Ocurrió durante el invierno de 2011. Una insólita nota en La Nación reflejaba el padecimiento de los más potentados de nuestra provincia, que debían cocinar con microondas.
El invierno de 2011 fue duro. No hablamos de la gente de los barrios que tenía que caminar en busca de una garrafa o calentarse con braseros o simplemente resignarse a taparse con lo que pudiera para no convivir una temporada más con las bajas temperaturas tan encima. No, a ellos no nos referimos. ¿Quién puede pensar en los pobres cuando hay ricos que sufren? Eso es lo que hizo una insólita nota del diario La Nación de aquel año.
«Hay que oír el alarido de Ana Inés por una ducha inconclusa. Un termotanque apagado puede más que mil palabras: porteña instalada aquí hace casi tres décadas, Ana Inés, vecina del club de campo El Tipal, tomó coraje y encaró nomás la noche salteña, con seis grados bajo cero, para salir a comer con su familia», empezaba el texto, que recorría los padecimientos de los ricos ante un pasajero corte de gas en la zona.
Hasta el relevamiento que hizo el periodista porteño tenía despojos de privilegios. Preguntaba en estaciones de servicio cercanas a zonas beneficiadas: la YPF al frente del Club 20, a la Shell cerca del colegio San Pablo, entre otras.
«La escasez no discrimina», señalaba el artículo, y seguía con escenas tristes, dignas de la película de golpes más bajos: » La falta de combustible disuadió a unos cuántos ejecutivos de una magnífica idea turística: quedarse el fin de semana, alquilar un auto y recorrer la provincia».
«La situación obliga a resignar algunas cosas. ‘Apagué todas las estufas para bañarme con agua tibia’, contaba ayer Federico, de 36 años, otro porteño en Salta. Igual de frustrante fue la tarta de Tica, una cordobesa aficionada al golf que vive en el barrio Los Altos y que reemplazó, a último momento, su manjar al horno por unas sopas instantáneas en el microondas», agregaba la nota.