lunes 29 de abril de 2024
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La vida de las monjas de clausura salteñas que denunciaron al arzobispo Cargnello por violencia de género

Desde que se hizo pública la denuncia, el convento de San Bernardo concentra la atención de medios locales y nacionales. Un informe reveló cómo es la vida de las 18 mujeres de entre 45 y 65 a quienes se conocen como las Carmelitas Descalzas.

“Una de ellas es arquitecta. Son monjas de clausura. Trabajan y rezan. El silencio domina sus vidas. Su máxima autoridad es María Fátima del Espíritu Santo; es la priora, la monja que fue elegida por sus pares para dirigirlas. Quedaron en el centro de la escena después de denunciar judicialmente por supuesta violencia de género al arzobispo salteño, Mario Cargnello, quien niega cualquier situación de ese tipo”.

Así comienza el artículo rubricado por Gabriela Origlia y que fue publicado por el diario LA NACION. Allí se aclara que la atención que merecen es el resultado de la interna de la Iglesia salteña. Por la denuncia en sí misma, pero también por la disputa que hay en torno a la “Virgen del Cerro”. “Las Carmelitas Descalzas integran esa fundación y Cargnello, a diferencia de su antecesor, les pide que se alejen de la devoción. La Santa Sede terció en el conflicto y pidió a las Carmelitas no involucrarse con la fundación” se resalta en el informe.

A la hora de recrear la historia del convento ubicado en la primera cuadra de la calle Caseros, el escrito recuerda que la denominación “el Carmelo” se remonta a los orígenes de la orden en el Monte Carmelo, en Palestina. “El monasterio, de un amarillo ocre, es una de las construcciones más antiguas de la ciudad: fue levantado a finales del siglo XVI. Un sismo lo afectó a fines del 1600, y se le agregaron unas habitaciones donde funcionó un hospital hasta finales del 1700. En 1846, con unas carmelitas descalzas llegadas de Chile y tres de Córdoba se da inicio a la vida monacal”.

El informe recuerda también que no hay un patrón homogéneo para la vida de clausura. A fines del 1500, en España, Santa Teresa de Jesús impulsó la reforma de la orden del Carmelo revalorizando la austeridad, la pobreza y la clausura. Tras el Concilio Vaticano II, todas las órdenes del mundo revisaron sus reglas y la Santa Sede las aprobó, aunque cada convento es autónomo y redefine su estilo de vida.

“En el convento San Bernardo no tienen televisión ni internet ni reciben diarios. Sí hay un teléfono móvil que fue parte de uno de los cruces con el Arzobispado porque, en una discusión, se usó para grabarla. En el lugar vive también una mujer que las ayuda en algunas tareas; tienen una huerta y realizan rosarios y artesanías que venden. Se autosustentan con esos ingresos y con los alquileres de algunas propiedades. Desde que estalló el conflicto con el Arzobispado, el Monasterio no volvió a abrir para esa comercialización” destaca la nota citada.

“En el monasterio de San Bernardo no hay monjas ´viejitas´, dice una allegada. Las mayores murieron en los últimos años. De acuerdo a sus posibilidades, se reparten las distintas tareas diarias y también la de elaboración de rosarios, panes y dulces para vender. En las últimas semanas se ve muy poco movimiento en las puertas del lugar, solo el policía de custodia designado por la Justicia que suele estar en su explanada o en la vereda de enfrente”.

“En el San Bernardo las religiosas tienen misa diaria; la da un cura que entra al convento. Antes solía haber una abierta al público —ellas quedaban detrás, semi escondidas— pero la rotura de un techo de la capilla hizo que se interrumpiera. La jornada comienza al alba y dedican unas cinco horas por día a la oración. Trabajan en silencio, aunque también tiene un tiempo de “recreo” instituido por la propia Santa Teresa de Jesús para abonar la ´vida fraterna”.

“La priora del convento es la encargada de controlar la doctrina, la disciplina y las costumbres que se desarrollan en ese espacio. Los expertos en religión subrayan que la autonomía que tienen para moverse debe guardar armonía y estar en consonancia espiritual y disciplinaria con quien dirige la arquidiócesis en que están. Es decir, con el Arzobispo. Ese es el punto de conflicto que hoy viven las 18 monjas de clausura del San Bernardo” concluye el informe.

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