“El orco” es una de las muchas novelas publicadas entre 1832 y 1873 por quien usaba nombre de varón, pero era mujer: la francesa Aurore Dupin, que es considerada una de las escritoras más populares de Europa en el siglo XIX. (Raquel Espinosa)
En un contexto propio de los relatos del Romanticismo, los hechos se desarrollan durante tardes tormentosas, atmósfera cargada de tristeza y melancolía, escenas nocturnas y lugares solitarios, en Venecia. Los personajes secundarios son hombres: aduaneros, policías, contrabandistas y otros que desaparecen y no se los ve nunca más.
Se dice que fueron deslumbrados por “la máscara”, una sombra negra con apariencias de mujer que se desliza sensual por las calles de la ciudad. La misteriosa dama suele aparecer, cuando atardece, sin hacerse escoltar por nadie y se traslada en una góndola. Por las noches se la ve a ésta amarrada en algún canal mientras su conductora recorre la ciudad entera.
Con su antifaz y su vestido negro también ha intrigado al Conde Franz Lichtenstein quien decidido a buscarla la encuentra. Ambos comparten el amor por la ciudad y él acepta la invitación de ella para revisitar sitios que no conocía en profundidad: la encantadora iglesia de San Juan y San Pablo, el Arsenal, la Basísilica de San Marcos o algunos lujosos palacios. Llena de encanto en sus palabras y de majestad en sus gestos, la misteriosa dama hace revivir toda la historia de Venecia ante los ojos del conde, cada vez más enamorado y deslumbrado con esa mujer. El final no es trágico pero la extraña dama es desenmascarada por el narrador que antes había dado algunas pistas sobre su verdadera identidad: “ella tenía una voz llena y sonora como la de un hombre pero dulce como la de un ruiseñor” / “…quién podría ser aquella forma tan atrevida, tan artista, tan poderosa…”
En realidad, ella no es una mujer. Es “el orco”, un buen diablo que no hace daño más que a los opresores o a los traidores. El verdadero genio de Venecia”. Dice el narrador, también, que para que no reapareciera el orco en la ciudad las autoridades mandaron hacer un gran exorcismo. El relato del que hablamos es “El orco” y su autor, George Sand que, paradójicamente, lleva nombre de hombre pero es una mujer.
Según el Diccionario de la Lengua Española, el término “orco” proviene del latín orcus que significa “ultratumba”, por eso se lo asocia con Plutón, dios de la muerte y aún con la muerte misma. Según la Roma clásica, es un lugar contrapuesto a la Tierra, adonde iban a parar los muertos. Poéticamente, orco o huerco es el infierno mismo, es decir, el lugar que habitan los espíritus de los muertos. El término, pues, está cargado de negatividad y así es utilizado en la famosa zaga de J. R. R. Tolkien, El señor de los anillos. Parte de una raza fantástica, los orcos son usados como soldados por los grandes villanos del relato; los distingue la violencia y el odio hacia los demás y hacia sí mismos.
John Ronald Reuel Tolkien fue un escritor, poeta, filólogo, lingüista y profesor universitario británico, nacido en Orange en 1892 y fallecido en 1973. Si bien muchos asocian la palabra orco con este autor y algunos lo citan como el primero en utilizarla, lo cierto es que la palabra tiene una tradición mucho más antigua.
Podemos citar como otro antecedente en el uso de este término a Amantine Aurore Lucile Dupin de Dudevant, que fue una novelista y periodista francesa, considerada una de las escritoras más populares de Europa en el siglo XIX, nacida en 1804 y fallecida en 1876. Más conocida por su seudónimo, George Sand, es la autora de El Orco.
Aunque las dos obras citadas son obras de ficción también reflejan de alguna manera las ideologías de la época en que se inscriben, por lo que el término “orco” o su plural “orcos” pueden leerse y escribirse en clave política o social aún en la actualidad. Qué connotaciones y a quién sea más apropiado designar como tales son atribuciones de los usuarios de la lengua. En el campo literario tanto Tolkien como Sand han construido relatos con orcos como protagonistas que siguen resonando en el imaginario social.