y algunos locales, Comercio a las cadenas multinacionales. Una competencia voraz donde hablar de equilibrio, de proyecto, crecimiento o desarrollo económico es por lo menos expresión de inocencia. En función de sus intereses pusieron en práctica con un discurso que buscó poner la responsabilidad en la “pesada herencia” del gobierno anterior, hasta el 2017 funcionó y de hecho les permitió ganar a pesar del gravoso costo social que ya se vivía. Todo el 2018 fue un increíble cuesta abajo del gobierno que con una necedad tan increíble como su propia enajenamiento político fruto de la creencia que el triunfo electoral los habilitaba a un vale todo.
El gobierno afrontaba el problema de la falta de divisas. Las soluciones y políticas puestas en práctica fueron un permanente estado de gags que ni Chaplin y Keaton juntos hubieran imaginado: tarifazos impagables (mas del 1.000%) mezclados con exenciones de retenciones, apertura de mercado e importaciones, fuga de divisas incluidas las de ellos mismos que las ocultaban en cuentas “off shore”, llegaron entonces las LEBACS, letras de cambio del Banco Central, cuya emisión disparó la tasa de interés al record mundial del 60%, no frenó la escalada del dólar con una cotización techo parcial de 42 pesos, la moneda se devaluó, los salarios cayeron, la inflación de disparó por sobre cualquier pronóstico oficial u opositor, la fuga de capitales se agravó, las inversiones no llegaron, la caída de la producción, el consumo y el aumento de la desocupación pusieron al país en un estado de conmoción impensada. Ante cada paso del gobierno devenía un tropezón, una caída, un golpe, choques, enredos, vueltas y más confusión. Nunca antes se vio una gestión cuya predilección o torpeza los lleve a pegarse una y otra vez sucesivos tiros en el pie.
Macri trabajando
Tan grave tornó ya la situación que el mismísimo presidente Macri tuvo que trabajar el fin de semana último, reacomodó el gabinete suprimió lo que considera inservible (Trabajo y Salud) y reenvió a Dujovne a renegociar urgente el préstamo con el FMI, ya que los primeros 15.000 millones de dólares se esfumaron en un abrir y cerrar de ojos, la incógnita es adonde fueron. Entre medio debió y aún debe afrontar un paro docente universitario que entra ya en la sexta semana, los despidos en el área de Agricultura, el achique en Salud y la cadena de conflictos sociales pone un setiembre más que caliente: paro docente, el 12 paro general de la CTA Autónoma, el 25 paro general de CTAs – CGT que promete ser además de contundente una verdadera demostración de fuerzas unidas del campo popular frente al gobierno.
En estos días ya es innegable tanto la crisis económica, como la crisis política. Esta segunda tiene que ver con distintos factores: la crisis social provocada por las torpes y desastrosas medidas económicas se agrava por la falta de sensibilidad para atender o menguar los efectos durísimos de sucesivos y permanentes ajustes y tarifazos; lo dicho, son voraces y sin remordimientos aun a costa de comerse entre ellos, esto quiere decir que minaron sus propias bases de sustentación social: la clase media y la pequeña burguesía empresaria. Luego, en el plano político el ninguneo a sus aliados de coalición por parte del PRO: la UCR literalmente la mira por TV, relegados, inconsultos y marginados de cargos y decisiones; la Coalición Cívica y su líder Elisa Carrió jugando el ridículo rol de partenaire bufón mediático con frases desubicadas y fuera de orden político pero autoconvencida que su presencia es determinante. Con la oposición pasa otro tanto: el “peronismo racional” o sea, gobernadores pejotistas no K (Urtubey, Schiaretti, etc.) mas el diputado nacional Sergio Massa ofician de fallidos opositores moderados y también de fallidos cripto oficialistas, nada ni chicha ni limonada. Las directivas de ajuste sobre las provincias se enteraron por los medios.
El malestar social crece y se hace evidente la demanda de poner un techo a los interminables tarifazos, inflación y recesión. Diversos conflictos que continúan, reaparecen o se agudizan en el contexto de una economía paralizada; la pobreza hoy vuelve a estar en la TV, los comedores barriales se pueblan de niños y ahora también de sus padres con un testimonio tan brutal como doloroso y es que los lunes es cuando más concurrencia hay simplemente porque el fin de semana no tuvieron que comer.
En el plano de la oposición la magnitud de la crisis también sorprendió, el kirchnerismo aun disgregado y sin armado sólido enfrenta el embate político judicial con el juez Bonadío como ariete, intenta apurar un frente con el PJ donde mantenga el perfil de centroizquierda. El PJ afila sus candidatos y Felipe Solá pica ya en punta al que no le disgusta un posible entendimiento con CFK, un poco mas a la izquierda En Marcha, un armado progre-peronista-izquierda busca asentarse entre el peronismo y el FIT; allí están Unidad Popular, Movimiento Evita, CTEP, PTP, Libres del Sur, Izquierda Popular que son protagonistas de movidas sociales en los barrios y son fuente de contención ante la creciente crisis laboral y también alimentaria. Claudio Lozano de Unidad Popular presentó una denuncia penal contra el presidente Macri por el acuerdo con el FMI, por abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes del funcionario público; el fiscal Di Lello dio curso a la denuncia e imputó a Macri y sus ministros responsables. La izquierda pura (roja) encuadrada en el FIT apuesta a movilizar, agitar y mantener presencia en los innumerables conflictos gremiales con presencia pública y callejera, además ha crecido en diversos sindicatos y la influencia en las bases es ya indudable.
Los connatos de saqueos han quedado ahí pero siguen latente, el gobierno apresta su aparato represivo cada vez más potente como sofisticado y la cercanía de fin de año siempre tan crítico en nuestro país ya pone en guardia a la sociedad en general. El gobierno está en estado reservado, sus defensas y márgenes de errores son tan mínimos como escasos y la conflictividad social se mantendrá en tanto los efectos de estos dos años y medio ya casi tres se medirán en la próxima década. Resta un año de gobierno pero gobierno y sociedad miramos la hora: hastiados, cansados, desgastados, irresolutos solo decimos “la hora referí”.