La visita de la candidata de JxC confirma que el modelo que imaginó para recuperar votos feneció: las caravanas del “Sí se puede” que Macri protagonizó tras las PASO 2019. Cambio de escenario y límites insalvables de la propia “Pato”. (Daniel Avalos)
Patricia Bullrich estuvo unas cuantas horas en la provincia durante la jornada del miércoles. Su visita casi médica se enmarcó en una estrategia definida tras las PASO de agosto en la localidad bonaerense de Pilar: recuperar votos para las generales del 22 de octubre en distritos donde Juntos por el Cambio (JxC) solía protagonizar buenas performances electorales. Salta es uno de esos lugares y para confirmarlo conviene comparar números.
En las legislativas de 2021, el por entonces cabeza de lista de JxC, Carlos Zapata, se consagró diputado nacional cosechando 186.039 votos, el 30,44 por ciento. En las PASO del 13 de agosto la suma de las voluntades obtenidas por los dos precandidatos presidenciales, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, apenas superó los 111 mil en Salta, un 17,19 por ciento. De ese total, 61.155 provinieron de la capital salteña (20,47 por ciento), 12 puntos menos que los cosechados en el año 2021 por Zapata en este distrito, donde obtuvo 92 mil sufragios (32,29). El modelo que Bullrich imaginó para recuperar esos 75 mil votos fue expuesto por su equipo de campaña ante radicales en una reunión de Pilar días después de las primarias: las caravanas del “Sí se puede” que protagonizó Macri tras las PASO de 2019. Caravanas que no le alcanzaron al ex presidente para ser reelegido, aunque al menos le permitieron recuperar votos.
La misión era imposible el día mismo en que fue expuesto por varias razones. La más importante fue la irrupción de un Javier Milei que dejó al macrismo sin su condición de rival exclusivo del oficialismo. Muchos votantes muy de derecha, muy antiperonistas o muy independientes concluyen que es el libertario quien puede conseguir lo que Bullrich promete: derrotar electoralmente al kirchnerismo y desmontar la matriz económica “endiablada” que desde “hace 70 años” las distintas variantes del liberalismo y el gorilaje de todo pelaje asocian con el peronismo. Lo confirma el entusiasmo que atravesó a la concurrida llegada del candidato de la Libertad Avanza a la provincia.
A ese cambio de escenario debe sumarse otro no menor: Bullrich carece de los recursos materiales, políticos y administrativos con los que contaba Macri en el 2019 como presidente de la nación. Recursos claves para articular intereses y negociar con actores políticos propios y ajenos; pero también para evitar las disgregaciones internas que siempre ocurren cuando las posibilidades de triunfo se disipan. Ya nadie cree en la famosas “musculatura” de Bullrich, en quesea el engranaje central de un entramado de partidos, gobernadores, intendentes, legisladores y equipos técnicos de JxC capaces de garantizar gobernabilidad y administración del Estado ante un eventual triunfo electoral.
Hay datos concretos que refuerzan tal generalización. Mauricio Macri, por ejemplo, dice de cuando en cuando que desea el triunfo de su ex ministra, aunque en el fondo ejecuta una migración emocional desvergonzada y ágil hacia el libertario; gobernadores como Morales, Valdez, Rodríguez Larreta y algunos otros se prestan para spot de campaña pero se desentienden sin estridencia del combate y de la tarea de articular redes de apoyo a la candidatura. Tiene sentido. La violencia que Bullrich promovió para imponerse en la interna de su espacio devino en razón autodestructiva de su futuro político inmediato. Mientras todo ello ocurre, las segundas, terceras y hasta cuartas líneas no saben cómo hacer de correas de transmisión entre los planes deshilachados de la cúpula y el sentir de los votantes que se preguntan si Bullrich es lo que ellos creían que era hace un mes.
Lo último se relaciona con los evidentes límites de la candidata. Los mismos quedaron expuestos ante las luces de las cámaras ni bien se impuso a Horacio Rodríguez Larreta hace dos meses. Desde entonces todos descubren que estamos ante una figura de inteligencia dudosa, de esas que precisan que otros hablen por ella o que le expliquen qué debe decir para tratar de dar en el blanco, aunque finalmente ella parece no terminar de entender los razonamientos y se entrega a una ensalada de conceptos obtusos y mal condimentados con anécdotas desconectadas. Tal situación frustra incluso a sus amigables periodistas que le preguntan lo esperable para que ella responda lo previsible, aunque finalmente a la “Pato” se le atoran o atropellan las palabras y el milagro de la dialéctica no se produce.
Esta combinación de variables explica la imagen de ayer en el centro salteño: una conferencia de prensa con dos candidatos sentados a la intemperie durante una tarde gris; una mesa aburrida para quien dice que viene cambiar la historia; con invitados como Matías Posadas, Miguel Nanni, Sofía Sierra y otros que no pueden presumir de algo que se parezca remotamente a una victoria política o electoral. Tienen razón los que dicen que la “Pato” se desmorona en Salta y el país. También los que aseguran que Juntos por el Cambio es hoy una coalición sin destino visible.