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Apuntes marginales salteños | Legalizar las drogas, desarmar organizaciones criminales

Morir intoxicado por tomar merca. El afán de lucro incesante en el mercado no regulado de las mercancías criminalizadas. Puede consumirse drogas ilegales sin que eso sea “problemático”: el problema es la punición estatal. (Franco Hessling)

Una inmensa mayoría de nosotros optamos por un modo de alimentación que combina algún que otro hábito de buena alimentación con una aceptación pasiva, silenciosa y paga del imperio de los envasados. Acudimos a los paquetes para abastecernos de toda clase de alimentos, ahora incluso se pueden comprar frutas y verduras congeladas, algo que hasta hace un tiempo era todo lo contrario a un “alimento fresco”, más bien era la antesala de la putrefacción irreversible. En coloridas bolsas plásticas que prometen frutillas escarlatas y brócolis glaucos. En pocos años compraremos la comida en la farmacia sin chistar.

Sintéticamente, la vorágine de nuestras vidas contemporáneas es un “consumo problemático” o, para ser exacto, es un conjunto de consumos problemáticos, o, mejor todavía, es consumismo liso y llano. Pero nos arrogamos el tupé de creer que los consumos problemáticos son sólo algunos, vinculados con cierto tipo de mecanismos de evasión propiciados por mercancías ilegales. Un porro no es mucho peor que un brócoli congelado, pero un porro comprado en el mercando clandestino de mercancías ilegales puede llegar a ser mucho peor que nuestro brócoli snack. Lo mismo pasa con la merca, por eso hay merqueros célebres que llegan bastante bien a los 60 y otros, como los bonaerenses de principios de este año, que quedan internados después de una noche a narizazo limpio.

Como el mercado de las mercancías ilegales que se usan para alterar la percepción es clandestino, los consumidores no tienen ninguna manera razonable de exigir poder tomar su merca [comer su brócoli congelado] en condiciones de máxima calidad. En otras palabras, el corte de la droga pura es a discreción del mercado clandestino. En el mundo viene causando revuelo la última decisión del mercado narco: cortar la cocaína con fentanilo, tan tóxico que incrementa las muertes por sobredosis [empacho fatal por ingesta excesiva de brócoli congelado]. ¿Qué diferencia a los adictos a la merca de los adictos al brócoli congelado? Que los primeros no tienen cómo reclamar legalmente por la calidad de los productos que consumen, puesto que son criminalizados por consumir una mercancía considerada ilegal.

Si la calidad de las drogas estuviera regulada para que ningún consumidor acceda a cocaína cortada a discreción por los narcos, los problemas psicofísicos causados por el consumo serían indudablemente menores. Si los amantes del brócoli debieran comerlo podrido y cortado con hongos tóxicos, los problemas que causaría el consumo de brócoli serían tremebundos. Si las drogas se legalizaran y se llegara a respetar zonificaciones preexistentes de la distribución territorial, hasta se podría llegar a acuerdos de desarme con los carteles –soñar no cuesta nada, como pasó hace poco con las FARC.

Y, por supuesto, permitir la producción para consumo personal. Dosificado si es que el estado asume el rol de proveedor. En la política argentina la única fuerza que habla abiertamente de una ley de drogas es la izquierda trotskista, la que efectivamente no tiene nada que ver con ninguna forma de organización criminal, ni siquiera con la preferida del peronismo: la burocracia sindical –si no que le pregunten a la familia de Mariano Ferreyra.

Una ley de drogas representaría una manera de encontrar una solución honesta a lo que sólo es un problema para quienes consumen y quienes tienen parientes que consumen. Más cerca se está del mundo del hampa y más chances se tiene de morir, sea por la criminalidad o por la calidad desregulada de las mercancías. Para el estado y para el gran capital, negocios son negocios.

El problema central pasa por reconocer que el Estado debe asumir otra posición con respecto a las drogas y a los drogadictos. Empezar por no criminalizarlos, ni a los productos -merca/brócolis- ni a los consumidores -merqueros/veganos-, para luego regular el consumo y la distribución de drogas negociando con los “emprendedores” del circuito para ir “descartelizando” el mercado y mejorando los derechos de los consumidores. Para eso, el estado debería renunciar a uno de sus fetiches más recurridos: penalizar, punir, castigar. La ley tendría que admitir que consumir drogas para alterar la conciencia no es un delito. De ahí en más, el largo proceso de regular, negociando con los carteles -en una paritaria que puede llevar décadas, como pasó con las FARC- el desarme.

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