El proceso de contaminación biológica mundial, con la emergencia del virus SARS-CoV-2 ha revelado también una lucha de intereses ya presente desde hace mucho tiempo, pero en este caso, como nunca, en tiempo real y a la vista de todos.
Estos conflictos, anteriormente conocidos en ciertos ambientes y normalmente sin visibilidad general, tienen hoy en día consecuencias importantes en la vida de todos, en los aspectos sanitario, social y económico. Es la vida, en su acepción más amplia, y la salud (física y mental) la que ha sido afectada a niveles inusitados.
De pronto, el bien más preciado, la libertad, se ha visto amenazado. En nuestra provincia fueron permitiéndose cierto tipo de actividades durante la larga cuarentena de más de 100 días. Aún así, el sistema de “nueva” normalidad sigue siendo difícil de digerir y obstaculiza el ritmo habitual al cual los salteños nos hemos acostumbrado en nuestro diario devenir.
Es necesario, sin embargo, remarcar que ha sido positiva la incorporación de los protocolos de higiene para la seguridad biológica, en una provincia donde, a veces, estas instancias no han sido consideradas prioritarias (la visita a cualquier administración pública permite comprobar, por ejemplo, que suelen no respetarse normas básicas como los certificados de desinfección, por ejemplo, incluso en instituciones estatales, a veces exhibidos con fechas caducas de vencimiento).
Pero éste es sólo un aspecto de la realidad que nos llega desde el mundo, por este virus y epidemia importados, que han puesto en vilo y han afectado la vida humana mucho más que en eso.
Mirando el panorama de la situación, sin centrarnos en el lugar en el que vivimos, lo cual es lo aconsejable al tratarse de una pandemia, otros aspectos deberían visibilizarse también aquí.
Sin embargo, sorprendentemente, asombra cómo en nuestro país, no digo sólo en nuestra provincia, no se ha relevado prácticamente la gran polémica que constituye la guerra -sí, es una guerra- entre laboratorios, especialistas e instituciones de gran renombre en el sector de la investigación y de la medicina, todos actores importantes en esta pandemia.
Todos dependemos del resultado de estas tensiones. Y la labor del Estado debiera ser justamente, protegernos de ellas, además de la Covid-19. De allí, el importante rol que juega la soberanía de un Estado, no sólo en este aspecto. Los ciudadanos no tenemos los medios, el conocimiento, ni el peso para ser decisores en las políticas de Estado definidas para contrarrestar los efectos de la propagación de esta epidemia o pandemia, ni de otras que puedan ocurrir.
Tal vez algún ciudadano informado pueda recurrir a otros vectores de información, para evitar el monopolio ideológico que se quiere imponer al respecto. Pero no es lo normal.
En cualquier asunto importante de la vida, sabemos que es fundamental escuchar distintos criterios para decidir la vía de acción más adecuada. Es lo más razonable en cualquier circunstancia, para disminuir sesgos en la visibilidad de la situación.
Ahora, sabemos que en las ciencias asociadas a la cobertura del riesgo biológico que representa la propagación del virus, no hay certezas. Entonces, ¿porqué considerar como cierto un único criterio? Me refiero al que desde el principio se enarboló eliminando la hidroxicloroquina como paliativo en el tratamiento precoz de la infección para la disminución y eliminación de la carga viral, disminuyendo y eliminando la capacidad del virus tanto de propagarse como de enfermar al portador, hasta el estadio de la irrecuperabilidad en ciertos casos.
Porque he seguido la situación desde una perspectiva exterior a las ciencias médicas, por no ser parte de la profesión, pero desde una óptica generalista (que incluye la revisión de estadísticas) e incluso humanista, quiero relevar el accionar del Profesor Didier Raoult, experto francés en el tema, de gran nivel internacional, quien dirige el Institut Hospitalier Universitaire -IHU- de Marsella (Francia), el Institut Méditerranée. Los ataques a su persona y a su trabajo en el mundo desarrollado, aún continúan (aquí no lo registran). Pero resulta que es uno de los pocos en el mundo (hablando de instituciones renombradas) que puede presentar resultados concluyentes, que muchos criticaban por no provenir de estudios randomizados.
Y aquí, es una cuestión de sentido común. Esto es una guerra, se combate con lo que se dispone (el IHU de Marsella lleva años trabajando sobre los efectos de moléculas “antiguas” -a la cloroquina se le dice antigua porque lleva ya 80 años de existencia- con efectividad demostrada en el tratamiento de infecciones, sobre todo en el caso de infecciones de alta resistencia al uso de antibióticos). Si hay que elegir entre estudiar un proceso en el momento de una epidemia y tratar a los infectados, ¿cuál es el criterio correcto?
En cualquier proceso crítico, la prioridad de salvar vidas y curar es la que prima. Es lo que se nos ha dicho, desde el Estado, al postular la antinomia salud o economía. Antinomia, por otra parte, que si se tenían en cuenta los avances de otros, no era necesaria.
Es claro que la estrategia elegida en el país no ha dado los resultados esperados, por el contrario, son muchos los perjuicios sufridos y la recomposición a una normalidad será larga y difícil.
Cabe preguntarse porqué, en el siglo XXI, ha habido una confianza tan ciega, de la parte de especialistas en el tema, en una estrategia pasiva de siglos pasados. ¿Será que somos gobernados por una ideología pasatista, que no ha habido evolución en sectores donde en otros países mucho más pequeños (los que mejor han manejado la crisis sanitaria) están mucho más avanzados?
Hay que recordarle a quienes constituyen el Estado, que están ahí para dirimir las políticas públicas necesarias con el criterio del beneficio de la población, no del propio ni de terceros, quienes en este caso, están agitando las aguas demasiado para el lado de sus propios intereses, en desmedro del interés público.
Una vez extinguida esta crisis sanitaria, urgen las acciones correspondientes, como se está haciendo en otros países de alta calidad institucional, para saber el porqué de las decisiones tomadas, si han sido las correctas o no, porque las consecuencias de los errores, si los hubo, son enormes, no sólo a nivel de la salud pública.
Para más información:
Página web del Institut Mediterranée
https://www.mediterranee-infection.com/
Outcomes of 3.737 COVID-19 patients treated with hydroxychloroquine/azitromycin and other regimens in Marseille, France: A retrospective analysis
https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1477893920302817
Le professeur Raoult concentre la haine de ceux qui entrevoient dans le coronavirus une formidable occasion de faire de l’argent (Entrevista de la periodista Zeina Trad al filósofo Michel Onfray)